Extrañaba como perro a mis hijos y mis
hermanos, a mis papás, moría por ir a abrazar a Alilí, porque me apapacharan
mis tías y tenía varias diligencias que hacer en México de la variedad poco
divertida: prediales, visas, bancos, doctores, seguros, abogados y demás
fregaderas. Entonces programé viajar a México a fines de Noviembre y principios
de Diciembre para librar una temporada menos ocupada de chamba, que los niños
tuvieran vacaciones pero sin que se los llevaran lejos, en fin, combinación
afortunada de eventos. Buscando boletos vi que volar desde Israel me salía
muchísimo más barato que desde Ammán. ¡El indio alegre y le dan maracas! Aprovechando este dato, di en planear que la
diferencia de precio me la iba a gastar en un viaje de “investigación” a Israel
a conocer cosas que no conocía, a ver hoteles nuevos y viejos, a ver cosas que
recomendar, a que Alarís conociera, que no conoce.
Israel
pide que la gente que requiere visa- mexicanos NO-, la pida con dos meses de anticipación a
través de un Centro de Atención al Solicitante. Allá va Alarís con todos los
papelotes necesarios y la pide muy a tiempo, pero donde que se atraviesa Yom
Kippur, Rosh Hashana, Sukkot y demás y llegó la fecha y nada limonada o sea que
cancelé la gira artística en la esperanza de que para cuando regrese de México
lo podamos hacer juntos.
Como
mi vuelo salía de Ben Gurión, Tel Aviv de madrugada, de todos modos en el Aniv
de la Rev, fecha significativa para mi también porque es mi segundo cumpleaños,
cumpleaños de que me atropellaron-, crucé la frontera temprano el día anterior,
para tener tiempito, ya conozco como se las gastan mis paisanos y mis vecinos
en la frontera y pues si me di una paseadita en Jerusalén y Tel Aviv en poco
menos de 24 horas.
¡Que
lindo es Israel!
La
aventura comenzó con Alarís listo a la hora acordada, yo nerviosa la noche
anterior le dije que quería salir temprano para cruzar en el primer camión de
la frontera a las 8.30. Claro que el estuvo listo y yo, entre que contesté unos
mails, imprimí mi pase de abordar que luego hice favor de perder, y quien sabe
qué más, no estuve lista y llegamos cuando el primer camión ya se había ido.
Para el segundo camión fui la primera en
subirme, pues me quería sentar hasta adelante. No sé si has tenido el susto de cruzar la frontera
entre Jordania e Israel, particularmente a la altura de Jerusalén y Ammán. Es
una frontera militarizada que cruza territorio Palestino y es un reverendo despapaye.
Los camiones que cruzan están a cargo de mis paisanos y mandan uno que va y
vuelve en lugar de poner varios. Hay otros, aparte que cruzan llenos de
palestinos, desde una parte separada de la terminal y los grupos grandes pueden
cruzar en su propio camión pero toooodo el mundo tiene que sellar un papelito,
el pasaporte y pagar un impuesto en el mismo lugar. Para tal efecto hay tres
burócratas uno en cada ventanilla. Solo uno por ventanilla. Si se va a por un
café, a hacer pipí, a por un sándwich, pues ya torció la puerca el rabo y hay
que esperar. Y normalmente hay muchos turistas ajigolotonados que no saben que
hacer, unos con sus guías, guías que traen montones de pasaportes de gente que
va a cruzar en su camión...... Una vez solucionada esa parte, esperas el
camión, te trepas, trepas tus maletas si es el caso, y sobre el camión sube un
cobrador preguntando cuántas personas y cuántas maletas en carga y así te
cobra. Porqué no hay otra ventanilla donde uno haga eso mientras espera el
camión. ¡Ahhh no! Entonces entiéndete con la china que no quiere pagar, que se
hace mensa porque le parece caro y pretende llevar en sus piernas la maleta de
45 kilos que trae. Que si el señor no trae cambio más que en Dinares, que en
Israel y el resto del mundo no te van a servir para nada, que si........ Luego,
cuentan cabezas y que nos faltaba un señorcito que decidió irse al Duty Free a
comprar cigarros y se tardó 35 minutos. ¡Y lo esperaron! A puro carajear, pero
lo esperaron. Sin importar que no solo retrasó a las 40 personas que estábamos
sobre el autobús pero a las otras tantas que esperaban el autobús del lado
Israelí y el camote consecuente que se va haciendo con todo el horario del día,
por eso me gusta agarrar el primer cruce.
Total,
cruzamos. Hay que enseñar el pasaporte otra vez, entrando a la zona fronteriza,
se sube un militar arabito, pone cara de entendido y dice: buen viaje. Entrando
a la zona Israelí se suben un par de Israelíes armados hasta los dientes y
misma historia. Llegas a la terminal. No se bajen hasta que bajen todas las
maletas- aunque no traigas. Va. Te bajas. Todos los cargadores son palestinos y
les dicen piropos en árabe a todas las mujeres. Se sorprendieron cañón cuando
les contesté que no era yo su alma ni mucho menos y que calladitos se veían más
bonitos.
Esperaba
que me la súper armaran de tos en migración: por mexicana, por venir sola, por
tener sendos sellotes de Líbano en mi pasaporte, por no tener equipaje más que
de mano, por no tener reservación de hotel. Pues nada: pásele y que se
divierta. Depende al final del criterio de quién te toque. Desde que llegué me sorprendió como siempre
la diversidad en la gente de Israel: jóvenes de todos colores en seguridad,
gente leyendo la torá con Kippa y filacterias en pasaportes y con cara de
salami (blaaancos blaaancos y pecositos), palestinos y árabes, de todo un poco.
Como
no me iba a gastar lo que me ahorré en el vuelo en taxis o transportes de
turista cara, me fui a donde se van los arabitos, a la vuelta de la terminal a
tomar un Sherut o taxi colectivo a Jerusalén.
Lo único malo de esto es que tienes que esperar a que se llene. Me subí
y ya había una pareja de alemanes arriba. Me dijeron que cruzaron en el primer
camión, que se les fue el sherut lleno porque a ella la pararon en seguridad
porque traía un brassiere de varilla que sonaba y la tuvieron media hora dando
vueltas y que llevaban una hora ahí. Total les dije que yo creía que si íbamos
a ajustar, porque venían varias señoras árabes en mi autobús y seguro venían a
Jerusalén en Sherut. De repente algo pasó. Salieron corriendo muchos chavos de
seguridad afuera. La alemana justo decidió que se iba a bajar a preguntar si
faltaría mucho y le dijeron que no se moviera. Salió un cuate con una
metralletota y todos los viajeros desaparecieron. Me preguntaron si esto sería
normal. Le dije que ¿El qué? La espera si, el despliegue de seguridad, armas y
que todos los viajeros y civiles estuvieran desaparecidos y nosotros encerrados
en el coche. No, no mucho. Algo estaba pasando. Al cabo de unos minutos
empezaron otra vez a circular coches, personas, el propietario de una mochila
que había en el minibús volvió del baño y nos dijo que habían encontrado un
arma en la terminal y que por eso se había armado la que se armó, pero que ya
todo estaba bajo control. Un arma puede ser algún turista baboso que compró una
espada árabe por ejemplo, pero cerraron la frontera, armaron un liazo. Total
entonces salieron de la terminal varios turistas a la vez y llenaron nuestro
camioncito y allá vamos para Jerusalén. El Sherut cuesta 47 Shekels por
persona, o sea unos 15 dólares, no está nada mal. Hace otra parada para saludar a oootros
militares al salir de territorio Palestino, cuando tienes que tener tu
pasaporte en la mano y llega a la puerta de Damasco. Una de las señoras árabes
pidió que la dejaran antes, que porque su marido la iba a recoger no se dónde.
Cuando se bajó una china la armó de tos, que no se fuera a llevar su maleta. Ni
quien quiera sus cosas, vieja ridícula. Total llegamos. Me bajé antes de la
estación, frente mismo a la puerta, donde otro local se quiso bajar. No traía
mucho equipaje, una maletita de mano con rueditas llena de dulces árabes para
mi familia y mi bolsa llena con mis papeles, mi compu, mis celulares y listo.
Suena a poquito pero cargarlos todo el día estuvo medio de flojera, ni
modo.
Aprovechando
que ya estaba ahí, entré a Jerusalén a tomar unas fotos y dar una vuelta.
La
puerta de Damasco está del lado árabe de Jerusalén, o sea que me sentía como en
mi casa. Entra al mercado que está detrás del Santo Sepulcro. Me dieron flojera
las colas y aglomeraciones del Santo Sepulcro, pero si me caminé las
callecitas, la Vía Dolorosa. Fuí al Kotel, al muro de los lamentos, en donde
ha aumentado mucho la seguridad desde la última vez que estuve. Para entrar a
la plaza ahora hay que pasar un control con rayos equis y yo con mis maletas.
Ni modo. Venden boletos para ver los túneles hasmóneos. Eso exactamente era lo
que yo quería ver. No los vi cuando estuve antes. Estos son unos túneles que
están debajo del muro. Cuando se encontraron los manuscritos del Mar Muerto o
Manuscritos del Qumran, se encontraron partes del Antiguo Testamento escritas
en papiro y en pergamino en tinajas, pero también se encontraron unos
manuscritos escritos en cobre. Esos los tenemos en Ammán, en el Museo Jordano y
resulta que esos no tienen parte de las escrituras. Lo que tienen escrito es
como un “mapa del tesoro”. Es la ubicación de varias cosas que los hebreos
escondieron en distintos lugares. En su gran mayoría estos tesoros fueron
encontrados y robados en tiempos de Tito, pero gracias a estas
indicaciones se encontraron estos túneles y se cree que el Arca de la Alianza
pudiera estar escondida por ahí, debajo de lo que hoy es el Domo de la Roca, lo
que ha causado controversia. Los árabes no quieren que se excave, los
arqueólogos y los Israelíes si quieren excavar. A ver que resulta.
Pues,
yo quería ver los túneles. Quise comprar mi boleto y me dicen que no, que tiene
que ser con tour y que el próximo tour es a las 6 de la tarde, eran como las
11, y yo me quería ir a buena hora a Tel Aviv. Ya ni modo. De pronto decidí
volver a preguntarle al hombre de la taquilla como era la cosa, los horarios,
si la gente trae su propio guía puede entrar...... Dejé mi maleta a dos pasos
mientras preguntaba. Uuuy. Cuando voltee ya había un cuate de seguridad que
cuando le dije que era mía, me hizo jetota, que como se me ocurre, que..... La
paranoia de esta gente está muy picuda. Me acaba de revisar su amigo a diez
metros. La maleta por tanto no puede tener una bomba, estoy haciendo una
pregunta. Me da pereza que vivan acongojados y transmitiéndole a sus hijos ese
pánico.
Total,
ya que estaba ahí, fui a ver el muro, tomé unas fotos, me tocó ver a unos niños
de una escuela israelí que venían en una procesión tocando música con los
cuernos, los tambores y flautas, muy padre. Me atarugué, y en vez de tratar de
entrar a la explanada de AlAqsa por ahí, por un como puente peatonal de madera
que hay. Cuando me di cuenta del error, que tendría que volver a entrar a la
plaza para tomar el puente y vi la cola, me dio pereza y pensé mejor hacerlo
por el otro lado. Segundo error.
Vi la parte hundida de la ciudad
antigua, rodee los muros, me tocó ver un entierro tradicional en el cementerio
que hay entre la ciudad amurallada y el huerto de los olivos, subí a la puerta
de Leones y entrando quise pasar a Al Aqsa. No me dejaron, que solo musulmanes
hoy. Me lleva. Cero y van dos. Encontré
un carrito de golf que ando cazando para un turista mayor que va a fines de
mes. Lo venía manejando un árabe joven. Le dije: Hola, me das tu teléfono. Me
vio como si estuviera loca, y me dijo que estaba ocupado. Me dio risa que pensó
que había ligado yo creo. Baboso, yo me quería apalabrar con el porque mi
turista va a visitar en sábado y por tanto necesito el carrito árabe, pues mi
amigo Alan tiene el contacto del carrito Judío, que no funciona en Shabbat. Que
lata.
Decidí
dejar Jerusalén y sus peloteras para cuando vuelva con Alarís y me fui a buscar
mi Sherut. Pasando por el mercado frente a la estación vi fruta que en Jordania
ni de broma vemos y me compré una pera asiática deliciosa. Me atropelló un
diablito y finalmente llegué rayando a
un Sherut que estaba a punto de salir para Tel Aviv. 26 shekels, me parece una
súper ganga, y aproximadamente una hora a la estación central de Tel Aviv.
De salida, pasamos por el barrio
ortodoxo judío, muy interesante. Me fijé en las diferencias de vestido de la
gente aun siendo todos ortodoxos. Vi a uno que parecía entre judío y llanero solitario,
con la fedora de piel y más parecida a un Stetson, con botas como vaqueras,
unos con caireles muy grandes, me llamaron la atención otros con batas
brillosas, pantalones de brinca charcos y zapatos como de mudito. Pensé que
tenía que preguntar. Al rato le pregunté a Alan y me explicó que son de una
región en particular. Me parecieron curiosísimos.
De
camino, la carretera muy buena, muchos asentamientos beduinos paupérrimos,
muchísima más vegetación que en Jordania, muchísima menos basura.
Llegué
y decidí ir caminando al mercado HaCarmel. Lo malo es que no caminé en la
dirección correcta y después de un rato entre puro inmigrante Sudanés, y
sorprendentemente varias carnicerías llenas de puerco me desesperé y tomé un
taxi. Claro que el primero que se paró me dijo que si no iba a Ben Gurión no le
quedaba. Méndigos taxis son iguales en todos lados. El segundo si se paró,
venía hablando por teléfono, me dijo que sin taxímetro y que si 10 shekels me
parecía bien. Le dije que si. Cuando llegamos quiso 40. Le dije que estaba
borracho y le daban calambres. Me lo repitió en árabe. Le dije que ni de broma.
Le di 20 porque no tenía cambio y le azoté la puerta. Viejo baboso. ODIO a los
taxistas del mundo.
El
Mercado es una maravilla. Artesanía, textiles, joyería, comida, una belleza.
Caminé, compré una pulsera, vi de todo, disfruté, comí. Pero luego, acordándome
que tenía pocas horas de luz salí volada hacia Jaffa, caminando por el Malecón.
Vi varios hoteles que tenía en mi lista. Vi gente de todas formas, edades,
adhesiones filosóficas en scooters: par de viejitos, una mujer de hijab detrás
de un chavo, una pareja en una patineta eléctrica, gente surfeando, nadando,
padrísimo.
Jaffa está precioso. Edificios antiguos,
mercado árabe con antigüedades y edificios de mucho sabor, pero también tiene
muchos restaurantes, cafés, tiendas de ropa, está lindísimo. Mi hotel favorito
ahí es el Market House, y sigue estando precioso. El Setai por supuesto, una
maravilla también.
Luego
caminé de regreso hacia Tel Aviv, pasando por el distrito de moda, padre. Tel
Aviv es chiquito pero muy cosmopolita, muy ocupado, muy inclusivo, hay de todo, muy lindo. Había un
tráfico tremendo. Había quedado de buscar a Alan a eso de las 6 en un hotel. Tomé
un taxi porque no iba a llegar. Ahora sí muy amable peeeero me dejó en el lugar
incorrecto. La calle correcta, pero el número 196 y yo buscaba el 1. Pues a
caminar otra vez como 20 cuadras. Sirve que vi muchas cosas y llegué. El hotel
lindísimo, súper servicio y muy zen. Platicamos rico, le pagué unos dineros que
traía de unos turistas que vamos a atender en conjunto pronto y el se tuvo que
ir a dar un tour de noche. Yo me fui ahora a conocer Sarona. Es una zona nueva,
con un parque exterior con varios restaurantes y negocios y un mall cubierto
tipo Eataly o Chelsea Market, lleno de sitios para comer: hindú, marroquí,
sushi, chino, mariscos, carnes espectaculares, dulces, verdura, de todo. Todo
muy bien puesto y muy lindo. Hasta un Max Brenner hay, que es un lugar dedicado
al chocolate. Todavía no tenía hambre y
tenía ganas de ir a Goocha, un sitio de mariscos delicioso.
Me fui otra vez caminando, pasando por
la parte Bauhaus, el Tel Aviv moderno, visité varios de los hoteles que me
gustan para checarlos, y llegué a Goocha. Cené espectacular, aproveché el
internet un rato y Alan me mandó un mensaje que había terminado su tour y que
estaba en la plaza Rabín, muy cerca, que si tomábamos café. Ahí voy. Por
supuesto me desubiqué y fui primero a la playa, y luego ya llegué a Rabín. Me dió
el tour y la explicación del asesinato de Rabín, no por nada es el mejor guía de Israel- y ya luego nos sentamos a tomar
un café y platicar rico. Me dio pena quitarle más tiempo pues tenía tour
temprano y yo no tenía que hacer. Me fui caminando otra vez a Sarona, a la
estación de tren para tomar el tren a Ben Gurión. Llegué y ya estaba cerrado.
Tuve que tomar otro taxi, ni modo, al aeropuerto. Llegué a barrer. Imaginé
encontrar una seguridad tremenda. Bastante light, bastante ordenado. Antes de
pasar a salas, si hay que pasar por una estación de seguridad donde te hacen
preguntas, me vieron rara, me preguntaron cosas, llamaron a un supervisor, me
volvió a preguntar, ya al final me dejó pasar y me fui a las salas a esperar mi
vuelo. Muy bien internet, muy lindo aeropuerto. Al abordar el avión otra vez, que porque mi boleto tenía regreso a Tel Aviv: oiga no está usted para saberlo, pero es que yo vivo con Las Cucarachas de Junto y si, en efecto, vuelvo por acá. Ah, es que es raro. Que paranoia.
Israel
es una maravilla. Tenía tiempo de no venir y me fascina. Haram que teniéndolo
tan cerca no vaya más seguido porque está de sueño. Ahora que vuelva me quiero
dar una vueltita por el norte y espero que Alarís pueda venir a recibirme para
que conozca y si no ya programaremos otro viaje. No se lo puede perder.
Viniendo de la cultura que viene, nunca había tenido ganas. Los educan a que
Israel es “malo”, los judíos también. Y viceversa. A través de mí y de clientes
que hemos tenido judíos mexicanos, americanos y amigos como Alan, le ha
cambiado completamente la idea, se ha dado cuenta que las ideas de los demás no
tienes porqué hacerlas tuyas si son prejuicios. Hay que conocer . Lo mismo le
ha pasado a mis clientes: "Me habían dicho que en Jordania se trataba mal a los
paisanos...." Y lo pasan increíble, se van felices. Al final, todos somos gente
y tanto en un sitio como en el otro hay maravillas que ver y la gente es increíblemente
amable. Ven a conocer!
Shalom!
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