miércoles, 12 de septiembre de 2018

EL RINCÓN


EL RINCÓN

            Mientras fui niña, la idea del rincón no era una idea feliz. Era a donde mandaban castigados a los niños que se portaban mal en el kínder de métodos extremos al que asistí. No me tocó un kindercito Montessori todo alegría y felicidad. Ahí al niño que decía groserías le ponían un jabón de manos dentro de la boca un rato, al que platicaba mucho le pegaban la boca con cinta, y claro que te mandaban al rincón, como no. Hoy en día esos métodos serían motivo de escándalo y cierre del establecimiento. Entonces, era lo más normal. Que te mandaran al rincón, y te humillaran toda la mañana era par de campo. Así se aprendía.  El rincón era donde se acumulaba mugre. Donde encontrabas arañas y polvo. Donde olvidaron a la muñeca fea de la depresiva canción de Cri-Cri. Para nada tenía yo ganas de ir al rincón.

            Hoy en día, tengo una idea completamente diferente. Una amiga, parte de una familia en la que a todos los considero grandes amigos y familia de la que se escoge en la vida, tiene una tienda que así se llama. Es un lugar en donde se venden a consignación muchas cosas, muebles, enseres de casa, cosas de decoración , vajillas, ropa y hasta algunas joyas, collares vintage, pulseras art-deco, aretes muy originales. Piezas para servir únicas, cosas de cocina que pertenecieron a alguna abuelita, que no encontrarías ni de broma en ningún Williams-Sonoma y que son verdaderos tesoros y miles de cosas más.
            Ella es un mujerón. Fuerte, pero con un corazón enorme. Con un sentido del humor muy negro que no siempre entienden todos, pero que es  encantador.  Gran mamá, gran amiga, gran mujer de negocios. Es un placer verla en acción. Su mamá siempre decía de ella que era “muy mula” con un dejo de admiración en la voz y el corazón esponjado de orgullo.
            Lo que empezó como un rincón en un local chiquito, es ahora una cosa bastante grande y a mi me encanta ir, e ir con tiempo y preferiblemente con dinero-aunque mi crédito es bueno, si algo me gusta me lo guardan- porque siempre encuentro algo que buscaba, algo que no buscaba pero que me fascina y que está a un precio tan bueno que no hay manera que no me lo lleve, encuentro historias y además platico riquísimo con la dueña, con su hija que es encantadora y alarmantemente guapa y con otras clientas, amigas y gente que va apareciendo por allí. Es una manera deliciosa de pasar un rato.

            Por ejemplo, estaba yo buscando una recámara para el cuarto de servicio de mi nuevo departamento. En vez de ir a una tienda genérica a comprar unos muebles sin nada de personalidad y pagar un dineral, me fui al Rincón. Además, ya sabrás, acabada de divorciar, con el corazón apaleado, por supuesto se me antojaba mucho más pasar una mañana con gente linda que paseando entre los Hermanos Vázquez o Doña Sala y Don Colchón.  Llegué y ella no estaba, pero por supuesto sus empleadas son todas muy lindas y me dijeron, “Dése una vuelta, la señora no tarda”.  Aproveché para ver todos los tesoros. Alfombras de todos tamaños, espejos y cajoneras, cómodas y bargueños de miles de estilos, lámparas y candeleros. Qué historias hay detrás de todo esto…. La casa de los papás que ya no están y se vendió. La gente que se cambió de casa y cambió de estilo. Los jóvenes que al fusionar sus dos departamentos tuvieron que reducirse en espacio y vendieron los tesoros de la abuela. La señora que compró un sillón y no le quedó en su casa. Hay de todo. A la vuelta de una esquina había una máquina registradora antigua preciosa, en perfecto estado. No de las de color verdiazul esmaltado clásico, sino plateada, brillante, con el metal trabajado, parecía más que una máquina con uso práctico, una obra de arte. No sé que uso le daría yo a una cosa así más allá de ponerla como centro de mesa, pero me picaban las manos de ganas de tenerla. Tenía que ser seria, no venía a eso.
También encontré un sillón nuevecito color gris rata, ideal para el nuevo cuarto de mi hijo. Ni mandado a hacer. Ese sí me lo tuve que llevar. Encontré la recámara que venía a buscar a un precio espectacular y mucho más bonita que cualquier cosa que pudiera haber encontrado nueva, con cama, cabecera burós y además para acabarla, me las iban a mandar a mi departamento.

Llegaron mis amigas, llegó una amiga de ellas también que venía a devolver unos cubiertos que se llevó prestados o rentados para una cena, platicamos. Llegó otra señora que había dado clases en el colegio donde nos conocimos todas y también platicamos un ratito. Tristemente me tuve que ir porque tenía que ir a comer con mi hijo, pero la verdad, ir al Rincón, dan ganas de instalarse un buen rato y quedarse.  Me faltó ver las cosas de cristal, los adornos, las joyas, las bolsas, que aunque no compre nada, todas tienen historias, todas tienen potencial para divertirte y corres peligro de enamorarte de alguna cosa, como de la máquina registradora con la que todavía sueño a veces.
Puedes poner un departamento para rentar completito con un precio muy razonable, hasta con retratos de familiares ajenos y muebles vintage o modernos, llenar tus espacios, hacerte con un vestido de marca para una boda y además, pasarlo bomba en el proceso. Así mismo, si tienes algo que ya no usas, que no necesitas, lo llevas ahí y ellas se encargan de ponerle un precio justo y te lo exhiben ahí y cuando se vende, te lo pagan a cambio de una pequeña comisión. Me parece muchísimo mejor que ir con el señor que “compra usado” que generalmente te da tres pesos por todos tus tesoros.
            Me gusta compartir cuando encuentro algo bueno, o sea que les paso el tip: El Rincón Ponzanelli, en el puente viejo de Tecamachalco.
Salam!

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HELLAS

  Como lo que más me gusta en la vida es viajar, y hay que trabajar para vivir, no vivir para trabajar, mi respuesta a estar feliz es viajar...