EL RINCÓN
Mientras fui
niña, la idea del rincón no era una idea feliz. Era a donde mandaban castigados
a los niños que se portaban mal en el kínder de métodos extremos al que asistí.
No me tocó un kindercito Montessori todo alegría y felicidad. Ahí al niño que
decía groserías le ponían un jabón de manos dentro de la boca un rato, al que
platicaba mucho le pegaban la boca con cinta, y claro que te mandaban al
rincón, como no. Hoy en día esos métodos serían motivo de escándalo y cierre
del establecimiento. Entonces, era lo más normal. Que te mandaran al rincón, y
te humillaran toda la mañana era par de campo. Así se aprendía. El rincón era donde se acumulaba mugre. Donde
encontrabas arañas y polvo. Donde olvidaron a la muñeca fea de la depresiva
canción de Cri-Cri. Para nada tenía yo ganas de ir al rincón.
Hoy en día, tengo
una idea completamente diferente. Una amiga, parte de una familia en la que a
todos los considero grandes amigos y familia de la que se escoge en la vida,
tiene una tienda que así se llama. Es un lugar en donde se venden a
consignación muchas cosas, muebles, enseres de casa, cosas de decoración ,
vajillas, ropa y hasta algunas joyas, collares vintage, pulseras art-deco,
aretes muy originales. Piezas para servir únicas, cosas de cocina que
pertenecieron a alguna abuelita, que no encontrarías ni de broma en ningún
Williams-Sonoma y que son verdaderos tesoros y miles de cosas más.
Ella es un
mujerón. Fuerte, pero con un corazón enorme. Con un sentido del humor muy negro
que no siempre entienden todos, pero que es
encantador. Gran mamá, gran
amiga, gran mujer de negocios. Es un placer verla en acción. Su mamá siempre
decía de ella que era “muy mula” con un dejo de admiración en la voz y el
corazón esponjado de orgullo.
Lo que empezó
como un rincón en un local chiquito, es ahora una cosa bastante grande y a mi
me encanta ir, e ir con tiempo y preferiblemente con dinero-aunque mi crédito
es bueno, si algo me gusta me lo guardan- porque siempre encuentro algo que
buscaba, algo que no buscaba pero que me fascina y que está a un precio tan
bueno que no hay manera que no me lo lleve, encuentro historias y además
platico riquísimo con la dueña, con su hija que es encantadora y alarmantemente
guapa y con otras clientas, amigas y gente que va apareciendo por allí. Es una
manera deliciosa de pasar un rato.
Por ejemplo,
estaba yo buscando una recámara para el cuarto de servicio de mi nuevo
departamento. En vez de ir a una tienda genérica a comprar unos muebles sin
nada de personalidad y pagar un dineral, me fui al Rincón. Además, ya sabrás,
acabada de divorciar, con el corazón apaleado, por supuesto se me antojaba
mucho más pasar una mañana con gente linda que paseando entre los Hermanos
Vázquez o Doña Sala y Don Colchón.
Llegué y ella no estaba, pero por supuesto sus empleadas son todas muy
lindas y me dijeron, “Dése una vuelta, la señora no tarda”. Aproveché para ver todos los tesoros.
Alfombras de todos tamaños, espejos y cajoneras, cómodas y bargueños de miles
de estilos, lámparas y candeleros. Qué historias hay detrás de todo esto…. La
casa de los papás que ya no están y se vendió. La gente que se cambió de casa y
cambió de estilo. Los jóvenes que al fusionar sus dos departamentos tuvieron
que reducirse en espacio y vendieron los tesoros de la abuela. La señora que
compró un sillón y no le quedó en su casa. Hay de todo. A la vuelta de una
esquina había una máquina registradora antigua preciosa, en perfecto estado. No
de las de color verdiazul esmaltado clásico, sino plateada, brillante, con el
metal trabajado, parecía más que una máquina con uso práctico, una obra de
arte. No sé que uso le daría yo a una cosa así más allá de ponerla como centro
de mesa, pero me picaban las manos de ganas de tenerla. Tenía que ser seria, no
venía a eso.
También encontré un sillón nuevecito color gris rata, ideal para
el nuevo cuarto de mi hijo. Ni mandado a hacer. Ese sí me lo tuve que llevar.
Encontré la recámara que venía a buscar a un precio espectacular y mucho más
bonita que cualquier cosa que pudiera haber encontrado nueva, con cama,
cabecera burós y además para acabarla, me las iban a mandar a mi departamento.
Llegaron mis amigas, llegó una amiga de ellas también que venía a
devolver unos cubiertos que se llevó prestados o rentados para una cena,
platicamos. Llegó otra señora que había dado clases en el colegio donde nos
conocimos todas y también platicamos un ratito. Tristemente me tuve que ir
porque tenía que ir a comer con mi hijo, pero la verdad, ir al Rincón, dan
ganas de instalarse un buen rato y quedarse.
Me faltó ver las cosas de cristal, los adornos, las joyas, las bolsas,
que aunque no compre nada, todas tienen historias, todas tienen potencial para
divertirte y corres peligro de enamorarte de alguna cosa, como de la máquina
registradora con la que todavía sueño a veces.
Puedes poner un departamento para rentar
completito con un precio muy razonable, hasta con retratos de familiares ajenos
y muebles vintage o modernos, llenar tus espacios, hacerte con un vestido de
marca para una boda y además, pasarlo bomba en el proceso. Así mismo, si tienes
algo que ya no usas, que no necesitas, lo llevas ahí y ellas se encargan de
ponerle un precio justo y te lo exhiben ahí y cuando se vende, te lo pagan a
cambio de una pequeña comisión. Me parece muchísimo mejor que ir con el señor
que “compra usado” que generalmente te da tres pesos por todos tus tesoros.
Me gusta
compartir cuando encuentro algo bueno, o sea que les paso el tip: El Rincón
Ponzanelli, en el puente viejo de Tecamachalco.
Salam!
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