El primer día de tercero de primaria, yo no lo sabía pero iba a ser importantísimo para el resto de mi vida. No por lo que aprendí, que si, también fue mucho, sino porque fue un año escolar en donde conocí a gente que sería para mi importantísima. Había maestras nuevas, que aún con la diferencia de edad, se convirtieron en amigas que al día de hoy aprecio muchísimo y hubo niñas nuevas, que también, con el tiempo, se convirtieron en hermanas.
Una de las niñas nuevas me causaba muchísima curiosidad. Muy mexicana de físico, en un principio calladita, porque estaba observando y viendo que lugar iba a tomar en nuestro pequeño grupo. Mi colegio era muy chiquito. Mi generación en ese momento era de once niñas, y en todo el colegio no eramos más de setenta o sea que eramos todas una gran familia. Nos conocíamos, nos molestábamos unas a otras y nos queríamos.
S, rápidamente se hizo un lugar entre nosotros. Se hizo amiga de todas. Decía entonces que de grande iba a ser Miss Universo. Pues poco le faltó, pero no me quiero adelantar. Simpatiquísima, divertida, vivaracha, con un mundo más allá de sus años porque en su familia había obligaciones políticas y sociales complejas, raíces en otra ciudad. Nos hicimos muy amigas pronto y tanto iba yo a su casa como ella venía a la mía y a lo mejor se quedaba varios días porque no venían por ella y mi mamá le decía, Mira, si van a venir, pero de mientras, porque no te pones la pijama? Bailamos juntas, hicimos deportes, fuimos a retiros, nos carcajeamos en la escuela. De más grandes, salimos juntas a bailar, fuimos a Acapulco. Compartimos familias, risas, corazones apachurrados por pleitos con amigas, noviecitos y demás. Nos acompañamos en los noviazgos y estuvimos en las bodas una de la otra, en las fiestas infantiles de nuestros hijos. Las de los hijos de ella eran como el Cirque du Soleil, unas producciones espectaculares. No nos veíamos diario ni mucho menos, ni éramos indispensables para el día a día de cada quien pero a lo largo de más de cuarenta años, fuimos un punto fijo, un pied a terre de cariño al que siempre volver.
La admiraba mucho. Si bien su presencia era tan grande que muchas veces, si ella estaba, no se podía compartir con los demás pues como una llamarada, absorbía todo el oxígeno de la habitación. Era como una estrella fugaz, llegando tarde a todos sitios porque tenía mil y un compromisos, era como una princesa, inaugurando hospitales, haciendo beneficencia para niños, para viejitos, con mil proyectos personales, siempre impecable y divina, tomando el cariz necesario para ser la reina de una gala donde había jefes de estado o la estrella de un palenque. Chistosa a más no poder, fuerte como el acero y un ser de una luz impresionante que repartía calidez por donde iba. No me malentiendas, no era una santa. Sabía ser muy dura, decir las cosas sin tapujos, pero así como tenía sus amigas de toda la vida, gente que trabajó en su casa siempre y era considerada familia, también iba recogiendo y cobijando amigas nuevas, casos y cosas y podríamos hacer una lista infinita de gente que recibió de ella ayuda, cariño o por lo menos un rato para no olvidarse nunca con una canción, un baile o una fiesta.
Era capaz de dormir como Geisha sin poner la cabeza en la almohada para dejarse el maquillaje y peinado que le habían hecho para un photoshoot e irse al día siguiente como princesa a las 6 am al aeropuerto. De llegar a un desayuno y mientras platicaba sacar mil productos misteriosos de su bolsa y convertirse de una señora normal en pants en una socialité lista para salir en el Hola! , de tomar un avión desde París para venir a la boda de una amiga, de ir a Pachuca a un palenque llevando a varias amigas, de tener conversaciones profundas en tono de risa.
Seguirle el paso era una faena. Era un huracán que lo mismo iba a la feria de Sevilla, a las Colecciones de París, a la Casa de La Sal , a la Casa de la Amistad y al Hospital infantil Privado. A bautizarle el bebé a una muchacha, lo mismo que a una presidenta, a una gala en Nueva York y a un café en el parque con las amigas del colegio.
Estuve en México en Mayo y nos vimos un día . Como siempre, llegó tarde, se fue pronto, entre compromisos. Mientras estuvo, fue la voz cantante de la conversación, cuando se fue, las demás platicamos pero como que la reunión perdió brillo. Así era ella.
Hoy no puedo dejar de llorar, porque si bien no me era indispensable en el diario vivir, fue para mi un cariño importante, una gente digna de admiración, un ejemplo en muchos sentidos. Se fue como la Reina que fue, siempre jóven, siembre preciosa, nunca sencilla, humilde ni apocada, porque , pooor? Hasta el último respiro, generosa a más no poder, sus órganos van a dar una oportunidad a otras personas .
Todas esas platitudes de vuela alto, de brilla siempre salen sobrando. Me dijo hoy Alaris que las mejores personas se van primero para hacernos camino y lugar a los demás. Está angustiadísimo porque dice que verme llorar sin cesar lo hace sentir débil. Que el me prometió cuidarme y darme paz. Le digo que no se preocupe, que tengo que sacar lo que llevo dentro y como dice Francisco, es lo que toca. Hoy lloramos.
Siempre en mi corazón como en el de tanta gente que tuvimos el honor y el placer de compartir contigo.
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