sábado, 18 de enero de 2020

Matarile.....


Matarile

            Venía hoy regresando del gimnasio. Un día de asco. Lluvia de chipichipi, frío y neblina. Hermoso clima del Levante en invierno y de pronto, vi en medio de la calle, en la esquina, ya para llegar a mi casa, un gran charco rojizo.  Me llamó la atención porque nada estaba encharcado así y nada de ese color.
            Voltee a ver y…. ZAS! En la esquina, acaban de terminar hace poco un edificio de departamentos, que dieron una lata tremenda construyendo. Que si ponían sus cisternas sobre la calle, frente a mi garaje, que si los albañiles se gritaban instrucciones desde la azotea a la calle. Si no era una era otra. El resultado fue un edificio muy mono, con departamentos grandecitos de entre 300 y 400 metros, y no he entrado, pero para promocionarlos, acostumbran tener las luces prendidas para que los veas desde afuera y se ven padres.
            Pues el dichoso comprador de uno de ellos, como se acostumbra aquí, festejó o agradeció el hecho, sacrificando a un pobre borrego, ahí mismo. De la ventana a nivel calle colgaban las patas y la piel del ahora occiso y un hombrecito en chanclas, que mañana será candidato a una neumonía, estaba, como se hace en mi México, limpiando el garaje a manguerazo feroz, después de haberle dado matarile al pobrecito bicho. ¡No manches!  Estas cosas sí me recuerdan, como a Dorothy, que “We are not in Kansas anymore”. Ya parece que te compras un departamento en Santa Fé y procedes a destazar a un animalito en las áreas comunes del edificio,  sin que nadie levante una ceja. Yo creo que los vecinos, mínimo, le llaman a la patrulla, a salubridad o a un exorcista.

            Lo peor es que me acordé que hace poco, el Tocayo, el infalible portero de mi edificio, que, número uno, no tiene una economía tan boyante como para andar matando bichos de gran alzada y número dos, como es Egipcio, supongo que extraña la comida ribereña de su pueblo, tuvo la ocurrencia de invitar a otros amigos Egipcios, porteritos también, a una comida de cuates. Como el pato, que es un plato muy Egipcio, acá no es muy común, no lo venden en el súper así, salvo importado en bolsa, congelado, y caro, como en ciertos mega-supers en México y pues, como a cualquier portero “selizofácil”, ir al mercado al centro y comprar un pato vivo. El tal pato, oca o lo que haya sido, afortunadamente no tuve el susto, vio el fin de sus días en el estacionamiento de mi casa. Afortunadamente Alarís y yo andábamos de gira artística no me acuerdo dónde. Como Alarís es el administrador del edificio porque es re-buena gente, a los dos minutos del paticidio le empezaron a llegar whatsapps consternados, ¡Qué barbaridad! Esto no puede ser. Hay que llamarle la atención al portero. Hay sangre y plumas en un rincón…… El Tocayo es sumamente prolijo y en dos minutos ya no había rastros de la funesta acción, pero de todos modos los vecinos se consternaron. Yo también me hubiera consternado, pero dada la costumbre que hay en este país de matar animalitos a derecha y a izquierda en la mera casa del asesino, la doble moral del asunto me parece un tanto hipócrita. Si hubiera sido el nuevo vecino de abajo, al que vino a ver un pariente del rey (no me queda muy claro cual, pero resulta que ha de ser de mucho caché porque es carnal de alguien de la familia real, ahí nomás así tengo vecinos tu…), no creo que se la hubieran armado de jamón de la misma forma.

            Cada vez que veo estas cosas me acuerdo que vivo entre gente que hasta hace muy poco eran nómadas de desierto y que sí somos bien diferentes.
            A ver con que otro detallito salen los vecinos. 
            Salam!

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

HELLAS

  Como lo que más me gusta en la vida es viajar, y hay que trabajar para vivir, no vivir para trabajar, mi respuesta a estar feliz es viajar...