Llevo un par de días sin poder dormir.
Entre el calor, unos perros que andan sueltos cerca del pueblo, los mosquitos y
la preocupación de unos programas para el mes que entra en que el turismo está
a tope y no hay donde acomodar a la gente ni guías suficientes para todos, no
ha habido forma.
Había
quedado de ir temprano con Alarís a Irbid, la ciudad grandecita que está al
norte de Jordania, a recoger un coche para un míster que va a pasar una
temporada acá en el norte y traérselo al pueblo. Este señor vive en algún
Emirato, se me olvida en cual, y acostumbra venir cada año y ya es clientazo,
siempre le rentamos algún coche, lo llevamos y traemos al aeropuerto y le
organizamos varias cosas. Total, Alarís me vio tan dormida, me había medio oído
vagar por la casa a altas horas de la madrugada y decidió dejarme dormir.
Pensaba ver a quien le decía que lo acompañara a por el coche. Lo oí cuando se
vestía y antes de estar del todo despierta ya estaba lavándome los dientes y
diciéndole “ Ya voy....., hazme un cafecito no seas gacho”. Total, ahí fuimos a por el dichoso coche. Los
árabes son bien vaciados. Nada puede ser rapidito. Todo tiene sus rituales.
Pasamos a la oficina del cuate del coche. Lo esperamos. Subimos. Nos ofreció un
café (para mi regocijo), nos lo tomamos y chacoteamos de unas cosas y otras,
que si quién iba a manejar el coche hasta el pueblo. Me indigné un poco de que
hubiera que preguntar si era correcto que lo manejara yo. Tengo licencia
jordana y manejo mejor que la gran mayoría de la ciudadanía en Irbid. Por el
hecho de ser mujer hay que preguntar???
Le dije que sin broncas lo manejaba Alarís y yo me llevaba nuestra van,
nomás faltaba. Dijo que no había ningún
problema. Se sorprendió enormemente de que hablara en árabe y que me refiriera
a Alarís como “mi socio”. No había hablado mucho porque esa manera extra
floreada de los árabes de hablar por hablar todavía no se me da y mucho menos
con un señor desconocido.
No sé si has oído a nativos hablar en
árabe o visto películas con subtítulos. La próxima vez fíjate. Se oyen
muchísimas palabras y lo que ponen los subtítulos es “¿Cómo estás?”. Y es
verdad, así es. Preguntan cinco o seis preguntas seguiditas que todas en
realidad significan lo mismo, pero son ¿Como estás? ¿Cual es tu color? ¿Que
noticias tienes? ¿Que tal tu vida? ¿que tal tu sonido? ¿Cómo está tu
salud?...... después vienen las respuestas: gracias a Dios (bien o mal, se le
achaca a Alá) y siguen un montón de bendiciones: Dios te dé larga vida, te
cuide te proteja, te de salud, te cuide en tus negocios....... Mi madre!! Yo
solo digo Hola. Como estás? Bien y tu? Y la gente cree que estoy cabreada, pero
la verdad esa es la información que quería transmitir, que no? Me siento
rarísima preguntando 35 cosas, que todas son lo mismo sin esperar respuesta
entre una y otra. Entonces callo y miro. Y la gente cree que una de dos, o que
estoy de malas o que soy idiota, por que para quitar el malentendido número uno
procuro sonreír. Entonces solo creen que soy medio simple de mente.
Mientras
íbamos para allá pasamos por la aldea donde vive una de las hermanas de Alarís
y dijo, le voy a hablar que nos haga de desayunar y pasamos de regreso. Le
dije, que es un pasado, que la iba a despertar y que yo mandaría por las cocas
a mis hermanos si me salen con una historia así. Me dijo que porque a mi me
educaron para ser bastante mala persona, supone. Que a sus hermanas les da
gusto verlo, no importa la hora y alimentarlo es parte del contrato. Pues
bueno. Le habló pues a su hermana, efectivamente despertándola y le dijo que en
un rato le caíamos a desayunar. Y ella le dijo que claro que sí.
Todas
las hermanas de Alarís, y son muchas, son encantadoras. De verdad me cuesta
trabajo escoger una favorita. Esta en particular es de lo más cariñosa, súper
entusiasta para todo. Siempre que me ve me apapacha mucho, me dice “Te extra ñé” en el poco inglés que habla y le parece padrísimo
inventar pijamadas, comidas, reuniones. La última vez que la fui a ver, me
dijo, quédate a dormir y mañana desayunas aquí (no traía yo pijama, cepillo de
dientes, mis pastillas de la tiroides, no está fácil que una ñora de mi edad
tome esas decisiones espontáneamente...) y ella si me ha caído en mi casa a
dormir, y con el mismo entusiasmo cocina, lava los pisos, llevamos niños al
parque. Es muy linda.
Las
mujeres de mi nueva familia cocinan espectacular, pero comida árabe y no son
paladares muy aventureros. Las sacas de sus platillos tradicionales y no
quieren ni probar, ponen cara de asco o de tristeza. Esta mujer es la excepción.
Come hasta piedras y siempre con entusiasmo y gusto por todo. Le gusta probar
de todo. Cuando va a mi casa me dice, hagamos algo mexicano y así ha aprendido
a comer, y a veces hace en su casa, rajas con crema, tortillas, pescado
zarandeado, caldo tlalpeño. Lo mismo se apuntó a venir a mi festejo de
cumpleaños a caminar, aprendió a manejar hace poco, me pidió que le ayudara a
aprender a hacer traducciones porque entiende latín y conoce a un farmacéutico
que necesita que le traduzcan textos del latín al árabe. Le enseñé a hacerlos
en la computadora, a formatearlos padre, a usar el contador de palabras para
cobrar y lo hace muy bien.
Estudió diseño de interiores y tiene su
casita, que es muy chiquita, puesta muy linda, siempre trae a sus niños impecables,
es un mujerón.
Llegamos
a su casa y Alarís se entretuvo dándole la vuelta en U a la camioneta y yo me
adelanté a saludar a los niños. Tiene dos niños de 4 y 3 años que me costó un
triunfo echarme a la bolsa pero, lo logré. Años de traer paletas en todos los
bolsillos siempre. Al principio era yo la tía cebolla. Sobre todo la niña
chiquita, me veía y lloraba. Para mi desesperación porque está monísima y
además Alarís es muy niñero y los niños lo adoran. Estaba gacho que nadamás me
vieran y se les helara la sonrisa. Pues lo logré. Ahora me saludan con el mismo
gusto que a él, me dan de besos, me cuentan historias. Para cuando entró Alarís
ya estábamos entradazos en el juego y su mamá ya estaba llenando la mesa de
cosas de comer, entre ellas los frijoles refritos árabes del título. Acá hacen
frijoles muchas veces para desayunar, muy distintos a los nuestros, pero muy
ricos y los que hace ella son mis favoritos. Se sirven fríos, con ajo, un poco
de limón, jitomate crudo picadito y cilantro. Por supuesto que les encanta
ponerles también aceite de olivo crudo, como a todo. Se comen con pan y son
riquísimos. Puso también jocoque, jitomate, pepinos, un omelette con zatar,
encurtidos, mermelada y quién sabe que tanta cosa. Un desayuno riquísimo.
Platicamos rico, jugamos con los niños, que andaban platicadores. Dijeron que
querían ser de grandes, nos hicieron reír.
Cuando nos tuvimos que despedir para ir
a dejar el coche y porque Alarís tenía que ir luego a Zarqa a por un asiento y
una llanta para otro coche y yo tenía que trabajar me encantó que los niños
dijeron, que si el se tenía que ir, OK, pero que dejara a la tía. PUM! Ya les gusto aunque venga sola. Que feliz!! Y
conste que no traía dulces esta vez.
Tengo
familia. Muy grande, muy querida y muy cercana a pesar de los kilómetros y los
horarios que nos separan, pero esta familia que Alarís me ha compartido es un
extra que nunca me imaginé y que me llena las ganas de cariño.
Salam!
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