sábado, 27 de julio de 2019

VEO VEO


VEO VEO




            Escribo esta vez como observadora de una serie de eventos medio locos que me ha tocado presenciar y quiero compartir. Como mi mente funciona de manera un poco suya, me da por ver y hacerme preguntas acerca de las historias que habrá detrás de lo que veo.
            Te comparto, te invito a mirar, a ver si te pasa lo mismo y si no, pásale, y solamente te acompaño un rato mientras te tomas un café.
            Como paso mucho tiempo en los aeropuertos y fronteras, me toca ver mucha gente que viene y va. Veo pedacitos de su historia y me imagino el contexto.
            Checa, la zona de migración del Aeropuerto Reina Alia, donde todo el mundo tiene que tener una visa si no es residente o árabe, o si no la trae, pagarla a la llegada o traerla arreglada con una agencia de viajes local, me tocó ver a una joven gringa que discutía con los policías diciendo, “Es que yo no quiero una visa. No la voy a pagar porque no la quiero”.
 A ver si nos entendemos señorita: usted pretende pasar al país, cierto?
“Si, pero solamente un par de días”.
 Ajá, pues aunque sea uno, necesita una visa y cuesta 60 dólares. 
“Pero no la quiero”. 
Que impresión la frescura y la ignorancia de uno que puede creerse dueño del mundo, y que cree que las leyes de otros países están sujetas a lo que quiera. La gente se debería de educar un poquitito antes de que la dejen salir, digo, para no dar vergüenza. ¿Ella creía que la gente tiene visa de Estados Unidos por coleccionarla, por recuerdo o porque da estatus?
            Cambiamos rápidamente de día y de historia. Está tu charra parada en la parte de afuera del aeropuerto con sendo letrero con el nombre de las personas a las que espera. El aeropuerto ese día, por alguna razón parece romería, está optudimóder.  Este es un aeropuerto relativamente chico, muy mono, y la parte de llegadas, donde puede esperar la gente da a la salida de donde los pasajeros recogen su equipaje donde hay unos policías militares dizque manteniendo el orden y unas barreras o barandales para que la gente espere detrás y deje libre el paso para los que salen. Cuando los que esperan son profesionales del turismo, todo en orden. La cosa está en cuando vienen arabitos a esperar a sus familiares. En este país todavía hay muchas aldeas chiquitas con gente muy pueblerina. El hecho de viajar es un graaaaan evento y entonces cuando alguien llega, se descuelga medio pueblo a recibirlo, a veces hasta con la legión árabe, que es como el mariachi de acá. Cuando eso sucede, no hay barrera o policía que valga. No hay ningún respeto al orden y el aeropuerto se vuelve un camote.
El día en cuestión estaba yo con mi letrero donde se juntan toda la gente como yo que espera pasajeros, que para un hotel, que para una conferencia, para una compañía de tours..... Muchos de ellos esta es su única chamba, pararse en el aeropuerto y luego “entregan” con alguien que está afuera. Para esta chamba poseen la ropita designada, que no lavan ni de casualidad y por tanto, huelen a maldad pura. Cada que levantan su letrerito dan ganas de voltear y acomodarles un gancho al hígado por marranos. De estos olores que penetran y cabrean.  Bueno, me distraigo. Estaba en esas, mientras una banda enorme de Khaltos o tías de pueblo se metieron adelante de la barrera. Como 10 o 12 señoras de hijab obscuro y vestido, como las típicas tías de pueblo. Los policías fueron a decirles que no podían estar ahí. Estas algo les dijeron y los policías se agacharon, no se sintieron con fuerza moral para imponerse ante las ñoras. Lo peor es que las tías, no venían solas, no señor. De pronto les brotaron sobrinas y sobrinos, niños chicos y medio pueblo. Como buenos árabes traían snacks, entonces comían cosas y dejaban basura en el suelo. Los niños escalaban la barrera. Un desorden mayúsculo. Los pasajeros que salían no podían ver los letreros de los que estábamos detrás por lo que los teníamos que levantar, con la consecuente peste a sobaco....
            Estábamos en esas cuando me llamó la atención un chavo que salió solo, sin maletas, con unos audífonos grandes como de DJ y mirada de paz, no buscaba a nadie, pero se veía algo raro, no supe bien porqué. De repente se quiso regresar y ahí si la policía no lo dejó. Una vez que sales, no puedes volver. No hizo aspavientos y se fue hacia afuera. Nunca se quitó los audífonos. Si hubiera habido menos pelotera me hubiera acercado a preguntar si se le ofrecía algo, pero entre el tumulto, iba a perder mi escaso lugar entre los apestosos y me quedé ahí. Mal hecho, debí de haber hecho caso al instinto que algo sentí que no estaba bien. Pero me habló por teléfono el agente migratorio que había un problema con las visas de mi gente y me distraje....
De repente salió a quien esperaban las tías. Un cuate equis que yo creo que se fue a trabajar muy lejos y hace mucho porque una chava joven, vestida de musulmana tradicional corrió como loca, esquivó como quarterback al poli que la quiso atajar y pegó un brinco volador a los brazos del occiso y lo cubrió de besos. Esto en occidente puede ser normal. En un país musulmán una demostración pública de cariño así es algo no visto. Después como que cayeron en la cuenta de que estaban dando un espectáculo y se recompusieron pero para entonces las tías descendieron sobre el hombrecito y también lo besuquearon, lloriquearon, causando que los niños chicos que no entendían que lloraran también y ya se fueron todos, dejando un tiradero. Pasó un bangladeshí con un trapeador de esos de como dos metros y recogió sus papeles de papas y galletas y volvió la paz. Me quedé con ganas de saber que historia habría detrás. A dónde fue el hombre. Cuánto tiempo, porqué. Si le fue bien. Si ya se queda, si se lleva a la esposita......
            En eso estaba cuando de repente el joven de los audífonos, regresa, de la mano de un señor pelón mayor. Ahora si me di cuenta que caminaba un poco raro. Como si tuviera un puntito de autismo o de alguna cuestión mental. Se acercaron con los policías y el señor algo les explicó. Hablaron por el radio y salió de equipajes volada una señora con la cara llena de lágrimas y la expresión más angustiada del mundo. Solo ver al chavo respiró. Yo supongo, su mamá, que en lo que sacaba la maleta de la banda o iba al baño, el niño se le fue y ya no lo encontró. Se salió y no lo dejaron volver. Ella como loca buscándolo dentro y el paseándose afuera. Menos mal alguien los ayudó a encontrarse. Que angustia. Esa mamá es heroica porque traía a su cargo un adulto hecho y derecho físicamente pero un niñito en verdad y en un momentito se le perdió en el caos y el gentío. Menos mal hubo final feliz.
            Para rematar, te voy a contar otra anécdota extrañísima y que no tiene relación ninguna con las anteriores pero que en esta vida errante, me tocó ver por casualidad. Resulta que en el desierto de Wadi Rum, que me fascina, hay una pista de carreras de camellos y una asociación de carreras de camellos. Supuestamente el Islam prohíbe la apuesta, pero todos sabemos como va eso. Los caballos ganadores de los Derbies de Kentucky y de Ascot,  los compran los jeques árabes y en realidad les encantan todas esas cosas. Yo había visto a los camellos entrenar. Los llevan a correr la pista para que se la aprendan y los premian al final, pues las carreras son sin jinete. De esta manera condicionan al bicho a correr hacia la meta. Los animalitos tienen que saber lo que tienen que hacer ellos solos. Se reparte una bolsa importante de dinero entre los ganadores y además el camello ganador, vale una lana, y se vende en subasta, normalmente a los Emiratíes o Saudis que son los más gallos para esas cosas. Ahora, nunca me había tocado ver la carrera en sí.  Este fín de semana vinieron de Israel un par de hermanos a visitar de volada Petra y el desierto y como tenían que estar de regreso en sábado a buena hora en Jerusalén, teníamos que salir tempranísimo del desierto antes de que cerraran el paso fronterizo. El último camión sale a las 11 y Wadi Rum está a 430 kilómetros de la frontera con Jerusalén, o sea que nos levantamos temprano y salimos volados. Al salir del desierto nos tocó ver la carrera. Que cosa más simpática. Ponen a los camellos como caballos de hipódromo en las casetitas de salida, con trapos de colores sobre la joroba para distinguir cual es cual. Como treinta camellos a la vez y.......arrancan! salen corriendo despavoridos. No sé si has tenido el susto, pero tienen las patas larguísimas y saben correr rápido. Mientras tanto los beduinos, en sus pickups los siguen por fuera del óvalo echándoles porras, una cosa chistosísima, y por dentro del óvalo va una pick up con un juez y una cámara de tele y el narrador de la justa. Mientras tanto de fondo un paisaje de locos con el sol apenas saliendo. Una cosa padrísima. Le dije a mi amigo beduino que porqué nunca me había dicho para ir a ver. Llevo tres años yendo al desierto muy seguido y es la primera vez que veo las carreras. Dice que hay una vez al mes. Yo creo que a la gente a lo mejor le interesa verlas. Está chistosísimo.  Pues ya habiendo visto nuestra carrera, nos fuimos volados a la frontera y llegamos rayando para que la gente pudiera regresar a Jerusalén.
            Luego me preguntan que si no me aburro, que si no es monótono dedicarme a lo que me dedico.  Para nada! Viajo mucho, conozco gente casi siempre linda, y si no me carcajeo con Alarís de las anécdotas raras que Alhamdulillah han sido poquísimas, y  para acabarla tengo oportunidad de observar vidas y gentes que jamás me hubiera imaginado. ¿Como me voy a aburrir?
Salam!

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HELLAS

  Como lo que más me gusta en la vida es viajar, y hay que trabajar para vivir, no vivir para trabajar, mi respuesta a estar feliz es viajar...