VEO VEO
Escribo esta vez
como observadora de una serie de eventos medio locos que me ha tocado
presenciar y quiero compartir. Como mi mente funciona de manera un poco suya,
me da por ver y hacerme preguntas acerca de las historias que habrá detrás de
lo que veo.
Te comparto, te
invito a mirar, a ver si te pasa lo mismo y si no, pásale, y solamente te
acompaño un rato mientras te tomas un café.
Como paso mucho
tiempo en los aeropuertos y fronteras, me toca ver mucha gente que viene y va.
Veo pedacitos de su historia y me imagino el contexto.
Checa, la zona de
migración del Aeropuerto Reina Alia, donde todo el mundo tiene que tener una
visa si no es residente o árabe, o si no la trae, pagarla a la llegada o
traerla arreglada con una agencia de viajes local, me tocó ver a una joven
gringa que discutía con los policías diciendo, “Es que yo no quiero una visa.
No la voy a pagar porque no la quiero”.
A ver si nos entendemos
señorita: usted pretende pasar al país, cierto?
“Si, pero solamente un par de días”.
Ajá, pues aunque sea uno,
necesita una visa y cuesta 60 dólares.
“Pero no la quiero”.
Que impresión la frescura y la ignorancia de uno que puede creerse
dueño del mundo, y que cree que las leyes de otros países están sujetas a lo
que quiera. La gente se debería de educar un poquitito antes de que la dejen
salir, digo, para no dar vergüenza. ¿Ella creía que la gente tiene visa de
Estados Unidos por coleccionarla, por recuerdo o porque da estatus?
Cambiamos
rápidamente de día y de historia. Está tu charra parada en la parte de afuera
del aeropuerto con sendo letrero con el nombre de las personas a las que
espera. El aeropuerto ese día, por alguna razón parece romería, está
optudimóder. Este es un aeropuerto
relativamente chico, muy mono, y la parte de llegadas, donde puede esperar la
gente da a la salida de donde los pasajeros recogen su equipaje donde hay unos
policías militares dizque manteniendo el orden y unas barreras o barandales
para que la gente espere detrás y deje libre el paso para los que salen. Cuando
los que esperan son profesionales del turismo, todo en orden. La cosa está en
cuando vienen arabitos a esperar a sus familiares. En este país todavía hay
muchas aldeas chiquitas con gente muy pueblerina. El hecho de viajar es un
graaaaan evento y entonces cuando alguien llega, se descuelga medio pueblo a
recibirlo, a veces hasta con la legión árabe, que es como el mariachi de acá.
Cuando eso sucede, no hay barrera o policía que valga. No hay ningún respeto al
orden y el aeropuerto se vuelve un camote.
El día en cuestión estaba yo con mi letrero donde se juntan toda
la gente como yo que espera pasajeros, que para un hotel, que para una
conferencia, para una compañía de tours..... Muchos de ellos esta es su única
chamba, pararse en el aeropuerto y luego “entregan” con alguien que está
afuera. Para esta chamba poseen la ropita designada, que no lavan ni de casualidad
y por tanto, huelen a maldad pura. Cada que levantan su letrerito dan ganas de
voltear y acomodarles un gancho al hígado por marranos. De estos olores que
penetran y cabrean. Bueno, me distraigo.
Estaba en esas, mientras una banda enorme de Khaltos o tías de pueblo se
metieron adelante de la barrera. Como 10 o 12 señoras de hijab obscuro y
vestido, como las típicas tías de pueblo. Los policías fueron a decirles que no
podían estar ahí. Estas algo les dijeron y los policías se agacharon, no se sintieron
con fuerza moral para imponerse ante las ñoras. Lo peor es que las tías, no
venían solas, no señor. De pronto les brotaron sobrinas y sobrinos, niños
chicos y medio pueblo. Como buenos árabes traían snacks, entonces comían cosas
y dejaban basura en el suelo. Los niños escalaban la barrera. Un desorden
mayúsculo. Los pasajeros que salían no podían ver los letreros de los que
estábamos detrás por lo que los teníamos que levantar, con la consecuente peste
a sobaco....
Estábamos en esas
cuando me llamó la atención un chavo que salió solo, sin maletas, con unos
audífonos grandes como de DJ y mirada de paz, no buscaba a nadie, pero se veía
algo raro, no supe bien porqué. De repente se quiso regresar y ahí si la
policía no lo dejó. Una vez que sales, no puedes volver. No hizo aspavientos y
se fue hacia afuera. Nunca se quitó los audífonos. Si hubiera habido menos
pelotera me hubiera acercado a preguntar si se le ofrecía algo, pero entre el
tumulto, iba a perder mi escaso lugar entre los apestosos y me quedé ahí. Mal
hecho, debí de haber hecho caso al instinto que algo sentí que no estaba bien.
Pero me habló por teléfono el agente migratorio que había un problema con las
visas de mi gente y me distraje....
De repente salió a quien esperaban las tías. Un cuate equis que yo
creo que se fue a trabajar muy lejos y hace mucho porque una chava joven,
vestida de musulmana tradicional corrió como loca, esquivó como quarterback al poli
que la quiso atajar y pegó un brinco volador a los brazos del occiso y lo
cubrió de besos. Esto en occidente puede ser normal. En un país musulmán una
demostración pública de cariño así es algo no visto. Después como que cayeron
en la cuenta de que estaban dando un espectáculo y se recompusieron pero para
entonces las tías descendieron sobre el hombrecito y también lo besuquearon,
lloriquearon, causando que los niños chicos que no entendían que lloraran
también y ya se fueron todos, dejando un tiradero. Pasó un bangladeshí con un
trapeador de esos de como dos metros y recogió sus papeles de papas y galletas
y volvió la paz. Me quedé con ganas de saber que historia habría detrás. A
dónde fue el hombre. Cuánto tiempo, porqué. Si le fue bien. Si ya se queda, si
se lleva a la esposita......
En eso estaba
cuando de repente el joven de los audífonos, regresa, de la mano de un señor
pelón mayor. Ahora si me di cuenta que caminaba un poco raro. Como si tuviera
un puntito de autismo o de alguna cuestión mental. Se acercaron con los
policías y el señor algo les explicó. Hablaron por el radio y salió de
equipajes volada una señora con la cara llena de lágrimas y la expresión más
angustiada del mundo. Solo ver al chavo respiró. Yo supongo, su mamá, que en lo
que sacaba la maleta de la banda o iba al baño, el niño se le fue y ya no lo
encontró. Se salió y no lo dejaron volver. Ella como loca buscándolo dentro y
el paseándose afuera. Menos mal alguien los ayudó a encontrarse. Que angustia.
Esa mamá es heroica porque traía a su cargo un adulto hecho y derecho
físicamente pero un niñito en verdad y en un momentito se le perdió en el caos
y el gentío. Menos mal hubo final feliz.
Para rematar, te
voy a contar otra anécdota extrañísima y que no tiene relación ninguna con las
anteriores pero que en esta vida errante, me tocó ver por casualidad. Resulta
que en el desierto de Wadi Rum, que me fascina, hay una pista de carreras de
camellos y una asociación de carreras de camellos. Supuestamente el Islam
prohíbe la apuesta, pero todos sabemos como va eso. Los caballos ganadores de
los Derbies de Kentucky y de Ascot, los
compran los jeques árabes y en realidad les encantan todas esas cosas. Yo había
visto a los camellos entrenar. Los llevan a correr la pista para que se la
aprendan y los premian al final, pues las carreras son sin jinete. De esta
manera condicionan al bicho a correr hacia la meta. Los animalitos tienen que
saber lo que tienen que hacer ellos solos. Se reparte una bolsa importante de
dinero entre los ganadores y además el camello ganador, vale una lana, y se
vende en subasta, normalmente a los Emiratíes o Saudis que son los más gallos
para esas cosas. Ahora, nunca me había tocado ver la carrera en sí. Este fín de semana vinieron de Israel un par
de hermanos a visitar de volada Petra y el desierto y como tenían que estar de
regreso en sábado a buena hora en Jerusalén, teníamos que salir tempranísimo
del desierto antes de que cerraran el paso fronterizo. El último camión sale a
las 11 y Wadi Rum está a 430 kilómetros de la frontera con Jerusalén, o sea que
nos levantamos temprano y salimos volados. Al salir del desierto nos tocó ver
la carrera. Que cosa más simpática. Ponen a los camellos como caballos de
hipódromo en las casetitas de salida, con trapos de colores sobre la joroba
para distinguir cual es cual. Como treinta camellos a la vez y.......arrancan!
salen corriendo despavoridos. No sé si has tenido el susto, pero tienen las
patas larguísimas y saben correr rápido. Mientras tanto los beduinos, en sus
pickups los siguen por fuera del óvalo echándoles porras, una cosa
chistosísima, y por dentro del óvalo va una pick up con un juez y una cámara de
tele y el narrador de la justa. Mientras tanto de fondo un paisaje de locos con
el sol apenas saliendo. Una cosa padrísima. Le dije a mi amigo beduino que
porqué nunca me había dicho para ir a ver. Llevo tres años yendo al desierto
muy seguido y es la primera vez que veo las carreras. Dice que hay una vez al
mes. Yo creo que a la gente a lo mejor le interesa verlas. Está
chistosísimo. Pues ya habiendo visto
nuestra carrera, nos fuimos volados a la frontera y llegamos rayando para que
la gente pudiera regresar a Jerusalén.
Luego me
preguntan que si no me aburro, que si no es monótono dedicarme a lo que me
dedico. Para nada! Viajo mucho, conozco
gente casi siempre linda, y si no me carcajeo con Alarís de las anécdotas raras
que Alhamdulillah han sido poquísimas, y
para acabarla tengo oportunidad de observar vidas y gentes que jamás me
hubiera imaginado. ¿Como me voy a aburrir?
Salam!
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