¿Cuántos camellos valgo?
La aventura
egipcia está terminando. Me ha sabido a poco. Con todo y el calor brutal y las
desmañanadas de locos, ha estado increíble y me quedo con ganas de volver
pronto y conocer más de este país que a ratos siento muy exótico y a ratos muy
hermano tanto de mi México, como obviamente de Jordania.
Las púbers no
opinan lo mismo. Han extrañado mucho su casa, su comida y sus costumbres. Yo
pensé al invitarlas que les iba a encantar salir de la rutina y conocer cosas
nuevas y que a esa edad a todo se adapta la gente. Olvidé un detallito. Son
aborrecentes. Han tenido cara de martirio de constante y han pasado días
enteros en el camarote o en el coche cuando no quise dejarlas solas en el
hotel. Se han quejado de la comida diario aunque ha habido mil cosas para
escoger en los buffets de desayuno y muchas cosas se parecen muchísimo a su
comida. Las llevamos dos días a cenar pizza porque ellas quisieron, cosa que yo
jamás hubiera hecho aquí, pero para darles gusto, vaya y pase. Igual andan de
jeta. La verdad, valiosa lección. No las vuelvo a llevar ni a los tacos, porque
además resulta que soy la mala de la película, que las traje para victimizarlas
seguramente, como si fuera un deporte sádico invitar a la gente a unas
vacaciones, comprarles ropa porque a las babosas se les ocurre venir a Egipto
en verano de suéter- se les dijo, se les repitió, incluso, se les volvió a
decir que iba a hacer un calor de la tuna...... Pero pues así las cosas. Ni
hablar. Ya estoy en plan de que mejor no les hago caso.
Hubo en el Alto
Egipto un par de ajigolotones con los hombres egipcios y a eso viene el título
de este capítulo. A los egipcios les gusta bromear con las turistas acerca de
cuantos camellos ofrecen por las mujeres, a manera de piropo. En otros países
del norte de África si ofrecen camellos por ti, es en serio y nunca debes decir
que sí ni de broma, pues pueden tomarlo como un trato hecho. Acá están jugando.
En el crucero, un día que unos “empresarios” en una lancha se acercaron a
vender cosas, me preguntaron de donde era y me dijeron que valía 100, 000 camellos.
La oferta fue en español y Alarís estaba distraído y no se dio color de que iba
la cosa. La última noche en Luxor,
veníamos caminando en la calle después de llevar a las niñas a cenar al centro
y pasaron unos escuincles en una carreta de caballos . No tendrían más de 13
años. Al pasar junto a nosotros uno le dijo a Alarís, ¿Cuántos camellos quieres
por tu esposa? Alarís, le contestó, no te daría ni medio, porque entendío que
cuantos camellos le daban por esposa, y de repente que le cae el veinte. Hizo
un berrinche tremendo. Quería alcanzar a los mocosos, estaba como chango
rabioso y no entendía porque yo que suelo ponerme brava con los idiotas en
Petra que se ponen groseros, no les dije nada. Le dije que porque eran niños
que estaban jugando y que no tenía la menor importancia. Pues se amargó cañón e
hizo un tremendo berrinche. Menos mal no le dijeron nada de su hermana y sus
sobrinas, jajaja. Pero está cañón como mi valor de mercado pasó de 100,000 a
0.5 en un par de días.
Terminados los
días en el crucero y el alto Egipto, salimos tempranísimo al aeropuerto de
Luxor para volar a Cairo en donde nos esperaba nuestro viejo chofirete, con las
camisas de Alarís finalmente, y un nuevo guía. Nos treparon en la camioneta y
nos llevaron a tomar el tercer desayuno del día a las 7 de la mañana. Salimos
del hotel a las 4.30 con una cajita no tan feliz, en el avión nos dieron unas
galletitas y este hombrecito insistió en que nos empacaramos unos sándwiches de
falafel. Te digo que con los arabitos yo me siento como caballo con bolsa de
comida amarrada a la boca. Y me luce. Todo el día estoy comiendo. El falafel y
yo no somos uno mismo porque si no esta hecho en un buen lugar, le suelen poner
migas de pan molido para que “abunde” y freírlo en aceite muchas veces. El pan
absorbe el aceite rancio y ya te imaginarás el resultado. Sabe a carburador y
lo repites durante horas. Otra vez, me
enfermé después de comer falafel o sea que no es muy santo de mi devoción. El guía insistió tanto y trajo unos
sándwiches preparados con tanto entusiasmo que me zampé uno. Y estaba bueno.
Aquí en Egipto hacen un pan buenísimo. Dicen que se inventó aquí de hecho el
asunto de hacer pan. No sé si será cierto pero la cosa es que les queda
buenazo. Trajo unas pitas ligeritas como tortillas recién hechas abiertas y
rellenas de bolitas de falafel apachurradas con pepino picado, chile, y un poco
de jitomate y lechuga, comino, pimienta y cilantro. Un poco diferente a como lo
hacen en Jordania, pero muy bueno. Y no estaba grasoso ni gacho.
Tuvimos
oportunidad de ver de pasada algo más de Cairo: edificios coloniales, muchas
mezquitas arabescas, avenidas grandes, estadios. El presidente Al-Sisi se ha
puesto las pilas mucho para traer gente a Egipto. Después de la Primavera Árabe
en 2011 y la segunda revolución poco después, el turismo decayó mucho en el
país y este señor está trabajando por traerlo de nuevo. Así, se está jugando
aquí la copa Africana de Naciones de fut, está el foro anticorrupción de
África, la reunión de juventudes Africanas y Árabes, hubo en Luxor un festival
internacional de cine y está levantando la mano para miles de cosas para traer
atención positiva a su país, que está lindísimo.
Salimos pues para
Alejandría, en la costa mediterránea. Después de la desmañanada y el desayuno,
nos dormimos en el coche un rato, hasta llegar a un parador. Las carreteras en
Egipto están bastante buenas. Son de peaje, pero están en buenas condiciones y
hay unos paraderos muy buenos con grandes estacionamientos, cajeros, baños muy
limpios, gasolinerías y muchas tiendas alrededor. Como esta carretera va a
Alejandría que es la playa favorita de los egipcios clasemedieros en verano-
los que tienen más dinerito van a Hurghada, al Mar Rojo-, las tiendas venden
chanclas, crocs, bolsas de playa, todo tipo de inflables, trajes de baño,
bloqueadores de sol y gorras, música, y todo lo que se te ocurra para la
vacación además de sándwiches, varios tipos de café desde Starbucks hasta
Noescafé y todos los intermedios. Muy atopadizo el asunto. Me gustó.
Llegamos a
Alejandría. Está interesante, pero si tienes pocos días en Egipto, no lo
considero un imperdible. Las afueras
llenas de canales y cultivos. El perímetro de la ciudad hecho un desastre
vial, colonias muy pobres con tuk tuks
que se rifan el pellejo para ir en todos los sentidos menos el correcto,
caballos, tranvías, edificios demolidos, etc. Se visitan ahí varias cosas: una
catacumba grecorromana con mucha influencia egipcia en donde se combinan
elementos de las dos culturas dentro de el mismo marco. Además al ser bajo
tierra, la temperatura está bastante decente.
Después el pilar de Pompeyo, mal nombrado así, porque no fue hecho
para Pompeyo sino para Diocleciano en el siglo IV DC. Es una columna enorme de
granito que está en el sitio de un antiguo Serapis. También fuimos a ver la ciudadela de Quitbey,
un fuerte mameluco construido en el sitio donde estuvo el Faro de Alejandría.
Para llegar, se pasa por el malecón, lleno de edificios coloniales
afrancesados, con el mediterráneo al frente. Muy lindo. El fuerte es muy bonito
y tiene unas vistas espectaculares. Comimos en un sitio de mariscos . Alarís,
el chofer, el guía y yo. Las niñitas estaban sentadas con cara de huarache y
las mandamos a ver si puso la puerca o a hacer caras a otra parte. Dijeron que
no tenían hambre, con jeta. Perfecto, no
coman. Les pedimos algo para llevar por si protestaban al rato y si quieren
jugar al Mahatma Ghandi, a mi me da igual, que las alimenten sus madres cuando
lleguen a su casa. Fuimos a la biblioteca de Alejandría. Ahora es moderna,
construida en el sitio de la antigua y famosa.
Después de unas fotos, salimos de regreso para Cairo en donde ahora nos
vamos a quedar en el centro, ya no en Giza, para cambiar de ambiente, ver cosas
distintas y con suerte ver a mi amiga Omnia.
La plaza el
Tahrir, famosa por el inicio de la revolución ahora, como Taksim en Estambul,
es muy padre, cerca del Nilo, del museo
Egipcio, de varios hoteles grandototes como el Ritz y el Intercontinental, de
edificios antiguos, pero también de la zona del centro de compras. Muy
interesante caminar las calles. Los egipcios no tienen empacho en ocupar las
calles con terrazas espontáneas de los cafés, sacan sillas y mesas y ocupan la
vialidad completa para servir cosas de beber, poner shishas y ponen pantallas
de tele en la calle donde proyectan películas o ahora, los partidos de la copa
de fut. Cenamos unos tacos egipcios,
Alarís, mi cuñada y yo. Las niñas chicas
no quisieron salir. Se quedaron amenazadas de no salir del cuarto. Yo ya no me
voy a pelear, que le hagan como quieran.
Caminamos por las calles, tomamos fotos, nos sentamos un rato en un café
a ver el juego entre Túnez y Nigeria y tomar algo. Cuando nos fuimos, a las dos
cuadras, la hermana de Alarís dijo que dejó su llave del hotel. El dijo, no
importa, pedimos otra. Yo dije, no la dejaste con la carterita que dice hotel y
número de cuarto verdad? Dijo, si. Así justamente. Dije, híjole, pues con la
pena, hay que ir por ella porque cualquier maloso igual cree que es invitación
y se te mete al cuarto o algo. Jeta. Se
quedó ahí pasmada mientras ahí va Alarís a por la dichosa llave y me deja
“cuidando” a la escuincla. No sé. Me shockea que las eduquen como taradas, las
sobreprotejan de esa manera, que vean como normal que sean tan infinitamente pendejas
y que en un año, esa persona se espere que sea la señora de su casa y a lo
mejor responsable de hijos. En qué momento creen que le va a “crecer” un
cerebro, si nadie le ha dado la responsabilidad ni de ir por unos tacos sola,
ni de cuidar de una llave y luego va a cuidar de un niño? Asumen que alguien más les va a solucionar
siempre. Y si caen en manos de un marido o una familia política buena, pues
igual y les va bien, pero y si no, están perdidas. Y no es culpa del indio,
sino de quien lo hace compadre. Me parece aterrador. Agradezco haber nacido donde nací y que se me
hayan dado las herramientas para pensar por mi misma, para valerme yo sola,
para poder decidir. Tal vez en muchos aspectos es mucho más fácil dejarse
cuidar, pero está muy fuerte vivir así. Además no acabo de entender la ideología de
defenderlas a capa y espada de que se sienten junto a un pobre güey equis que
ni las pela en el avión pero eso sí, dejarlas solas en el hotel está bien,
porque ¿que les puede pasar?
El último día en
Cairo visitamos la parte antigua. Que belleza. Primero temprano fuimos a la
zona religiosa que le llaman, donde está la Iglesia colgante, la mezquita de
Amr Ibn Alas, la Iglesia de San Sergio y San Bacchus donde estuvo la Sagrada
Familia y la Sinagoga de Ben Ezra.
Si no has ido,
hay que ir. Está impresionantemente bonito. La Mezquita, muy linda, es la
mezquita más vieja de África. Ha sido remodelada varias veces, pero con muy
buen resultado. Me prestaron un batilongo verde porque no traía tapujo y como traía
backpack, parecía cualquier Tortuga Ninja.
De ahí fuimos a la Iglesia Colgante. Que barbaridad. Las fotos que
normalmente ves son del exterior, que está bastante equis. Se le llama así
porque está construida sobre el fuerte de Babilonia y está medio volando. Está
increíble es poco. Tiene muchísimos detalles arabescos preciosos, íconos
antiguos y vitrales que combinan detalles de dos culturas y de dos religiones.
Una cosa espectacular. Después de eso, la otra iglesia, que es bonita, no lo
parece tanto, pero es importante porque la Sagrada Familia vivió ahí un tiempo
durante la huida a Egipto. Tiene biblias escritas en árabe y árabe y griego
mezclado y también muchos detalles artísticos lindos, además del significado
histórico.
La sinagoga de Ben Ezra era parte de la iglesia copta, pero los
coptos la vendieron para pagar sus impuestos y se convirtió en sinagoga. Hoy en
día, hay poquitísimos judíos en Egipto, pero los hubo. Otra vez, la mezcla de
detalles arabescos y arte muy hebreo. Es muy bonita y me da paz pensar en la
convivencia de las filosofías diferentes, que al final van a lo mismo .
Después fuimos a ver la ciudadela de Saladino,
que es un fuerte de la época de las cruzadas. En su interior tiene dos
mezquitas. Una de ellas, una copia de la Mezquita Azul de Estambul, un tanto
achicada y con menos minaretes, pero
igual bonita. Le llaman la mezquita de Alabastro, adivina porqué. Fuimos también al bazar Khan el Khalili, la
zona de bazares más antigua de Cairo. Me hubiera podido pasar ahí todo el día
baboseando, entre los edificios antiguos y la cantidad de tiliches que se
venden y se exhiben por todos sitios.
Fuimos a comer.
Primer intento a un lugar tradicional de Koshari. Mira que no soy muy
particular ni picky, pero el lugar estaba sucísimo y el baño de dar susto. No
limpiaron la mesa entre un grupo y otro y todo estaba pegosteoso. Le dije al
guía que con la pena, pero ni de broma.
Nos llevó a otro
sitio a comer y todos felices. Obvio ya sabran quienes no.
Ya para despedirnos de Cairo fuimos al Museo Egipcio, que como todos
los grandes museos, da algo de indigestión de información. El guía estaba
entusiasmadísimo explicando todo, pero el museo tiene miles de piezas...... Ya
nos queríamos escapar casi. Vimos los tesoros y las momias. Están padrísimas
las cosas, pero la verdad, las tienen mucho mejor en otros museos cuando las
prestan o en sus colecciones permanentes. Acá, al estilo del Medio Oriente,
todo está arrumbadón y algo mugroso. El nuevo museo promete estar espectacular.
Ojalá. Los egipcios son muy nacionalistas y muy de “lo suyo”, pero luego no lo
cuidan.
Ya de camino al aeropuerto pasamos a un mall enorme a buscar una
camisa para Francisco mi hijo, del héroe egipcio Mohammed Salah. Por ridículo
que parezca, todo el mundo lo adora, pero encontrar la camisa original es un
problema. Piratas, las que quieras, la buena, un circo.
Al final lo logré.
Estuvo increíble.
Me voy con ganas de volver, de ver más y conocer más de Egipto, de su gente y
sus costumbres.
Cuando vayas,
acuérdate a donde vas. No esperes los estándares de Europa o de América. Estás
en un país tercermundista en Medio Oriente con una filosofía muy particular. Lo
que ellos consideran higiénico y su escala de estándares de hoteles es muy
diferente a la del resto del mundo. Su manera de manejar es espeluznante y a
puro claxonazo, pero tiene muchísimo encanto y tiene cosas increíbles. Es cosa
de tener la mente abierta y esperar de Egipto, lo suyo, no que sea Palm Springs
o La Toscana. Es como ir a la India y pretender que sea Zurich. No te va a
gustar. Si vas con la idea de que es lo que es, te vas a enamorar porque es
increíble. Así igual Egipto.
Ma Salame!
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