Al
Masr: El Alto Egipto
Egipto es una tierra de
contrastes impresionantes. Y mira que vengo de México donde no se cantan mal
las rancheras. En Egipto pasas de el desierto más árido y desolado, viniendo de
Jordania, no del Amazonas me pareció terriblemente invivible, el Sahara no
tiene su mamá, está del terror, hasra las riberas del Nilo que están llenas de
plantaciones tropicales de mangos, caña de azúcar, dátiles, platanos y mucho
más. Así mismo, en la misma calle, pasas de una colonia mega-pobre a una lujosísima:
sobre Alexandria Road vas de Giza que está horroroso a un lugar que se llama
Palm Hills con unos fraccionamientos lujosísimos, universidades, concesionarias
de coches carísimos y lugares de compras internacionales picudas.
La gente es copta
o musulmana, Nubia o Egipcia, militar o civil. Extraordinariamente cultos o
abismalmente ignorantes. Y todo cabe bajo el mismo sol y enriquece la
experiencia de quien tiene oportunidad de compartir con ellos.
Continúa la
aventura Egipcia con un vuelo a una hora indecible para Aswan. Cabe mencionar
que todo en Egipto empieza a unas horas del terror para evitar el calor: los
vuelos temprano son a unas horas bárbaras, las visitas a los templos, más ahora
que es verano son de madrugada, y se agradece porque cuando sale el sol el
calor es bestial. Así visitas muy prontito, y luego a la hora de más calor te
vas a la alberca o a tomar una siesta en el aire acondicionado.
Total, que salimos de Cairo en un vuelo tempranero con la sorpresa
de que mi amiga Omnia nos mandó en Business. Gran detalle. La cara de horror de
mi cuñada cuando vio que le tocaba sentarse junto a un señor desconocido a mi
casi me mata de risa. Resulta que en Jordania, hay un sistema siempre para que
las mujeres y hombres que no son familia no se sienten juntos, no vaya a haber
ninguna especie de familiaridad no
deseada por alguna de las partes. Así en autobuses, peseros y demás, hay un
relajo de “juego de las sillas” para que todo mundo quede acomodado con su cada
cual, en vez de que cada quien mantenga sus manitas en su sitio. Una cosa
rarísima. Cuando vi la carita de esta niña, rápidamente le cambié el lugar, la
mandé a sentarse con Alarís y yo me senté junto al hombrecito ajeno.
Llegamos a Aswan
y fuimos directamente a visitar la presa que es una obra de ingeniería
impresionante que cambió la vida de Egipto completamente al controlar las
inundaciones y hacer posible que los cultivos no fueran anuales, si no de riego,
pero también evitó que los lodos tan ricos en nutrientes bañaran las tierras de
cultivo. A su vez, dio lugar al lago Naser,
una presa gigantesca y a que varios templos tuvieran que ser movidos para no
cubrirlos con agua. Después fuimos a ver
uno de esos templos, el templo de Philae. Hay que ir en lancha porque está en
una Isla. Lo cortaron en pedazos y lo movieron cuando se terminó la presa. Está
dedicado a Isis y es una verdadera belleza. Aswan colinda con la región Nubia y
la gente es muy amable y muy interesante. Los Nubios son una etnia que viven
entre Egipto y Sudán, con un idioma distinto del árabe y unas costumbres muy
particulares. Al termino de la visita, nos fuimos a nuestro crucero a dejar las
maletas, comer y descansar durante las horas de más calor. En el Nilo hay
muchísimos barcos que hacen el recorrido de Aswan a Luxor, generalmente en 4
días y tres noches o en una semana. Con diversos grados de lujo, pero todos muy
cómodos y muy lindos. Unos antiguos, unos modernos, unos de vela o vapor, otros
de motor. Es una manera muy agradable de
ver el alto Egipto. A Aswan se puede
llegar por avión, por tren o por autobús desde Cairo. Hay varios hoteles ahí también si no se
quiere tomar crucero o si hay que esperar un día para abordar. Los mejores, el
Old Cataract y el Mövenpick.
Por la tarde fuimos a ver un pueblo Nubio. Esta no es una visita
que hace todo el mundo, pero vale muchísimo la pena. El colorido de las
construcciones, la amabilidad de la
gente, la riqueza de sus costumbres, el sabor de su café es algo que en
verdad merece ser conocido y hay que ir también en lancha, el recorrido por el Nilo
es precioso. De camino pasamos a una isla que está convertida en Jardín
botánico y que para las niñas jordanas, que vienen de un país que es casi puro
desierto, es un pedazo de cielo.
Por la noche, Alarís y yo salimos a caminar al pueblo. Como todo
en Egipto, es un caos vial tremendo, un relajo sin ley en cuanto a tráfico, una
indigestión de sonidos y colores. Señores tumbados sin ton ni son en la calle y
los parques, niños y animales por todos lados, tuk tuks y peseros, gente en
bici vendiendo aguas. ....Todo muy seguro, los vendedores un tanto intensitos,
pero muy divertido. Nos daba risa que se referían a Alarís en Español siempre.
Le digo que ya tiene cara de poblano.
Al día siguiente,
otra vez a una hora que no es de Dios, nos levantamos para ir a Abu Simbel.
Este es un sitio con un par de templos dedicados a Ramsés II y Nefertari que
estaban tallados directamente en la piedra, en la región Nubia, casi en la
frontera con Sudán. Hay que ir muy temprano o ya tarde por el calor, porque hay
que manejar casi tres horas, cruzando el Sahara para llegar. Salimos a las 4
am, en una camioneta en la que manejaba un chofer, y su relevo dormía en la
silla del copiloto. El guía se echó una siestita en el asiento de atrás, y las
niñas y Alarís también. Traíamos unos desayunos para llevar e hicimos una
parada de baño y café.
Bien valió la pena. El sitio es extraordinario. Los templos son
gigantescos y construidos con gran detalle y precisión astronómica. Este sitio
también tuvo que moverse al llenarse la presa, por eso dije que “estaban
tallados en la piedra”. Están, pero esas piedras las movieron de su sitio
original.
Se llama Abu Simbel porque el explorador que lo descubrió tenía un
hijo adoptivo llamado Simbel. En la cultura árabe, cuando tienes hijos, te
llaman Papá de-----, así Belzoni era conocido como Abu Simbel y el sitio
también.
Las pobres niñas
no sabían donde meterse por el calor. Venían con suéteres y jeans negros. Eran
las 7 am, pero estábamos bien por arriba de los 40 grados. Decidí parar la masacre y que no pasara de
ese día la compra del traje autóctono, por lo que pedí al conductor que de
regreso nos llevara a algún sitio para comprar algo.
El regreso estuvo
medio peliagudo porque ya el sol había subido y la carretera estaba llena de
espejismos y reflejos y el chofer “descansado” venía teniendo problemas. O se
venía durmiendo o el sol lo venía molestando pero un par de veces dio unos
volantazos y me sacó el chamuco. Otra vez, Alarís, que es gran persona, me
dijo, espérame, yo lo arreglo. Les dijo que necesitaba parar. Paramos, les
invitó un café de forma insistente, les platicó para despejarlos y no se como
hizo para que manejara el otro compadre, sin que se sintieran ofendidos y
hostigados.
El sitio a donde
nos llevaron a comprar era el típico bazar turístico, muy surtido pero muy
caro. No nos gustó y preferimos esperarnos a Kom Ombo, a donde íbamos a ir en
la tarde.
Volvimos al barco
a tomar una siesta, comer y descansar del calor y por la tarde bajamos en Kom
Ombo a ver el templo dedicado al Dios Halcón y al Dios Cocodrilo. Precioso
también. Esto en estilo greco-romano, muy distinto a lo anterior, pero muy
bonito. Vimos momias de cocodrilos y nos dimos vuelo con la compra en el
mercado, donde disfrazamos a la chamacada con pantalones guangos de algodón y
camisas de manta de manga larga, pero de colores claritos y frescas y les
compramos también de regalo a las otras hermanas que no vinieron. Así ya tienen
algo para no morir de calor, pobres.
En la tarde jugamos mímica, platicamos y lo pasamos padre
mientras el barco nos llevaba hacia Edfu.
A la mañana
siguiente, visitamos Edfú a las 6 am, otra vez, antes de que hiciera calor. A
este templo se va en calesa de caballos, otra forma divertida de ir. El templo es también greco-romano y muy lindo,
con inscripciones elaboradísimas. Las
niñas de plano ya no pudieron más. Entre el calor y las desmañanadas, nos
dijeron que si estaba bien que se brincaran este. Les dijimos que claro que si,
son vacaciones, no sentencia, o sea que se quedaron a dormir toda la mañana.
Alarís y yo
fuimos, disfrutamos la visita. Traemos un guía espectacular, solo para nuestro
grupo. Lo pedimos en inglés, en atención a mí. Además Alarís pensó que las
niñas no iban a querer atender a explicaciones, iban a estar más contentas solo
tomando fotos. Pues este chavo ha hecho las explicaciones en árabe y luego un
poco en inglés para asegurarse de que todos hayamos entendido y es
encantador. No fuma, cosa que en los
países árabes es rara y es un MEGA plus, pues la mayoría de los guías fumadores
tienen un alientazo y además les urge darte “el tiempo libre” para irse a
fumotear y tienen mala condición física. Este chavo, un estuche de monerías.
Volvimos al barco a desayunar y mientras lo hacíamos, por la
ventana vimos a un par de egipcios en una barca de remos, colgados de nuestro
barco. Traían su tiendita flotante y enseñaban por la ventana sus mercancías
con muy buen humor. Nos hicieron reír mucho. Subimos a la cubierta y platicamos
con ellos. Nos aventaron cosas de ida y de regreso en distintas tallas y
modelos, y luego empezó el regateo. Estuvo chistosísimo. Acabamos comprando una
chilaba para Ummi, y luego Alarís se fue a dar un masaje, mientras yo me fui a
trabajar un ratito y a tomar una siesta. En cualquier otro sitio yo también le
hubiera entrado al masaje o si hubiera habido una mujer, seguro lo hubiera
hecho, pero ya me estoy haciendo un poco a la cultura árabe y el que otro
hombre árabe me toque sin ropa me incomoda un poco porque sé que en su cultura
es muy tabú y que además Alarís lo va a pasar mal, o sea que sin comentar el
punto, preferí pasar de largo.
Teníamos varias horas de navegación para disfrutar la alberca, el
descanso y llegar en la tarde a Luxor. Las visitas “fuertes” de Luxor estaban
programadas hasta el día siguiente, pero le pedí al guía que nos llevara a ver
lo “no tradicional” en Luxor: las mezquitas, la ciudad, la catedral. El vive en
Luxor y me dijo que encantado nos organiza un tour de la ciudad. Algo distinto
al Valle de los Reyes y los templos de Karnak.
El verano no es
la temporada alta de turismo en Egipto. Mucha gente le saca la vuelta al calor
y aquí de Octubre a Abril es cuando están a tope. Ahora, el barco solo trae a
un grupo de españoles y a nosotros. Venimos consentidísimos. Una noche nos
prepararon un hojaldre típico egipcio con un queso como chanklish y miel para
que probáramos algo que solo se come en las casas egipcias, han tenido mil
detalles con nosotros, no solo porque Omnia nos mandó bien recomendados y porque
el barco es buenazo, sino porque Alarís ya es compadre de todo el mundo y
bromeamos en árabe con toda la cocina, los meseros y los camaristas. No suelen
tener mucho turismo local o sea que les parece novedad.
Total que llegamos a Luxor
y el barco atracó un poco lejos de la ciudad o sea que preferimos
quedarnos a descansar y visitar al día siguiente.
Fuimos a Karnak a ver el complejo de templos que es enorme y fue
construido a lo largo de miles de años. Es el orgullo de la gente de aquí y
está impresionante, pero no sé, a mi no es el que más me gusta. Por la tarde
fuimos a ver el templo de Luxor, ese sí “rebasó” a Philae entre mis favoritos.
Es un templo hecho por Amhenotep III, crecido por Ramsés II, pero enmedio se le
construyó una mezquita fatimida (de estilo Marroquí, pero de creencias sufís)
en el siglo XII, aprovechando las columnas gigantescas. Para entrar, mi cuñada
me prestó un hijab, para taparme y por más que intentaba como momia que me
tapara cabeza, hombros y brazos, no me daba. Entre que estoy cabezona y que la
cosa esta no era muy larga, nadamás no ajustaba. El guía después de verme un
rato, se carcajeo y me dijo que no hacia falta tanto tango. Que la gorra
bastaba para taparme el pelo y que solo me tapara los brazos y hombros con el
hijab. Así ya envuelta como tamalito pude entrar a ver la mezquita. Está
divina. Tiene los pilares egipcios gigantes que conservan los jeroglíficos
soportando una estructura muy africana, pero con celosías completamente
arabescas en puertas y ventanas. Suena a indigestión estética, pero de alguna
manera, el resultado es muy lindo.
Al fondo del templo, Alejandro Magno se hizo un santuario Egipcio
que luego usaron los primeros cristianos como iglesia, por lo que tiene unos
frescos sobrepuestos a los jeroglíficos y está en medio de una ciudad que huele
a caballo y a pueblo, pero tiene mucho encanto. Está increíble. Todas las
noches lo iluminan y se ve precioso y hay show de luz y sonido, a distintas
horas en distintos idiomas. Muy bien montado.
Del otro lado del Nilo está el Valle de los Reyes con tumbas
impresionantes, como laberintos de hormigas bajo la tierra, todas decoradas con
murales, sarcófagos y cámaras, el templo de Hatshepsut y las canteras donde se
hace artesanía. Luxor es una belleza. Dimos vueltas por el mercado, comimos
elotes en la calle. Parece una combinación entre un país árabe y uno latino,
con algo de india salpicado en medio, por los edificios coloniales y viejos, la
cantidad de animales de dos y cuatro patas en las calles, el caos general.
Las niñas ya el
último día no querían ir a visitar nada, están optudimóder del calor y sienten
como colegio tanta explicación y tanta piedra. Yo estoy como niña chiquita,
pasándolo padrísimo. Alarís quería dejar a las dos más chicas en el hotel. A mí
me dio miedo. Son muy chicas y están muy sonzas. Nunca han ido a ningún lado y
me dio pavor que se fueran a salir del cuarto y les fuera a pasar algo, se
fueran a ahogar en la alberca o yo no sé. Vinieron con cara de martirio y se
quedaron en la camioneta, alternando en un sitio y otro. Lo siento, pero no
quiero pensar en tener que decirle a alguna de sus mamás que les pasó algo
porque las dejé solas cuando me las prestaron. Si fueran mías, me muero.
Después de comer y a la
hora de más calor, volvimos al hotel, donde Alarís, desmintiendo mi creencia de
que no es acuático, se ha dado vuelo nadando como tiburón todos los días.
Parece ya una gamba de la quemada de sol que trae.
Mañana otra vez a
una hora terrorífica, nos vamos de vuelta a Cairo para pasar un par de días
más. Ya seguiré contando. ....
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