viernes, 29 de marzo de 2019

Lo Extraordinario en lo Ordinario


LO EXTRAORDINARIO EN LO ORDINARIO



Ayer tuve un día lleno de cosas extraordinarias, dentro de un día que cualquiera pudiera llamar “equis”. Sé que mi umbral de asombro es muchas veces bajito y me enloquezco con cosas que muchas personas ven como poco dignas de llamar su atención. Pienso que la vida se hace feliz así, buscando los pequeños y grandes detalles extraordinarios y no necesariamente en los gestos grandiosos.  Ayer se me juntaron los dos, sin quererlo. Vamos en orden, que si no, ni yo me entiendo.
            Llevaba un par de días medio de mal humor porque Alarís había tenido mucho trabajo sin mí, es la temporada más alta de turismo en Medio Oriente, y yo tenía mucho trabajo de oficina, pero había tenido poco trabajo de campo y me había quedado más bien guardada en la casa con mi computadora.

            Antes de ayer le dije que me iba a lanzar a caminar un pedazo del Jordan trail, que ahora en primavera está divino, y para estar lista y tenerlo fresco por si alguien qusiera que lo lleve. El Jordan Trail es un camino que va de Umm Qais, en la frontera con Siria, hasta Ajloun y se puede caminar en tres días. Yo no iba a hacerlo todo, por supuesto, solo un pedacito de un par de horas en el bosque de encinos cerca de Ajloun, un castillo cruzado que está muy cerquita de Amman, donde vive tu charra. Haz de cuenta que fuera a ir a caminar a La Pila desde México, o a La Marquesa.  Rápidamente paró la oreja como perro de cacería y me dijo: ¿Cómo? Vamos juntos. Le dije, no, me dijiste que tenías cosas que hacer y yo no tengo ganas de seguir guardada en la casa.  Rápidamente se entusiasmó. Tenía trabajo muy temprano, tenía que llevar a unos ingleses del Mar Muerto al aeropuerto, volvió, desayunó como pelón de hospicio y partimos, yo creí que a Ajloun. De salida me dijo, está mejor hacer otra parte del camino, está más bonita. Yo pensé, OK; total, a Ajloun sé llegar perfecto y me gusta conocer nuevos lugares.  Fuimos a un parque ecológico que se llama Sharhabil Bin Hassneh y está al ladito del cruce de frontera norte con Israel. Hay tres puntos donde puedes cruzar la frontera entre Jordania e Israel: en el Norte, en el Sur y a la altura de Jerusalén y Ammán. Este es por mucho el punto más bonito, el cruce fronterizo mejor, pero si está más lejos de todo.
Bueno, total que de repente, por el camino le digo a Alarís: Para, para. ¿Poooor? Las flores! El iris negro!

            Has de saber que la flor nacional de Jordania es el iris negro. Es una flor que crece silvestre solamente en Jordania y Siria, muy bonita y elegante y solamente florea en primavera en ciertos lugares, en el valle del Jordán, en la zona de Iraq al Amir, en Karak.  Si no estás abusado no l a ves y ya perdiste tu oportunidad hasta el año que entra. Hete aquí que había un macizo de iris al lado de la carretera junto a un changarrito de lámina donde vendían café, que son muy comunes acá en mi tierra. Nos paramos y le preguntamos al hombrecito si le importaba que le tomáramos unas fotos a sus flores. Nos dijo que faltaba más, nos preparó café (que para ser su oficio, le quedó bastante pinza) y nos regaló dos bulbos de iris, que nos llevamos felicísimos y espero poder mantener vivos en mi casa.
            Primer hecho extraordinario, haber encontrado el primer macizo de iris en flor y todavía de pilón llevarme dos flores vivas.
            Llegamos al eco-parque, hablamos con  la gente de ahí para ver como está la jugada cuando traes gente, que opciones de caminatas hay, escogimos hacer la más larga, de 4 horas para conocer, apalabramos un guía, Alarís se fue a cambiar porque venía vestido muy cuco. Yo ya venía en traje de carácter con hiking boots, pantalón de explorador, mi consabida gorrota y todo el kit. Mientras el se cambiaba yo me quedé en una zona con unas mesas de picnic y como lo mío es la curiosidad me puse a ver a un grupo de gente muy rara que había ahí. Había un fotógrafo, vestido muy “de ciudad”, unos señores muy trajeados, con una señora también muy elegante, un  juez de la corte sharia, un señor con una abbaya elegantísima de seda, un señor italiano panzón y fachosón, con coleta de caballo, desfajado y sin calcetines, pero al que todos le rendían y que traía una intérprete porque todos los demás hablaban árabe, la señora elegante y los trajeados, algo de inglés y la intérprete le traducía de inglés a italiano. Oí que le agradecían mucho y que mañana iba para Petra, que le decían nos vemos luego.... Me pareció rarísimo. ¿Un director de documentales? ¿Un inversionista en algún asunto ambiental? Me encanta hacerme historias en la cabeza y como medio entiendo todos los idiomas que hablaban pues oí todo el cuento, pero sin antecedentes.

            Total, llegó Alarís, llegó el guía, llegó un chofer con flamante pick-up que nos iba a llevar primero a casa del guía a por sus tiliches y luego nos iba a dejar a donde el aire da la vuelta para empezar a caminar. El guía y el chofer solo hablaban árabe. En mi tropezado árabe les comenté lo raro del personaje italiano y su corte de admiradores y ellos me platicaron lo que estaba pasando.
            Cuántas películas de superhéroes no he visto en la vida: Ironman, Superman, el Hombre Araña. Pues esté barrigón coletudo era un superhéroe de verdad. Resulta que es un pescador italiano que vio como se hundía un barco lleno de sirios que venían huyendo de la guerra, con 500 personas a bordo, pues el solito, con su barca, sacó a todos los que pudo y los llevó a tierra. No pudo con todos. Fue una tragedia y se ahogó mucha gente, pero este señor salvó a 47 personas y les dio una oportunidad. El pueblo Sirio le estaba haciendo un homenaje de agradecimiento. Lo que no entiendo de ninguna manera es porqué ahí. El lugar es precioso, pero muy sencillito. Está muy cerca de la frontera Siria, del campamento de refugiados de AlZatari, y probablemente había ido allá primero, a lo mejor iba a pasar el día en Israel, no lo sé, no sé cual era la dinámica o porqué estaban precisamente en ese lugar, no era el sitio como para una ceremonia así, o para una cita de ese tipo, pero pues la casualidad quiso que yo lo viera.
            Segundo hecho extraordinario.

            Luego fuimos a la casa del guía, se bajó de la pick up, trajo una mochilita donde metió su agua y su manzana, se calzó una gorra y nos dejaron en un camino en la montaña. Eso es lo más extraordinario de todo. Las montañas de esa zona en esta época están cubiertas de trigo, de garbanzos,  de amapolas, de margaritas, de manzanilla. Es una verdadera belleza. Caminamos como una hora y de pronto el guía empezó a gritar “Ayman! Ayman! Mata a un animal, tenemos invitados!”   Como si viniera con el hijo pródigo y hubiera que matar al ternero cebado. Se nos acercó su hijo Ayman, que andaba pastoreando ovejas y cabras por ahí, con una tetera. Y entonces dijo, si no Ayman, Raed! Raed! Otro pastor andaba por ahí. Tomamos un té con ellos. Hicimos fotos con drone, espantando a las borregas y maravillando a los pastores a la sombra de un avellano. Los pastores por acá siempre tienen burros y el burro es “el jefe” del rebaño, a donde va el burro, van todas las ovejas. Esto lo logran porque cuando destetan a los borreguitos les dan de comer siempre debajo de un burro. Como no son animalitos muy brillantes, creen entonces que el burro es su mamá, y lo siguen a todos lados. Le ponen al burro un cencerro y santas pascuas. El burro les lleva el agua, la comida y para acabarla, les cuida las borregas. Si son muchas, a lo mejor traen uno o dos perros para ayudar a arrearlas, si no, así nada más. Seguimos y pasamos por una granja de peces. Si. En el norte del valle del Jordán, una granja de peces, parecidos a las mojarras en unas alberquitas divididos por tamaños y rodeadas de varios perros para cuidar, que mucho no cuidarán porque estaban encadenados, pobrecitos.

            Me encontré un costal vacío y empecé con mi maña de recoger basura. El guía me veía como si estuviera loca, pero al rato ya andaba como yo, recogiendo si encontraba bolsas de papas y botellas de agua. Mientras más cerca estás de donde hay gente, más mugre encuentras. Me da mucho coraje. Pasamos junto a una gran tienda beduina. Los beduinos son grupos de gente nómada, dedicada al pastoreo que se extienden desde Siria hasta Arabia y se han movido hasta el Norte de África y hablan un dialecto conocido como bedawi.  Viven de los animales de pastoreo y de las estaciones, y les gusta moverse siguiendo los ciclos naturales. El guía nos dijo que quería saludar, que si queríamos tomar café con ellos. ¿Porqué no? Había una gran tienda hechiza, un corral lleno de borregos, dos tanquecitos de agua afuera y “pasamos”. La tienda estaba sostenida por palos y cuerdas, sobre unas esteras y alfombras pero abierta. O sea que pasar era agacharte bajo los extremos de la lona, quitarte los zapatos y pasar a la “sala”, una alfombra con unos cojines para recostarse como le gusta a la gente de aquí. La tienda tenía un librero con una tele, “neta”, funcionando. Yo creo que estaban colgados de la luz de la calle, que estaba más o menos cerca. Había una lona dividiendo otra parte de la tienda, supongo la cocina, y el sitio de las mujeres, que nunca vimos, pero se oían niños chiquitos, y un par de niños iban y venían. Nos ofrecieron café al estilo de acá: café árabe en un termo, con la misma taza para todos. Ni hablar, no era cosa de hacer la grosería y pues tomé babas ajenas al parejo. Platicamos muy a gusto, de todo y de nada, nos dieron también un té de manzanilla silvestre muy rico, nos invitaron a volver cuando quisiéramos (falta ver cuánto tiempo van a estar ahí), nos dieron su teléfono, de pronto uno desapareció y volvió muy elegante con un dishdash muy planchado y pidió una foto. Antes traía unos pants y una playera, se puso guapetón para la foto, muy simpático.

            La sencillez de esta gente, su hospitalidad y su gran generosidad es otro hecho extraordinario.
            Seguimos caminando, pasamos frente al puesto fronterizo, vimos un autobús abandonado en un trigal, llegamos a un pueblito rodeado de limoneros- donde pudimos tirar el costal lleno de basura- y al final el mismo hombrecito de la pick up nos recogió para devolvernos al eco-parque.  Agradecimos, nos lavamos las manos y nos regresamos volados y hambreados a Amman, porque no habíamos comido y nos había hablado un amigo de Alarís que está casado con una mujer sueca, de padre tunecino, para ir a cenar juntos, porque el papá estaba de visita.

Nos bañamos en fa, nos pusimos presentables y nos fuimos a un restaurant grande y muy típico donde a Alarís lo reciben como jefe de Estado. Nos dieron la mejor mesa, nos atendieron súper, lo pasamos muy bien con los amigos. Quedé de llevar a esta niña a cenar sushi, que le encanta, pero su marido detesta, quedó de hacerme un plug-in en sueco para mi página, quedamos de salir a caminar en la aldea, pues va todos los fines de semana y no termina de hallarse, a pesar de que habla árabe perfecto. Me encontré con otra amiga, sin buscarla.

            Al final, me fui a dormir con la cabeza llena de imágenes preciosas, el corazón crecido por haber visto gente tan valiosa como el italiano y tan generosa como los beduinos, con una nueva amiga y  con una maceta llena de las flores que representan la primavera en mi país. No me fue nada mal.

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HELLAS

  Como lo que más me gusta en la vida es viajar, y hay que trabajar para vivir, no vivir para trabajar, mi respuesta a estar feliz es viajar...