NUEVA YORR, CAROLINA
Ya sé que a ti,
lector o lectora esta frase no te dice nada y más bien te parece otro de mis
desvaríos orates. En mi casa no se puede mencionar Nueva York sin decir Nueva
Yorr, Carolina. Es una de esas frases tontas con las que se me pega el flotador
a veces y con las que acabo contaminando a mi gente.
Nueva York es uno
de mis lugares favoritos en el mundo y en los que tengo recuerdos muy queridos
de cuando mis hijos estudiaban por ahí, de cuando los llevé una semana de
pascua, de una vez que fui con mi papá y mis hermanos, otra con una de mis
hermanas, de mi mejor maratón, otra con los exsuéteres y siempre lo pasé genial
porque esa ciudad lo tiene todo. Total, hace poco mi hermana Mati me mandó un
texto diciéndome que estaba en Nueva Yorr, Carolina; pensando en mí. Me dio por acordarme de donde salió la
frasecita y como es una historia como de película de Fellini, ahí les va.
Hace años estaba
yo dedicada a la crianza de los frutitos de mi vientre principalmente y en mis
ratos de ocio me dedicaba a actuar como speaker para la industria farmacéutica
en estos congresos que hacen para promocionar sus productos y les dan puntos a
los médicos para que conserven sus licencias pues les valen como “educación
médica continua”. Llevan generalmente a gente que sabe muchísimo de clínica,
doctores que trabajan en hospitales de concentración y han visto millones de
casos de la enfermedad a tratar y aparte llevan a un bicho raro que hable de cómo
funciona el medicamento en cuestión, de cómo es la molécula, que pasa en el
cuerpo con ella y como ataca el padecimiento. Esto último es lo que hacía su
charra (o sea, yo mera). Era un trabajo padre en ese momento de mi vida, pues
no tenía horario fijo, me permitía hacerlo de vez en cuando y a la vez ir a el
día del papalote del colegio de Francisco, al día de la primavera del otro
colegio, a los mil partidos de futbol y a las terapias de ligamentos
rotulianos, pero a la vez de vez en cuando me permitía ser la Dra. Fuentes, que
alguien me hablara de usted, que el cerebro no solo me diera para cortar
sandwichitos de jamón en cuadritos, me
pagara bien y me diera una noche en un hotel en Cancún en santa paz.
En una de esas,
iba yo a hablar ya no me acuerdo de qué medicamento en un congreso de salud de
Pemex en el puerto de Veracruz cuando sucedió una de estas tragedias que a
menudo suceden allá a fines del verano, cuando las presas se llenan de agua y
se desbordan. La ciudad fue arrasada por el agua, dejando a miles de
damnificados. El congreso no se
suspendió y como yo tenía un contrato, pues cumplí y fui.
En el aeropuerto
me recogieron unos señores con sendo uniforme de Pemex y una pick-up de doble
cabina y volados me llevaron al centro de convenciones. De camino se me empezó
a partir el alma porque por un lado se veían andenes de tiendas de autoservicio
llenos de tarimas con millones de botellas de agua, las tiendas de conveniencia
las estaban vendiendo carísimas y por otro lado se veía gente desesperada
sacando sus muebles llenos de lodo de sus casas y haciendo colas para conseguir
víveres y agua.
El centro de
convenciones era una cosa completamente surreal. Menos mal llegué rayando a dar
mi conferencia. Hice lo que vine a hacer y hasta después tome conciencia de lo
que pasaba a mi alrededor, porque de no haber sido así, dudo que hubiera podido
funcionar. El lugar estaba dividido en dos por una pared de tabla-roca. En un
lado se estaba llevando a cabo el congreso de salud de PEMEX con el derroche de
dinero que hacen las farmacéuticas en este tipo de eventos que a veces raya en
lo ridículo. Había stands que vendían todo tipo de cosas de interés para los
doctores, desde estetoscopios hasta calacas y stands donde se podía jugar
Guitar Hero bajo el patrocinio de algún laboratorio farmacéutico. Juro que no
es cotorreo. Todo esto ya había sido pagado y contratado desde antes, ya ni
modo. Pero lo grotesco estaba en que pared de por medio había gente vestida con
playeras y gorras haciendo campaña para el infame Duarte (de haber sabido
caray), porque cuando fueron evacuados salieron a medio vestir. La gente
cargaba en brazos su despensa de la Cruz Roja, pero a ver donde iban a usar su
litro de aceite y su kilo de azúcar porque no tenían casa, ni esperanza de recuperarla
pronto. Había gente pegando letreros que decían “perdí a mi hijo, 6 años, señas
particulares…. Comunicarse al……”. De horror.
Los cuatitos que me tenían a su cargo me
encontraron con cara de mensa y los ojos desorbitados y me preguntaron si
estaba lista para irnos de regreso al aeropuerto. Les dije que sí. Salimos otra
vez en la pick-up de Pemex y nos encontramos con calles acordonadas. El
gobierno había mandado cerrar algunas colonias porque al parecer la presa iba a
volver a desbordarse y le iban a abrir un poco, provocando una inundación
semi-controlada. Los señores, haciendo alarde de la prepotencia propia del
burócrata de última fila, le dijeron a los polis que tenían que pasar porque
traían a un “funcionario”. Achis. Y que
nos dejan pasar, aún a sabiendas de que corríamos peligro, pero se sintieron
muy poderosos. Lo que vimos por ahí, me acabó de maltratar el corazón: casas
completamente arruinadas por el agua y el lodo, gente sacando sus muebles y
electrodomésticos inservibles, colonias enteras muy dañadas. Y no sabían que venía la segunda parte,
cortesía del H. Gobierno. La mayoría solo daños materiales, pero tantos….
Llegamos al aeropuerto y estaba yo
emocionalmente como perro apaleado. No daba crédito y no lo podía creer. Estaba
al borde de la lágrima. Cuando tengo miedo o mucha tristeza, tengo la mala
costumbre de fijar mi atención en las cosas más tontas y que me causen gracia,
para distraerme y ahí es cuando esta historia vuelve al principio, no crean que
me distraje.
En el mostrador de la línea aérea había
una señora con una capa de mink. Neta.
En Veracruz. En Agosto. El sospechosismo
de la vestimenta y mi estado emocional inconveniente hicieron que la señora se
convirtiera en el foco de mi atención. Y de eso pedía su limosna. Venía con una
niña prepuberta, la famosa Carolina, con la que hablaba en voz muy alta para
que todos la oyeran. “Ay, Carolina, no te quites tu chamarra, porque la vamos a
necesitar en Nueva Yorr, Carolina, por eso traigo las pieles”. Ah. No, pues,
con razón. No importa que le faltaba llegar a México, tomar otro vuelo de unas
cinco horas y después de pasar migración y recoger su equipaje, o sea a unas
diez horas por lo menos de este momento, iba a necesitar taparse, en teoría,
porque en Agosto en Nueva York hace un calor y humedad más parecido al clima
veracruzano, pero para qué arruinarle la ilusión, y la oportunidad de
publicitar su viaje a Nueva Yorr. En el mostrador, volvió a aclarar a voz en
cuello que ellas iban a Nueva Yorr, por más que la señorita le decía que en
este momento a donde iban, solo había vuelos a CDMX y Monterrey.
En la sala de espera continuó la
historia, y yo por supuesto, clavada. “Es muy serio lo que pasó, Carolina. Lo
bueno es que nosotras nos vamos a Nueva Yorr, pero la pobre gente de la colonia
donde vive tu maestra lo está pasando muy mal…..”
En el vuelo no me tocaron cerca y ya se
me estaban olvidando cuando llegando a México y casi saliendo de la T2 oí
detrás de mí unos huarachazos despavoridos. Era la mamá de Carolina, corriendo
detrás de un señor que se había equivocado de maletita negra y traía la suya.
“Oiga, trae mis cosas para Nueva Yorr. ¡Carolinaaaaa!”
Llegué a mi casa con el corazón
apachurrado. Cuando me preguntaron que cómo me había ido, me desbordé como la
presa y lloré y lloré con impotencia por mis pobres paisanos tan amolados, por
lo absurdo de que por un lado la gente no tenga nada más que una playera con el
nombre de un ladrón y por el otro se gasten millones de pesos para vender
medicinas. Traté de ayudar en lo que pude a esa gente y con el tiempo, hubo una nueva tragedia natural que ocupó el
lugar de esa, pero nunca se me olvidó. Y tampoco se me olvidaron Carolina y su
mamá.
La siguiente vez que planeamos un viaje
con mis hijos, fue a Nueva Yorr, Carolina, en vez de a Nueva York. Cuando mis
hermanos oyeron y preguntaron, les dio risa y también se les quedó la maña, de
por lo menos al hablar conmigo de esa ciudad, hacerlo así, y ahora hasta Alarís
dice Nueva Yorr, Carolina, para confusión de quién lo oye, porque como la
explicación es larga y compleja, mejor la dejamos pasar y la gente nos ve como orates.
Salam!
#traveljordanwithana
www.jordantours.com
www.visitmexico.com
www.almarasems.com
Divertidiiisimo!!! Mi querida Doctora Fuentes!
ResponderBorrarClaudia Vieyra