lunes, 1 de octubre de 2018

AMIGOS DE SIEMPRE Y PARA SIEMPRE


AMIGOS DE SIEMPRE Y PARA SIEMPRE
Cuando estudié en la Ibero, te hacían tomar seis clases que llamaban de Integración que eran de los temas más esotéricos que se te puedan ocurrir. Eran unos créditos de relleno en los que te “integrabas” con gente de todas las carreras porque las usabas para rellenar tus horarios. En una de esas, me hicieron leer un libro sobre la amistad, que me quedó muy grabado que decía que la verdadera amistad no tiene que ser continua. Con un verdadero amigo, con el que hay cariño y respeto, aunque no haya mucho en común y pase mucho tiempo, las conversaciones se retoman donde se dejaron aunque pase media hora o diez años entre ellas y es cierto.

            Toda esta historia va a que vino a visitarme a mi pueblo una amiga, así. Nos conocimos en secundaria. Ella venía a vivir a México después de unos años en Estados Unidos. Me impresionó que era porrista muy profesional. Jugábamos en varios equipos de deportes juntas, y nos queríamos bien. Fuera del colegio no éramos de salir mucho juntas porque en secundaria ella tenía muchos más permisos que yo y luego en prepa yo tuve el mismo novio siempre, que solo salía con sus amigos y a sus planes, entonces éramos literalmente amigas del colegio. Fuimos una a la boda de la otra y luego ella se fue a vivir fuera. Nos veíamos muy de vez en cuándo, siempre con gusto, siempre con cariño. Las redes sociales nos facilitaron el  mantener el contacto. Por Facebook supe y admiré su compromiso con la obra social, sus miles de voluntariados, porque cuando nos veíamos nunca era de echarse porras a si misma.
Hace unos años publicó en Facebook que la que había sido nana de sus niños estaba muy mala en México y necesitaba ayuda, que no tenía dinero ni manera de ir a recibir sus tratamientos a CDMX y que a ver si alguien la pudiera ayudar. Levanté la mano. Me puse en contacto con esta tocaya mía, le mandé dinero para el pasaje, quedé de recogerla en la terminal de autobuses y ponerme a su disposición para ir a las consultas, alojarla en mi casa de ser necesario y lo que hiciera falta. Cuando llegué a por ella y la vi llegar, me cayó encima la enormidad de la responsabilidad que me había echado. La pobre mujer respiraba como si tuviera un metro de celofán en el pecho, se cansaba a los tres pasos y pensé literalmente que se me iba a morir en el coche. Tenía cáncer de mama que se había extendido a pulmones y estaba muy avanzado. Por suerte, su mamá venía con ella. Las llevé al Hospital General y me quedé hasta que ingresaron a Ana. Su mamá quiso quedarse también. Al día siguiente fui a hacerle el relevo a la señora, la mandé a bañarse y desayunar a mi casa y me quedé yo con Ana. La cosa no pintaba bien. Ella quería regresarse a su pueblo, pero los doctores no querían. Al final le dijeron que no había manera, que se tenía que quedar y que se iba a morir. Tanto Ana como su mamá me dijeron llorando que ella quería ir a morirse a su pueblo, volver a abrazar a sus hijos. Conseguí una ambulancia de terapia intensiva para hacer el viaje a Michoacán, pero cuando ya nos íbamos a ir, hubo que cambiarla por una carroza. Tristemente Ana no pudo volver a darle un beso a sus niños.
            Esa historia nos volvió a juntar algo. Poco tiempo después, ella se divorció y nos vimos y platicamos. Al poco, yo estaba pasándolo muy mal, estaba pasando por lo mismo y sin necesidad de decirle nada, me llamó por video y me dijo: “Vas a decir que estoy loca, pero te siento con la energía tristísima y la pila bajita, dime que tienes”. Dicen que hay gente que tiene ángel. Ella tiene muchos.
            Nos acompañamos agarradas de la mano durante el proceso terrible de la separación de matrimonios de 20 años. Las dos tenemos a nuestros hijos viviendo lejos y también nos hemos acompañado en eso. Platicamos cuando empezamos a salir con otras gentes, después de haber jurado nunca querer saber nada de hombres otra vez. En una de esas conversaciones dijimos, imagínate que sigues con Alarís y yo con El Señor y que hacemos un viaje increíble …… Manifestémoslo. Y he aquí que ese sueño guajiro se hizo realidad.
            Hicieron un viaje de servicio a India y de regreso, con millas pasaron a visitarnos. Se quedaron en nuestra casa. Les enseñamos nuestro país, fuimos a todos los lugares lindos de visita, vimos películas en pijama con palomitas, nos tomamos mil fotos, nos reímos muchísimo y yo recargué pilas de cariño, que me andaba haciendo falta mi gente.

            No hay palabras para agradecer a la vida una amistad de más de treinta años que ha traído una amistad nueva con El Señor y con Alarís. Si esto fue posible, ya estamos ocupadas manifestando que en pocos años vamos a hacer el reencuentro en algún otro lugar lindo que no conozcamos ninguno de los cuatro. A ver ¿qué más es posible?

www.almarasems.com
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HELLAS

  Como lo que más me gusta en la vida es viajar, y hay que trabajar para vivir, no vivir para trabajar, mi respuesta a estar feliz es viajar...