Me he acostumbrado
a los Viernes que son Domingos.
A
las semanas sin fin y a los fines sin semana.
A
despertar sin resaca propia ni ajena. Sin arrepentimiento, vergüenza o miedo.
A sentirme abrazada mientras duermo y
lejos de necesitar espacio, a disfrutar la sonrisa inconsciente que acompaña al
abrazo y agradecerlo.
A los reclamos, no como defensa ante la
amnesia del trago de ayer, sino al haber salido de la cama sin despertarte a
besos.
Me he acostumbrado al amor sin drama,
sin violencia, sin culpa. Poco a poco, me he acostumbrado a recibir todo lo que
no eché de menos porque no sabía que existías.
Me he acostumbrado a las risas, y
canciones. A la mezcla de idiomas, a las historias que mezclan expresiones muy
mexicanas con palabras árabes y anécdotas en inglés con referencias tuyas y mías
que nadie más entiende.
Me he acostumbrado también a valerme por
mi misma en todos los sentidos, aún cuando tengo quien cache lo que yo suelte.
Soy más fuerte de lo que nunca creí, más capaz de lo que jamás imaginé, me
reinvento todos los días y me gusta el resultado, pues lo veo con mis ojos y
los tuyos. A ver admiración en tus ojos y oírla sin protestar, a veces.
A disfrutar la vida con las cosas
sencillas, a elegir pasar mi tiempo con gente de corazón blanco, a gozar a los
niños propios y ajenos, a querer a conciencia aunque sea a distancia.
Me he
acostumbrado a esperar las estaciones y los tiempos. A atesorar los lujos. A
medir mis posibilidades y a disfrutar de lo sencillo, cuanto más si se
comparte.
Me he
acostumbrado a hacer un banquete con un asado, una fiesta en el campo con el
primer día de sol y a festejar las primeras lluvias, a descansar sin vestirme en casa, a gozar el aire fresco en la bicicleta y a agradecer a Dios constantemente.
Me he
acostumbrado a mantener relaciones lejanas pero intensas con mis amigas y
amigos del alma y a buscar y atesorar nuevos amigos. A no esperar a que la
gente me busque, si no, a ir tras lo que
quiero o necesito. Me he acostumbrado a que el Universo es generoso cuando
pides las cosas.
Me he
acostumbrado a trabajar durísimo todos los días y a hacer feliz a los demás con mi trabajo. A
disfrutar lo que hago inmensamente.
Me estoy
acostumbrando a vivir bien, y me gusta.
No me acostumbro
a tenerlos lejos, a tener que buscarlos y que a veces me dejen en leído, que no
respondan a mis llamadas, que me traten con pinzas y con recelo.
No me acostumbro
a que ya no seamos amigos, a que no me dejen quererlos, a que nos hayamos lastimado tanto.
No me voy a
acostumbrar, porque no quiero. Aquellos que no valen la pena, hace tiempo me
acostumbré a que se fueron y lo agradezco, pero por los otros voy a pelear y
esperar lo que haga falta.
Me he
acostumbrado a que la vida es buena…….
Me he acostumbrado a leerte querida amiga!
ResponderBorrarClaudia