miércoles, 15 de agosto de 2018

ANACORETA
            Hace años, cuando se usaba el Yahoo Messenger me daba por usar de nombre palabras que empezaban con ANA y que me daban risa: ANAconda (tamaño viborón), ANAstasia (según estuviera de humor la princesa o la hermanastra) y así. ANAcoreta significa hermitaño, y me viene bien, porque a veces paso varios días sin hablar con nadie. Trabajo por internet y whatsapp, muchas veces desde mi casa, muchas veces aunque vaya al gimnasio o a comprar algo no hablo con nadie, porque aquí no se acostumbra y si Alarís está fuera, pues si no platico con mis pobres macetas, no platico.
Nunca he sido de esas gentes como el Popochas (del chiste, de ¿quién es el cuate de blanco junto al Popochas ahí en el altar de la Catedral de San Pedro?), que son amigas y/o conocidas de todo mundo y su perro. Eso sí, tengo mis amigas y amigos queridísimos que he ido adquiriendo en diferentes circunstancias de la vida y que valoro como el gran regalo que son. Si los pusiera a todos juntos en el mismo lugar, difícilmente encontrarían algo en común entre todos, tengo amigas del colegio desde que éramos chiquititas, amigas que hice en los colegios de mis hijos que se volvieron más que familia, amigos de la universidad y del trabajo de distintas edades, y que aparentemente tienen ideologías y vidas muy distintas a la mía, pero que en el fondo, encontramos intereses en común y aprendimos no solo a convivir, si no que en verdad los quiero y los respeto inmensamente y son de mis “gentes importantes”. Tengo amigas a las que les llevo treinta años y amigas que son mayores que yo por cuarenta años y eso no implica que nos queramos menos.

            A lo que voy con toda esta historia y el recuento de mi currículum amistoso, es a que una de las cosas que más trabajo me ha costado de ser expatriada en Medio Oriente es precisamente el tener amigas.  Las diferencias culturales y la barrera idiomática han hecho bien difícil el proceso normalmente fácil de hacer cuates. En mi México además, yo valoro enormemente a mis amigos y amigas, a mi familia que también son amigas,  y tengo la enorme suerte de que al ser tantos, siempre hay alguno que salga de bateador emergente y siendo parte de la familia muégano, nunca tuve oportunidad de sentirme sola. Si quería estar sola adelante, pero nunca me hizo falta compañía por necesidad, ni me hizo falta con quién platicar. Siempre hubo un hombro sobre el cuál llorar penas, alguien para compartir risas, alguien para ser cómplice de aventuras, siempre quien me diera y me recibiera cariño.

            Aquí la cosa no está tan fácil. Para empezar, la amistad entre hombres y mujeres, salvo que el hombre en cuestión sea tu marido, tu padre o tu hermano, está completamente prohibida, lo que reduce la población susceptible de ser  candidato a ser tu cuate a la mitad. Yo, tengo amigas que adoro con todo mi corazón, pero también tengo entre mis cariños más grandes, amigos hombres. Los hombres son más fáciles, más directos. Con ellos quedas en un momento: ¿puedes ir a tal sitio tal día? Si o no, y ya quedaste. Con las mujeres quedas, pero al rato, una necesita pasar por las niñas, a otra le salió otro plan, otra quiere cambiar de sitio, la otra cae al café a lo mejor, la otra nadamás no llega, total que moviste tu día completo para ir a algún sitio con ellas y seguro te plantan o te cambian la jugada no menos de quince veces. Los hombres en muchos sentidos son más fáciles que las mujeres y son grandes amigos, pero en fín, aquí fuera de la amistad superficial de un par de chistes y un hola como estás que puedes tener con algún muy amigo de tu marido o con algún cuñado en las raras reuniones mixtas, la amistad con hombres no existe, y no quisieras destapar esa olla de grillos, porque se puede prestar a mil malas interpretaciones.  En cuestiones laborales, todavía es peor. Los compañeros de trabajo tienden a ser amables en apariencia, pero si pueden, te fastidian, sin comprender que trabajas para el mismo equipo, que juntos pueden ser más productivos, les parece una amenaza cualquier persona nueva, y más si es una mujer extranjera.
            Las amigas mujeres son difíciles. Cuando vine a estudiar primero, me hice muy amiga de unas niñas muy jóvenes, muy lindas que me compartieron su casa y me invitaban seguido. Se fueron a vivir a Omán y extraño a toda la familia mucho, gran pérdida. Tengo aquí varias amigas, en Amman, pero la dinámica es muy distinta a la dinámica que tengo con mis amigas en México. La amistad con ellas nunca es pareja, si yo voy a verlas, bien, pero si yo las invito, nunca quieren venir, o me dicen que si y luego me dejan plantada, no les gusta salir a ningún lado tampoco. No es que quiera yo ir de reventón ni mucho menos, pero quedas de ir a tomar un café, de salir a dar la vuelta, de ir al súper, de que te recomienden un peluquero, tonterías para tener de que platicar o algo que hacer y a lo mejor te dejan plantada, más bien muy probablemente. Igual mucha gente te habla, te invita, te dice que te extraña, que vayas a su casa, que les llames para ponerte de acuerdo con la hora y cuando les hablas no te contestan , o sea ya decidieron que siempre no. Una cosa muy rara.  Ya no digamos tratar de dar pie a que una amistad superficial tipo con una gente que te saludas y platicas en el gimnasio, sea algo más. Le dije el otro día a una señora con la que platico mucho en el gimnasio y es muy linda que si un día tenía tiempo fuéramos a tomar un café en la tarde. Haz de cuenta que le había pedido matrimonio. Me vio como si estuviera loca y ahora me saluda de prisa. Mta.

            En el pueblo de Ummi y Baba me invitan mucho a fiestas de señoras o a eventos en general, pero siempre estos son separados, las mujeres para un salón y los hombres para otro. Si no es a casa de ciertas  mujeres que conozco bien y que son parientes o amigas de confianza, siempre termino sintiéndome como gato con suéter, bien incómoda, y aún a veces en casas de estas amigas o parientas cuando hay mucha gente de visita. Muchas veces de plano no voy. Sé que hago mal, que debiera decir siempre sí, si no como voy a hacer amigas, pero hay veces que no estoy de humor. Pasa que cuando hay  gente que no me conoce, soy como el nuevo animalito del zoológico, todo el mundo me examina y me revisa, comentan el punto y se secretean delante mismo de mi cara y si les digo que encantada les platico lo que quieran, se congelan como si el oso panda les hubiera hecho la misma sugerencia, o sea que no hay manera de ganar. Si trato de disfrazarme como ellas para no llamar la atención, la llamo más, si voy vestida como siempre, también les parece exótico, total que de todas, todas me llevo una buena viboreada y pues la verdad no lo paso nada bien.  Tengo algunas amigas que quiero mucho en el pueblo, algunas vecinas y parientas que son muy lindas, pero en general el ambiente social es como bien dice el dicho “pueblo chico, infierno grande” . Me cuesta mucho trabajo el que todo el mundo se mete en todo, porque no tienen gran cosa que hacer, entonces saben todo lo que haces o dejas de hacer y te lo comentan en un tonito que me saca ronchas y me dan ganas de contestar con majaderías, pero me aguanto las ganas porque si quiero vivir aquí, les tengo que hacer la lucha o volverme 100% anacoreta, que no es el caso.
            En las escuelas a donde iba a tomar clases de árabe tenía chance de socializar con extranjeros, que a veces es más fácil, tienen más costumbres en común conmigo, pero también es en general población flotante, que solo está un tiempo limitado. Hice allí amigas locales entre las maestras y amigas y amigos de distintos países, pero estos últimos se han ido regresando a sus países o sea que tampoco me sirven mucho como círculo social aquí.
            Leí el otro día que más y más en los países de primer mundo en donde la gente tiende a vivir de forma independiente a diferencia de los latinos por ejemplo que viven en la casa familiar hasta que forman su propia familia, la soledad es un problema.  Ha habido encuestas que reflejan que hay una proporción grande de gente joven que los días de descanso del trabajo no habla con nadie. Puede ser que se comuniquen por mensaje, que tengan grupos de juego virtuales, etc., pero el contacto humano cara a cara muchas veces es escaso y eso da lugar a un aumento en el índice de depresión.
            Yo como no me quiero deprimir y no quiero tampoco que el pobre de Alarís me vea como si tuviera un perrito que lo espera en el departamento para que lo saque a pasear, le seguiré haciendo la lucha hasta que encuentre un grupachón feliz de amigas aquí.
            Se aceptan sugerencias…….

Salam!

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HELLAS

  Como lo que más me gusta en la vida es viajar, y hay que trabajar para vivir, no vivir para trabajar, mi respuesta a estar feliz es viajar...