EL PROBLEMA ES EL PEPINO
Esta frase célebre me la dijo un yucateco hace ya muchos años y no
se me olvida. Ya sabes que a los
yucatecos se les brinca la cadena a veces y piensan y se expresan muy diferente
que el general de la población mexicana. A mi me cuesta trabajo saber si me
están cotorreando, si se están burlando de mi o si de verdad viven en otro
canal. Resulta que había ido de viaje a Yucatán con unos tíos, una prima y su
esposo y mi Güerita y fuimos a Celestún
a ver a los flamingos. Veníamos de ver una gruta a la que nos metimos con
tennis para poder bajar. Nos estacionamos y le pregunto al hombrecito con el
que negociamos el paseo en lancha que si creía que nos íbamos a mojar los pies,
para cambiarme los tennis por unos crocs o flip flops y me dijo, “No sé, no
creo”. Como no lo vi convencido, mejor me cambié los zapatos y menos mal,
porque para subirse a la lancha había que meterse al mar hasta la cintura (¿no
sabía si me iba a mojar los pies???? Ejemplo de cómo los yucatecos y yo no nos
entendemos). De camino a la lancha
pasamos por un muelle donde había varias gentes manifestándose, muy enojadas y
muchos policías y había como un conato de bronca. Le preguntamos al hombrecito
qué pasaba y dijo “El problema es el pepino”.
Por más que quisimos más datos, no dijo más en ese momento. No nos sacó
de dudas para nada y lo tiramos a loco.
Después del tour, que si no lo has hecho nunca, no pierdas oportunidad
de hacerlo, es una belleza la ría, mi tío se fue con el hombre en una motoneta
a recoger el coche, porque nos bajamos de la lancha en otro sitio y le logró
sonsacar algo de la historia del pepino. Resulta que había veda de pesca de
pepino de mar pero el gobierno, tras corta feria, había permitido a unos
pescadores japoneses pescar el marisco que para ellos es preciadísimo y por eso
la gente del lugar estaba indignada, ya que estaban dispuestos a respetar la
veda por el medio ambiente, pero si de todos modos no se iba a respetar,
querían hacer negocio ellos y no que lo hiciera alguien más.
De niña fui de
campamento a unas islas frente a la península Olímpica en el estado de
Washington, donde las mareas son muy marcadas y cuando bajaba la marea, se
hacían alberquitas donde se podía apreciar mucha vida marina con la que yo no había
tenido mucho contacto antes. Ahí conocí a los pepinos de mar vivos. Vivos son
como un globo de agua patinoso, con esa consistencia y sumamente resbalosos.
Después cuando estudié diversos cursos de biología aprendí que son cercanos a
las esponjas y los celenterados, con sistemas nerviosos primitivos y que son
importantes como filtros de agua, pero hasta ahí mi trato con ellos.
Cuando viajé a
Japón y China vi que ahí los comen, y que por supuesto los chinos los
consideran afrodisíacos, como muchísimas cosas. Tienen una obsesión, que les
balconea un serio problemita. Donde que necesitan tantos “refuerzos”, deben
tener una seria carencia en esa área. Nunca se me ocurrió probarlos.
Pues hace poco,
estando de visita en el pueblo de los papás de Alarís en Jordania, casi esquina
con Siria, fui de visita a casa de unos parientes y un cuate me dice, ¿Oye a ti
te gusta comer mariscos?. Le dije, Sí, ¿por? Pensé que era un tema de
conversación general, ya que aquí no es muy común que la gente coma cosas del
mar, ya que solo existe un puerto al Mar Rojo y no hay gran variedad de
pescados y mariscos. Se levantó y me trajo como regalo tres pepinos de mar
secos. Me dijo que el entre sus negocios compraba pepinos de mar en Indonesia y
los vendía en China. Que los remojara unos días, luego los hirviera y los
preparara (no dijo como) y le contara si me habían gustado.
¡En la torre! Se veían horribles. Parecían unas cacas de
perro secas, blancos y duros, o partes inmencionables de algún animal también
secas. Pero siendo que sé que son carísimos, que su pesca pone en peligro el
medio ambiente y demás, y ya estaban pescados, no los iba a tirar. Los remojé los días necesarios cambiándoles
el agua y la consistencia cambió un poquitito pero quedó en vez de cómo una piedra
pómez como un top sider de 1987 que se mojó en el mar y se guardó con agua
salada desde entonces. Haz de cuenta. Busqué en internet recetas y lo que
encontré fueron unos guisos chinos elaboradísimos de pepino de mar con papada
de pescado y cosas similares que parecían un licuado de chongos zamoranos con
pizza que se hubiera comido un perro
grande y decidido vomitar. De horror.
En vista de lo
anterior, puse un post en Facebook, en Lady Multitask donde seguramente alguien
me sabía dar razón y además de reírme mucho con los comentarios que fueron
desde: tíralos, haz composta, guácala, ahí me cuentas; hasta, qué barbaridad,
sigue destruyendo el ecosistema….. Entre esas cosas alguien me dio un link a
una instrucción real de cómo limpiarlos y hervirlos bien y otra gente me dio
una receta.
Le conté a Alarís
en que iba la cosa y que ya íbamos a poder probar los dichosos pepinos. Me dijo
“Íbamos Kemosabe? Ni de broma”. Has de saber que Alarís es muy muy “selectivo”
para comer. Cuando lo conocí comía como cuatro cosas y solo si las había
preparado él o alguna de sus hermanas o su mamá o en dos o tres lugares de su
confianza. Irónicamente, algunos de estos lugares, como se dedica al turismo,
son unos paradores de carretera bastante sospechosos y en donde la comida de
verdad no está muy buena, pero esa se la come feliz y luego hace caras en la
casa de sus amigos. Ha mejorado algo a fuerza de hacerle un poco de bullying.
Hasta mejillones he logrado que coma y le han gustado, pero de eso a los
pepinos de mar, va a estar difícil. Saqué las armas pesadas y le dije, híjole,
yo llevo dos años haciendo el ayuno del Ramadán por solidaridad y tu no vas a
probar una cosa que si no te gusta la escupes y ya está? No se veía convencido
y tiene razón porque uno, a mi nadie me pidió que ayunara, dos, el ayuno tiene razones
filosóficas y no es solo una necedad y tres, no le da la gana y nomás de pensar
se le sube la vasca, jajajaja.
En esas estábamos
y se atravesó la fiesta del chivo, los días de fiesta del Islam y nos fuimos al
pueblo a pasarlos con su familia o sea que dejé a los pepinos nadando en un
refractario con tapa en mi refri. Cuando regresé puse en práctica todas las
instrucciones que me dieron las LMTs y algunos hermanos del culpable de mi
desgracia, que se dicen muy expertos en el tema, pero la verdad todos me
dijeron, los remojas, los hierves y luego los cocinas con pollo o con alguna
otra cosa…. Me sonó loquísimo. Lo que
parecía más razonable decía que los remojaras mucho tiempo en agua sola en un
recipiente muy limpio cambiándoles el agua frecuentemente, lo que ya había
hecho. Después, que los hirviera 10 minutos, y luego 30 minutos a fuego lento,
dejara el agua enfriar y la cambiara. Al día siguiente, repetir la dosis y
limpiarlos por dentro. Resulta que cuando los hierves se hidratan mucho mejor y
ya empiezan a tener consistencia de mariscos (y olor también) y cuando los
abres, tienen dentro arena y piedritas y una membrana rara que hace como las
venas de un chile poblano. Les saqué todo el “relleno”, les di una hervida más,
y luego decía el escrito, que estaba en inglés pero se veía que era de un chino
porque la traducción era muy chistosa, que los cocinaras en un “caldo superior”
porque si bien tienen muchas propiedades nutritivas (para la piel, para las
articulaciones, como afrodisiácos por supuesto, etc.) no saben a nada, y que
por lo tanto es importante el caldo y luego, en efecto, se acostumbra poner
pedacitos en un guiso de alguna otra cosa, como trozos de pescado o de alguna
otra carne. El nombre en mandarín significa jengibre de mar, porque se cree que
tiene propiedades similares a las del jengibre, además de que es un buen aporte
de proteínas. Hay tres tipos de pepino de mar, uno con piquitos, uno liso y uno
como con papilas. Los míos tenían puntitos en la piel, como una lengua.
Los rebané, los cocí
en un caldo, no sé si superior, pero bastante rico, casero, y después los dejé
enfriar y los preparé como ceviche, con jitomate, pepino, cebolla, chile, limón
y sal y pimienta y me armé de valor y me los comí.
No estaban mal la
verdad. La consistencia de la piel la verdad un poco gacha, nunca se le quitó
lo áspero del todo, entonces era como un ceviche de caracol con pedazos de lija
Fandelli de la finita. No fue grave, para la apariencia tan horrible que
tenían, pero la verdad no es algo que yo pediría ni que volvería a comer por
gusto. O sea que la ecologista que casi me mata por aceptarlos puede estar
tranquila, no me aficioné, solo me los comí por no tirarlos, ya que ya los
habían pescado y porque por no variar, la curiosidad pudo conmigo.
Alarís se salvó
porque se fue a Petra y a Wadi Rum a llevar a un grupo de gringos. Iba felizote
porque escapó de su cita con los pepinos y porque en el grupo iba el cuate que
sale de Pablo Escobar en la serie de Narcos, que ha visto para practicar su
español. Le digo que no invente, que va a aprender a hablar un español muy
extraño, de actor gringo que quiere hablar como narco colombiano y con un
léxico de pura majadería, pero pues ni hablar, el tiene su sistema, así
aprendió a hablar inglés y lo hace muy bien. Le mandé fotos y me dijo, no te
los comas, le decimos al primo que si te los comiste que muchas gracias, pero
no te vaya a pasar algo, eso se ve malísimo. A mi nadamás me dio risa, claro
que me los comí y le dije que le iba a guardar unos poquitos (no le guardé
nada, ni para qué, ya lo conozco, primero se muere que probar algo así).
Ahí la historia
del problema del pepino. En conclusión, hay que educar a los orientales acerca
de los mitos en los que creen, porque yo creo que hay mejores fuentes de
proteína, más ricas, más fáciles y con menos impacto ambiental. Como
ingrediente, la verdad es que no aporta gran cosa y es una verdadera monserga
la preparación de los bicharracos estos con tanta remojadera y tantas cosas que
hay que hacerles y no vale la pena para nada.
Lección
aprendida. La próxima vez, a cualquier pregunta, la respuesta correcta es
primero “¿Pooor? “ y ya luego vemos si digo que si o que no, ¿no crees?
Salam!
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