viernes, 13 de julio de 2018

TOBA

Cuando vine a Jordania la segunda vez, vine escapando de una separación gacha, poniendo distancia y dándome espacio para pensar y llorar mis penas. Vine aquí porque había venido hacía poco, me había gustado la gente y el lugar y el idioma me había llamado la atención, o sea que me metí a estudiarlo. Ilusa de mí pensé que lo iba a aprender de volada. Llevo un año aquí y se me sigue resistiendo. Lo hablo como los curas de mi colegio hablaban el español, se daban a entender pero sonaban sospechosos.  Total, en esa ocasión decidí ir a Petra un fin de semana. Ya había ido, como turista la primera vez, pero siempre se puede visitar otra vez  y descubrir algo nuevo. Ahora que me dedico al turismo voy bastante seguido y me pregunta la gente si no me aburro. La verdad es que no. Es un lugar tan grande, tan lleno de belleza e historia, que cada visita es distinta y cada vez hay algo nuevo o una nueva manera de verlo. Según con quién vaya es el ritmo de la visita, la cantidad de lugares que visitamos, la cantidad de información que quieren saber, la gente que te encuentras por el camino.

En esa visita a Petra, cuando vine como estudiante, fui sola, en camión. Le avisé a Alaris, que por entonces era solo un conocido, que iba a ir, en caso de que no apareciera en unos días para que avisara en la embajada. Me dijo entonces que si iba, le llamara a un primo suyo que vivía en el pueblo de Wadi Musa, la pequeña ciudad junto a Petra, si se me ofrecía algo y que tal vez me acompañara a la visita, pues Osama es doctor de pueblo y sale poco. Total, le mandé un mensaje y me dijo que me acompañaba con mucho gusto. Me cayó muy bien, me recordó a Michel, un amigo que quiero mucho y con eso ya me ganó al cien por ciento. Raro porque habla poco inglés, estudió medicina en Ukrania y por tanto habla Ukraniano y ruso además de árabe, cosa que a mi no me ayuda en nada. Es chavo, muy devoto, de pronto sacaba su alfombrita y se ponía a rezar, pero muy buena onda. Me dijo que me iba a llevar al sitio Alto de Sacrificio, si no lo conocía. Yo no lo conocía. La primera vez que fui a Petra, fui con un guía “normal” que me hizo el recorrido clásico de la calzada principal, me dijo que si quería me subiera al Monasterio (una fachada parecida a la del Tesoro, al final del sitio, pero hay que subir muchas escaleras y a el le daba pereza) y que me esperaba afuera.  No subí a las basílicas, al Sitio Alto de Sacrificio, a la Iglesia, al templo de Leones, no fui a Little Petra, no fui a los caminos raros para las fotos desde arriba de las fachadas importantes, todo eso lo fui conociendo después. 

En fin, Osama me llevó por primera vez al Sitio Alto de Sacrificio. Este lugar, es una montaña alta a un lado de la avenida principal de Petra, donde los antepasados de los nabateos hacían sacrificios de animales de manera ritual. Existen unas plataformas en la roca, con la piedra tallada haciendo canales para drenar la sangre  (hay cosas muy similares en Machu Picchu) y cisternas para juntar agua y para lavarse. La vista desde allí es espectacular.  Me sigue gustando muchísimo subir allí, por la vista de todo el sitio arqueológico que incluye lugares que no están abiertos al público y por ver a Toba. 

Toba es una mujer beduina que siempre está ahí en el Sitio Alto. Esa primera vez, como era Enero, hacía frío, no era temporada alta, no mucha gente subía. Estaba con otra mujer en una tienda hechiza haciendo té, que nos invitó a tomar a Osama y a mí y fumando un churro importante de hasheesh. Con el tiempo, he visto que Toba siempre está fumando hasheesh. Ese día, cuando oyó que Osama era doctor, que no era “mi” Osama, se puso locuaz, le platicó miles de cosas, le ofreció de su churro, se sentó junto a el y me hizo reír mucho. Su amiga me dijo que fumaba demasiado, que por eso la dejó el marido y se llevó a las hijas, cosa que me rompió el corazón. Dice que tiene treinta años, pero su cara parece una roca, por la vida dura que lleva. Ese día, cuando nos despedimos, nos correteó montaña abajo, metiéndonos en las bolsas de la chamarra collares, piedras y dulces “de regalo” y seguía platicando. Me hizo prometer que volvería a visitarla y le dije que sí. Nunca pensé entonces que iba a volver tantas veces y que cuando volviera tendría yo la misma herida en el alma, el vacío de los hijos ausentes.

Cuando tiempo después me vine a vivir a Jordania y fui de visita a Petra con viajeros que quisieron subir al Sitio Alto, encontré a Toba dormida al sol, abrazada a su flauta y su bolsa de cosas para vender. Le puse un dinar en la mano y pasé a la orilla del acantilado a tomar fotos. Cuando volví, ya estaba despierta y me dijo: Hace tiempo no venías, ven y dame un beso. ¿Y este? ¿Es tu esposo? ¿Y el doctor? Pachecapacheca pero tiene buena memoria, porque pasa por allí mucha gente.  Siempre que subo le dejo algo, algo de dinero, algo de comer y ella siempre me dice que escoja un regalo, muchas veces le digo que la próxima vez, me da pena llevarme sus cosas y ya tengo una colección de pulseras. Me toca la flauta hasta que deja de verme, me da de besos que huelen a hasheesh, me dice María porque no se acuerda de mi nombre, pero si se acuerda quién soy y que soy de México y supone que siendo mexicana, si me llama María, probablemente atine, y yo no la corrijo. Toba significa arrepentimiento, pero ella es una persona alegre en general. Cuando habla de sus niñas si llora, pero por lo demás dice que sus montañas, sus cabras y sus cigarros le llenan la vida. Que es dueña de su pedazo de cielo y no necesita más.  El otro día vi un pequeño documental haciendo publicidad para visitar Petra y me encantó que salía mi amiga Toba, tocando su flauta, en su montaña, bailando al ritmo de su propia música, al parecer libre.

Salam!

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HELLAS

  Como lo que más me gusta en la vida es viajar, y hay que trabajar para vivir, no vivir para trabajar, mi respuesta a estar feliz es viajar...