PUM! PUM! PUM! Desde
ayer no dejan de caer bombas sobre Siria. No es desde ayer. Desde ayer estoy en
la frontera y las oigo y las siento. A menudo se oyen, como truenos lejanos,
como si fuera a llover, pero ahora se sienten, se cimbran puertas y ventanas y
es una cosa que no para las 24 horas. Se parte el corazón de pensar en la gente
que queda allá y la que dejó su país con la esperanza de volver. ¿Quién es
responsable? ¿Qué es lo que pretenden? ¿Qué no quede absolutamente nada del
precioso país vecino? Lo peor es que a todo nos acostumbramos, te despiertas a
media noche con la sacudida de puertas y ventanas y el estruendo: ¿qué pasó?
Una bomba. Ah. Y te vuelves a dormir, con el corazón estrujado, pero igual te
duermes. Es de no creerse. A la luz del día se siguen oyendo, menos seguido. Si
miras hacia la frontera, no se ve nada. De por sí aquí la visibilidad no es
mucha y menos en esta época del año en la que el polvo en el aire por la
resequedad del ambiente hace que no haya vistas muy claras y yo supongo que la
guerra habrá hecho lo suyo por levantar polvaredas también.
Frontera entre Jordania y Siria, al norte de Irbid
El tener la
guerra tan cerca y a la vez tan lejos da un complejo como de sobreviviente, da
algo de cargo de conciencia. Amanezco agradecida con la vida por vivir en paz, por
tener la suerte de no estar viviendo lo que viven los vecinos, pero sintiéndome
fatal por ellos y por no poder hacer nada, más que donar ayuda para los
refugiados de los campos y a veces platicar o enseñar manualidades a las
mujeres sirias, para que se ocupen. Da
hasta remordimiento preocuparse por tarugadas, cuando cada media hora oyes y
sientes el golpe de una bomba más, que le está destruyendo la vida a alguien
muy cerca.
En estos pensamientos estaba en la mañana, y en la tarde fui a dar la vuelta a un mirador a uno de los valles que dan a la frontera, y tomé las fotos que ves aquí. El pueblo al otro lado del valle es todavía jordano. Detrás ya está Siria.
Qué
desesperación. Ya estuvo bueno de rezar por Siria. No puede ser que el mundo
entero no pueda poner un alto a la tragedia que se está viviendo allí y solo
nos horroricemos ante el espectáculo que nos toca ver ya sea a través de los
noticieros, de las redes sociales o de los refugiados en los diferentes países.
Aquí en Jordania, gracias a Dios, los refugiados, que son muchos, están en
bastante buena situación, dentro de lo que cabe. Nadie quisiera ser desplazado
de su país por una guerra, pero dentro de todo, no están en situación de
pobreza extrema o de vivir sin techo. Hablan el idioma, reciben ayuda de varias
ONGs, tienen conocidos, si no están en posición de mantenerse solos, se les
ayuda y se les busca manera a través de organizaciones internacionales de
encontrar residencia y trabajo permanente en otros países si es que no quieren
quedarse aquí.
Estuve en Turquía hace poco y la historia es
otra. Hay muchos sirios que si tienen trabajo, pero están dispuestos a hacer lo
que sea. Por ejemplo son los meseros de la arguila en los restaurantes. No sé
si has tenido oportunidad de ver este fenómeno en medio oriente, pero me parece
un trabajo horrible. En cualquier restaurante uno puede pedir una shisha o arguila
como quién pide un café. El encargado de las pipas de agua, trae el aparatejo,
junto con los carbones hechos brasa en un cacito especial y trae una boquilla
suya para la manguera y se encarga de echar a andar la pipa dándole las
primeras fumadas hasta que prenda bien. A cada rato, viene y cambia los
carbones de las pipas de los comensales o sea que se pasea con su cacito de
brasas por todas partes. Si la pipa de alguno no tira por alguna razón, le
llaman y viene y cambia la boquilla y le da unas fumadas fuertes para tratar de
destapar la pipa. Si no funciona, quita la cabeza de la pipa, le sopla para
mover el tabaco quemado y la vuelve a colocar y le da otras fumadas, y se la
vuelve a pasar al cliente. Total el pobre hombre se la pasa acarreando carbón y
fumando ajeno, debe terminar con los pulmones perjudicadísimos, porque entre
angas y mangas termina fumando muchísimo. Me parece un trabajo horrible y con
un riesgo para la salud alto, aunque habrá quien discuta que fuma de a gratis,
pero pues fuma cuando quieren los demás, el tabaco ajeno y cuando no funciona
bien y cuando hay que “arrancarlo” que creo que no es agradable. Hacen trabajos
informales de limpieza, venden flores en la calle, botellas de agua en los
semáforos y por supuesto, mendigan, cosa que en Jordania no se ve. Se parte el
alma. Y después de eso, ver que hay quién sigue empeñado en destruir lo poco
que queda de su país dan ganas de poner una queja formal en algún lado.
Aquí se dice que las bombas ahora son
Rusas e Iraníes, no Americanas como fueron hace poco. La cuestión es que varias
potencias se sienten justificadas para destruir los hogares de millones de
seres humanos, todo con afán de poder y con el fin de obtener beneficios
políticos y económicos.
Es hora no solo de rezar por Siria. Si
tienes oportunidad de ayudar de alguna manera,
directa o indirectamente a los refugiados, hazlo, de verdad lo
necesitan. Así mismo, si tienes manera de influenciar aunque sea de manera
mínima para que esta locura termine, hazlo también. El mundo necesita paz,
Siria necesita paz.
Salam!
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