MEXICANOS AL GRITO DE GUERRA
Cuando era chica
cantaba el Himno cuando había que cantarlo en la escuela y listo, sin darle mayor importancia al
asunto. Fui en un colegio que entonces era chiquito porque apenas empezaba a
tener sección de niñas. En mi generación fuimos a veces 11, cuando más 19,
entonces con que tuvieras poquitas ganas te tocaba participar en todo, ser del
coro, de la escolta, del equipo de lo que fuera. No había mucho de donde
escoger, no se podían poner muchos moños. Fui de la escolta, como no, con todo
y que no era yo muy arregladita que digamos. Siempre tuve la capacidad de
ponerme hecha una desgracia en diez minutos, aunque saliera de mi casa
perfectamente planchada y limpia. De hecho a la fecha, cuando voy a una boda en
México, mi peluquera sabe que a mi hay que peinarme con Resistol y un kilo de
metal para que no quede como Animal, el baterista de los Muppets a los 10
minutos de fiesta. En fin, lo de la escolta normalmente era temprano por
suerte, entonces la camisa seguía medianamente planchada, el saco todavía no
llevaba medio día en el locker o la mochila, el pelo no se había salido del
huacal (tanto) y los guantes blancos seguían blancos. Como tengo voz de señor,
eso también ayudaba para eso de la cosa militar: “Atención escolta!” cuando iba
en primaria y luego que crecí como enredadera en secundaria, me tocó ser
abanderada.
A medida que fui
creciendo fue creciendo también mi amor por mi México y sus símbolos. Tengo un
romance casado con las playas de mi país, desde el Caribe mexicano con sus
playas blancas y aguas turquesa hasta las playas rocosas de Baja California,
pasando por las arenas achocolatadas del Pacífico y las aguas verdes de
Veracruz. Las selvas mexicanas me fascinan y no dejan de admirarme y
sorprenderme. La cultura e historia de mi país me admira con su grandeza. Y la
gente mexicana me llena de orgullo desde los indígenas de todos tipos hasta los
jóvenes estudiantes, los inmigrantes árabes, judíos y españoles, los chinos del
centro y todos los que formamos el tejido que conforma nuestra Nación. La
comida mexicana es un gozo, no solamente un mole o un chile en nogada, sino
algo tan sencillo como una tortilla recién hecha con sal o unas frutas con
chile.
Cuando mi hijo
era chico tenía una obsesión regular con los dinosaurios. Le encantaban. Sabía
muchísimo al respecto. Desde que tenía como año y medio se hizo con un
documental un día que le dije que podía escoger lo que quisiera en una tienda
MixUp (¿te acuerdas?), ilusa de mí pensé que iba a escoger una caricatura como
cualquier escuincle. Le dije, no te va a gustar, eso es un documental. Me dijo,
quiero un documental. Pues sale pues. Bueno, lo vio miles de veces, se sabía
hasta los créditos. En fin que
obviamente cuando en la plancha del zócalo, hará unos diez años pusieron una
exposición temporal de dinosaurios, allá
vamos a verla el señor documental y su servilleta, junto con mi tía Helga y su
hijo, amigo de mi hijo. Mientras
estábamos en la fila, nos tocó ver que los cadetes bajaran la bandera gigante
de la Plaza de la Constitución, con toda la ceremonia mientras el sol bajaba
detrás de Palacio Nacional. Lo estábamos viendo y a mi se me enchinó la piel y
se me llenaron los ojos de lágrimas. Claaro que “Ma, es neta? ¿No dormiste
bien? ¿Vas a llorar?” Híjole, pues si. Resulta que cuando oigo a mucha gente
cantar el Himno Nacional, o como esa vez que vi bajar la bandera, se me hace
nudo en la garganta y me da emoción.
En los estadios
de futbol cuando se canta el Himno o el Cielito Lindo me pasa lo mismo, igual
al empezar las carreras de a pie, maratones, medios y 10 K, que he hecho muchos.
Muchas veces empecé a correr con la cara bañada en lágrimas, pero lágrimas de
emoción de cantar el Himno con muchos otros mexicanos.
Sé que a lo mejor
es una tarugada, pero no lo puedo evitar.
Ahora que empezaba
el mundial, al pobre de Alarís lo traje a cursos intensivos, oyendo el himno en
YouTube, cantado en el Azteca, cantado por coros, cantado por Chente, para que
se fuera educando, porque le dije: Tu puedes irle a quien tu quieras, pero si
juega México, le vamos a México, si no, te recomiendo que vayas pidiendo
alojamiento en casa de algún amigo durante un par de meses porque viene el
mundial de Rusia, las elecciones en México y luego el mundial sub20 de Mujeres
en el que va a jugar mi niña, y si normalmente me pongo sensible, imagínate así
y estando lejos pues con más ganas. El claro que tiene la camiseta de Mexica súper
puesta. Ya sentencié a mis amigos y
amigas que están invitadísimos a ver los partidos siempre y cuando le vayan a
México cuando tengamos partido. Para los demás partidos me da igual, le pueden
ir a quién quieran (mírala que mona).
Echémosle porras
a México, claro que si en el fut, pero también en la vida. Que no se nos olvide
que nosotros construimos a diario a nuestro México, cada quién desde su sitio,
y ahora más que nunca, mucho cuidado al elegir a quién queremos como D. T. de nuestro equipo. Les encargo mucho a mi México.
Vamos México!
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