UN MUSTAFÁ CUALQUIERA Y LAS PASCUAS ORTODOXAS
La primera vez que vine a Jordania traje
una vestimenta sospechosísima porque estuve antes en Marruecos y Túnez, donde
se mira feo a las mujeres occidentales. Decía yo: “No quiero ofender a
cualquier Mustafá”. Pues resulta que en un año de estar acá, no he conocido a
tantos Mustafás. No es un nombre tan común aquí como yo creí. Ahmeds
muchísimos, Mohammeds por todos lados, Mahmouds, a llenar. Para acabarla, a
todos los anteriores se les puede llamar Hammude de cariño, o sea que no hay
reunión o tiendita a la que vayas que no te encuentres un Hammude.
Ahora ya tengo un compañero de trabajo Mustafá. Es
el jefe de logística de la agencia de viajes donde trabajo. El que asigna los
viajes a las diferentes gentes: que guía, que transportista, etc. Como Alaris
tiene una empresa de transportes turísticos, Mustafá es un mal necesario. Le
llama a todas horas a Alaris. De verdad a todas. Cuando vine por primera vez a
la oficina vino todo felizote a presentarse y me dijo, “Si sabes quien soy?” Le
dije, claro, el burro que llama a mi casa a las dos o tres de la mañana cuando
NO es una emergencia. La próxima, va a ser. Creyó que mi mal manejo del idioma
había dado lugar a un malentendido, y se
iba a reír hasta que Alaris le dijo que en efecto yo estaba amenazando con
matarlo si seguía llamando a horas inhóspitas. Resulta que como ha visto que
Alaris es un tiro para solucionar broncas, de plano el a veces en vez de
organizar sus chambas de forma ordenada, mejor se las avienta todas de última
hora a Alaris y deja que el le saque al buey- o los bueyes de distintas
nacionalidades-, de la barranca. Así, le avisa al cuarto para la hora que hay
unos Catalanes en Aqaba que necesitan moverse al Mar Muerto, que hay unos
Franceses en Wadi Rum que necesitan ir a Amman y unos ingleses que necesitan
que los recojan del aeropuerto y los lleven a Mafraq. mientras
que ya tiene además un programa que seguir, y a todos sus conductores
asignados. Entonces además está averiguando quién está disponible, quien anda
cerca, quien tiene tiempo y de qué va la cosa.
Lo malo es que en
aras de mantener mis horas de sueño, ahora me he vuelto la recadera de Mustafá.
Hoy en la oficina, ya me quería ir, había acabado mi chamba y quería ir a la
pescadería, pero le pedí al méndigo Mustafá, MM en adelante, que me diera los
programas para Alaris para que me los llevara a la casa. Con su desorden
característico, claro que tenía su escritorio lleno de papelitos y papelotes, post-its
y no sabe que cosa quiere mandarle a Alaris. Eso es lo que viene decidiendo a
media noche normalmente. Ahora por
habladora no me puedo ir hasta que MM decida organizarse.
Es curiosísimo
trabajar entre musulmanes. Hay un tapetito de oración de propiedad común que
rueda por toda la oficina. De pronto, sin decir agua va, cualquier Godín se
levanta, se va a lavar, se descalza y se pone a rezar de cara a la pared (a la
Mecca). Todos los demás siguen en el cotorreo, en el teléfono y si hace falta
preguntarle algo al compañero rezador, no se esperan a que acabe, le preguntan
y contesta, mientras sigue con la
gimnasia espiritual. Ya no me sorprende. Pero pienso en lo que pasaría si en
una oficina en México de pronto alguien se hincara junto al escritorio a
echarse un misterio del rosario de volada. Entre los rezos, los que salen y entran a
fumar y que muchos trabajamos aquí como free lancers a comisión, la oficina es
un relajo, gente entra y sale a todas horas, no siempre encuentras a la gente
en su sitio ni todos los días y hay que andar cazando a la gente que vas a
necesitar. Para acabarla, parece torre
de babel. Todos son Jordanos y por lo tanto hablan árabe, pero como trabajan
con mucho turismo Europeo, hay un chavo que se dedica únicamente a los italianos
y entonces lo oyes en el teléfono chacotear todo el tiempo en ese idioma, hay
un chavo de mamá colombiana que habla español y maneja a casi todos los
turistas de España. Me tiene bastante mala voluntad porque cree que le voy a
apedrear el rancho. La mayoría habla algo de inglés si hace falta y hay un par
de gentes que hablan francés casi todo el tiempo. De repente se te va el avión
de con quién estabas hablando y pasan cosas chistosísimas. Estaba el otro día
chateando con un cliente mexicano, escribiendo un programa turístico en español
y hablando con el Godín Italiano y entré a la oficina del subdirector a
preguntarle algo y se me fue el chivo al cerro: “Una pregunta rapidísima Omar,
qué pasa si una persona quiere que la llevemos de Tel Aviv a Eliat en coche, no
crees que mejor cruce la frontera en Jerusalén…..” Me dejó seguir y al final me
dijo que me acordara que no habla español, que tengo opción de Francés, Inglés
o Árabe. Jajajajaja.
Veo peligroso
este asunto, lejos de mejorar mi árabe, voy a acabar hablando un champurrado de
todo y loca de remate.
MM, igual y hay
que pedirle las cosas en otro idioma…..a ver si así se entera.
Este domingo,
ahora sí es la Pascua ortodoxa, la que se celebra por estos lares. Yo como el
gato del dicho, obedezco a mi curiosidad, en vez de a mi sentido común muchas
veces y entonces me organicé para ir al gimnasio temprano, ponerme un poco más
cuca que de costumbre y lanzarme a la iglesia de aquí cerca, a la misa de
Domingo de Resurrección. Es ortodoxa, yo pensaba que rusa porque tienen unos
vitrales con águilas bicéfalas, pero no,
los libritos decían que son de la arquidiócesis de la Iglesia Ortodoxa
Griega de Jerusalén. No sé si has visto a la gente ortodoxa como tocan los íconos
y les dan de besos. Llegaron unas señoras y me dijeron que si ya había acabado,
porque estaba yo parada enfrente de un cuadro en el nártex. Yo ni en cuenta.
Les dije que sí. Me interrogaron que de donde era, que si era cristiana, que si
estaba casada con un jordano, que si era cristiano, ah no importa, al cabo
Dios es uno, me regalaron una vela.
Yo he ido a
muchos templos de distintas religiones. No soy ni un poquitito religiosa, pero
si se siente una energía muy fuerte en muchos lugares donde la gente tiene
conexión con su fé. Así en la sinagoga se siente una vibra muy linda, en las
stupas budistas en nepal, en las mezquitas, en las iglesias. Aquí, la verdad,
nada.
Había ido de
turista a varias iglesias ortodoxas aquí, en Rusia, en Ucrania, por supuesto en
Jerusalén y en México a una boda ortodoxa siria, pero nunca a misa. Pues las
iglesias ortodoxas tienen un altar con varias custodias y velas detrás de un
retablo con muchos íconos y delante varios púlpitos. Empezó la misa con unos
diáconos rezando cantado mitad en árabe, mitad en latin, como por quince
minutos. La congregación no participa, solo se persina de repente, y se sientan
o se paran, según. No hay reclinatorios, o sea que nadie se hinca nunca. Hombres
y mujeres están juntos y las mujeres en general se cubren la cabeza, de hecho
hay a la entrada una canasta con mantillas de encaje para que uses si quieres,
pero no es obligatorio, hay quien se deja la cabeza descubierta. Se abrió la
cortina del retablo y se veían dos sacerdotes junto al altar, de espaldas a la
congregación, como organizándose y bromeando entre ellos. El vestuario, espectacular,
eso sí. Salió uno de los sacerdotes, con una vela y una cruz repujada en una
mano y un incensario con cascabeles en la otra y procedió a dar la vuelta por
toda la iglesia. Cuando se acercaba a la gente, la gente se inclinaba y se
persinaba. El incienso, rico, con olor a rosas. Siguieron los rezos y cánticos,
alternando entre el sacerdote y los diáconos. Luego apareció el otro sacerdote.
Sacaron un libro con tapas de oro repujado y dieron otra vuelta a la iglesia,
ya sin incienso. Uno de los sacerdotes se puso en un púlpito, otro en medio del
estrado y dos diáconos al lado y leyeron las lecturas al alimón, en árabe y en
inglés algunos pedazos, todo cantado.
Yo ya no hallaba
como desafanarme porque se hacía eterno el asunto. Fueron otra vez al altar,
pepenaron un cuadro, el libro, la cruz, la vela, el sombrero negro y salieron
los dos sacerdotes por el pasillo central y toda la gente detrás de ellos,
mientras las campanas de la iglesia sonaban. Dimos la vuelta a la iglesia y
entramos a un salón debajo de la nave principal. Ahí se dio la bendición y la
gente empezó a dar beso en la mano a los sacerdotes y a besar la cruz y el
libro y yo salí por patas antes de que me tocara el turno. Eso de andar
besuqueando objetos nunca ha sido lo mío. En un velorio, el exposo me presentó
una urna con intención de que le plantara un beso y se indignó porque no quise,
pero no sé, esas cosas me dan corte. A las personas las apapacho con mucho
gusto, pero las cosas no me late y menos si todo mundo y su perro acaba de
poner la boca en el mismo sitio.
Total, de
experiencia espiritual nada, pero me saqué la curiosidad. Vi que esta iglesia
tiene tanto o menos en común con lo que yo conozco como la mezquita y de plano
no es lo mío para nada. Como dice mi mamá, quién me manda a andar de metiche.
Salam!
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