Hoy en día nos hacen todo el
día publicidad sobre el terrorismo en los aeropuertos. Los sistemas de
seguridad que te hacen quitarte zapatos y cinturones, sacar todos tus
electrónicos y pinzas de cejas y llegar al aeropuerto horas antes, no tienen
otro objeto que el hacerte pensar que correrías peligro a no ser porque los
gobiernos y cuerpos de seguridad se mantienen a las vivas. No entiendo como
unas pinzas de cejas pueden ser una amenaza y como el tener que verle la hucha a media humanidad que
sin cinturón se agacha a ponerse los zapatos beneficia a nadie, pero así nos
toca viajar.
Te has puesto a pensar el alto
precio que tiene que pagar cualquier persona remotamente árabe o musulmana para
viajar, por más que en su ranga vida haya tenido absolutamente nada que ver ni
con un cohete pirotécnico y sea lo más pacífico del mundo? Yo en teoría si lo
tenía pensadísimo, pero en mi último viaje a México, me tocó vivirlo en carne
propia, ya que tuve la suerte de finalmente traer a Alaris a conocer mi México
y a mi familia muégano.
Pero, como decía el
destripador, vayamos por partes. Resulta que desde que empezamos a tener
nuestros queveres, Alaris quería venir a México a presentarse con mi señor
padre y mis hermanos, para que vieran que es un hombre decente, le preguntaran
todo lo que quisieran y lo investigaran, para decirles que quería una relación
formal conmigo. Es lo que se acostumbra en su país. Pues cual no sería nuestra
sorpresa que para empezar, México pide visa a los ciudadanos de muchísimos
países, sobre todo si no tienen visa de Estados Unidos, Europa Schengen o
Japón. Supongo que si tienes alguna de esas, dan por hecho que alguien más ya
te investigó hasta la talla de chon y entonces no hay problema. Pues fue a la
embajada Mexicana a pedir su visa, previo pago, entrevista, fotos, cuenta de
banco, carta de empleo y factura del refri. Tardaron un buen tiempo en
resolverle, tuvimos que hablar mil veces y le dijeron que no. Sin dar razón de
nada. Hablamos con ellos y les pedimos que por favor nos dieran un motivo.
Porque decían que volviera a aplicar. Pero a mi me parecía que si no cambiaba
algo, el resultado iba a ser el mismo. Es como repetir exactamente la misma
receta de lasaña y esperar pastel de chocolate. No suena lógico, creo yo. Nos
dijeron que podía yo hacerle una carta invitación y que probáramos así o que me
casara con el y lo reclamara como familiar. ¿En serio? Pues volvió a aplicar,
con carta invitación, con papeles míos, con un itinerario turístico de a qué
iba a venir a México, que tenía dinero para pagarse el viaje, que yo tengo
dinero y casa en México para recibirlo, que…….. y…. Otra vez, no. Desde aquí en
México en el Instituto de Migración pregunté, me mandaron a Relaciones
Exteriores del Centro, me mandaron a Gobernación, me mandaron a Relaciones
Exteriores de Tlaltelolco y finalmente ahí un señor finamente me dijo, no hay
ningún motivo es así como usted puede invitar a su casa a quién su gana le de,
pues igual, nosotros le podemos negar la visa a quien queramos, nada más porque
si. ¿Cómo ve? En esas estábamos y mientras Alaris había hecho un último intento
de sacar la visa de turista en Amman en la embajada y no se porque artes esta
vez si se la dieron. Por seis meses.
Planeamos venir a México, muy
ilusionados. Por supuesto no hay vuelo directo Amman- México. Hay que hacer
escala en algún punto de Europa o Estados Unidos, que en general, también
requieren visas. Francia no requiere visa de tránsito y pues sacamos boletos
vía París. Pues no Air France va cancelando nuestro vuelo y posponiéndolo 24
horas? Nos dejaron en París entonces 30 horas, y sin visa, Alaris no podía
salir de la terminal internacional. Nos trataron con la punta del pié, al final
nos dieron una noche en un hotel de esos de cápsula que hay dentro de la
terminal. ¿Cómo de cápsula? Si, es como un estuche de lentes donde te metes a
dormir, bastante tristecito, pero mejor que dormir en un sillón en la terminal.
Sin equipaje, nos dieron solo una cena peor que de avión y ya. Pésimo servicio
de Air France. Al día siguiente finalmente salimos para México. El vuelo salió
otra vez un poco tarde porque tenían que ponerle anticongelante al avión por un
frente frío tremendo que había sobre el este de Estados Unidos. Ya lo sabían,
podían haberlo hecho con tiempito, digo yo, pero así le hacen. Total, le
metieron el acelerador y llegamos a CDMX a las 14.10 pm, un día tarde, el día
de Reyes.
Una hora en la pista, por no se
que rollo con el estacionamiento y cuando finalmente nos bajamos, al pasar
migración le dicen a Alaris, fíjese que por ser la primera vez que visita
México necesitamos que pase a una pequeña entrevista. Y que se lo llevan. A mi
me dicen que no puedo ir con el y que lo espere pasando el Duty Free, con muy
malos modos. Les pregunté que cuánto iban a tardar, que si me podían dar alguna
información y me dijeron que de una a tres horas y que no, que esperara. A las
dos horas salieron dos señores, con una hoja llenada por Alaris y me hicieron
preguntas a ver si cuadraban mis respuestas con las suyas, donde se iba a quedar, cuántos días iba a
estar, etc. Me dijeron que ya merito, fueron muy amables y se fueron. Pasaron
otras dos horas. Yo para entonces ya había posteado en Facebook a ver si
alguien me podía ayudar- sin pensar que a las hermanas de Alaris, con el
traductor de Facebook, les iban a dar ocho infartos-, había hablado a los
derechos humanos (aplausos a la CNDH, metieron a una abogada urgente y gracias
a eso salimos), a un abogado migratorio y una de mis cuñadas que es lo máximo
también se movió con amigas de ella para echarnos la mano. Estaba desesperada
porque nadie me decía nada, los empleados de migración se portaron
groserísimos. Estuve cinco horas y media allí, no me dejaron sentarme, no me
dejaron conectar mi teléfono, uno salió y me gritó: “Ya lárgate”. Le dije, no
me voy a ir. Me dijo, no me grites. Discúlpame, pero yo no estoy levantando la
voz, el que me está gritando eres tú. Me volvió a gritar, lárgate, ya te
dijeron que te largues o vamos a llamar a la Policía Federal para que te
retire. No va a salir nunca, porque tiene antecedentes criminales. Que rabia y que impotencia. Por supuesto que
yo no me iba a ir, y era mentira lo que me decía. En Jordania, necesitas sacar
una constancia de antecedentes no penales para cualquier negocio, cada seis
meses, y Alaris la acababa de sacar, además el sistema de información jordano es
impresionante. La primera vez que entré a Jordania después de casarme, enseñé
mi pasaporte mexicano, con mi nombre mexicano normal y me dijeron, bienvenida a
su casa, señora de Alaris, porque no se formó donde los jordanos? O sea que no
se andan con tarugadas.
Estaba yo buscando un enchufe
para mi celular y salió otra pareja de agentes y me hicieron otra vez un par de
preguntas, me pidieron que les enseñara los boletos de regreso. Y me dijeron
que ya mero, que no me preocupara. En el Duty Free una señorita encantadora me
prestó un contacto. Espero se vaya al cielo con todo y zapatos porque me
alivianó muchísimo. Estaba yo hablando al sistema de denuncias a los servidores
públicos cuando finalmente salió Alaris. El estaba tranquilo. Dijo que no lo
trataron mal, salvo que le quitaron el celular y que siendo árabe, está
acostumbrado a esos circos. Que por supuesto detuvieron también a otro
musulmán, a un hindú casado con una mexicana que también en París tuvo el mismo
problema que nosotros y a una pobre francesa con tres niños chiquitos. Yo
lloraba como perro en eje vial. Lo pasé fatal.
Es una vergüenza que esos
changos sean primera cara que da México como bienvenida a nuestro país. Yo soy
una persona de bien, pago impuestos en México, tengo propiedades aquí y adoro a
mi país y luego te salen con esas cosas. Da pena y rabia. Que porqué vivo
fuera? Porque allá hoy por hoy, somos los dos bienvenidos siempre, podemos
trabajar y vivir en paz y se nos quiere bien y se nos deja ser. En México, no
tanto.
Una vez pasado el mal trago,
estamos felicísimos en México. Mi familia nos recibió con los brazos abiertos,
con Rosca de Reyes, con fruta, con mole.
Nos dio el mal de Chabelo y nos
despertamos al alba el domingo. Llevé a Alaris a caminar por el centro, a ver
el Mercado de San Juan lleno de fruta y colores, la Catedral, el zócalo. Me
decía, es como el paraíso. Después de vivir toda la vida en un desierto, lo
verde de la ciudad, la abundancia de nuestros mercados lo tenía apantallado. Le
dije y espérate que vengas una Semana Santa y veas las jacarandas, vas a
volverte loco.
Comimos con tías y tíos, primos
y lo pasamos muy bien. Yo extrañaba mucho el apapacho y el tenía ganas de
conocer a tanta gente de la que me ha oído hablar sin parar. Ya fuimos también
a Teotihuacán, al mercado de las flores, a la Villa, iremos a Garibaldi, a
Xochimilco, a Coyoacán, a Chapultepec, a Polanquito, a la Condesa, a
Antropología, a Puebla, a Oaxaca, Hidalgo, a Mérida, Celestún , Holbox y
Cancún. Ya conoció a algunas de mis
amigas y amigos, que lo han recibido con cariño y hospitalidad mexicana de la
buena y le dije que estos sí son representantes de mi México y no los
burócratas abusivos que lo recibieron tan feo.
Me muero por enseñarle mi país
y que entienda porque hablo de el con tanta nostalgia y cariño, que aprenda a
quererlo como yo, y que eventualmente podamos venir seguido, yo espero el mal
trago con migración ya haya sido solo una historia y así la siguiente vez
podamos ir a Veracruz, otra a Nuevo León, Chiapas, San Luis y así que vaya
conociendo México y volviéndose mexica de corazón.
Ya comió los elotes y los
mangos de manila de aquí y me dijo, que tengo la boca llena de verdad, que el
que no conoce a Dios, donde quiera se anda hincando. El pensaba que los que
conocía estaban buenos, ya lo arruiné para siempre, porque ahora va a querer siempre
los mexicanos y entiende porque mi cara de sin embargo cuando me ofrecen allá
elotes amarillos y desabridos. Igual dice que la experiencia del Costco y de
que le digan “pásale carnalito” en los estacionamientos públicos de los
mercados- porque parece mexicano y pronuncia el poco español que habla muy
bien-, le ha cambiado la vida. Ha probado zapote prieto, chicozapote y mamey,
que no existen en Medio Oriente. Ha comido tacos de tasajo en el mercado, con
tortillas recién hechas. Lo han abrazado mis hermanos, con esos abrazos de los
señores mexicanos que parece que van a descuadernar al compadre con palmadas en
la espalda y lo han abrazado y besuqueado mis amigas y mis tías y las ha oído
hablar como guacamayas, todas a la vez. Le ha gustado. Dice que ya de por sí
quería a su México, por extensión mía, por lo que veía en mis ojos y oía en mi
voz cuando con orgullo digo que soy mexicana, pero se sorprende de la belleza y
riqueza de México a cada rato y le duelen las cosas para las que nosotros ya
nos hemos hecho un poco duros, como los viejitos que trabajan y la pobreza
extrema que tristemente a veces vemos como normal. O sea que yo también estoy redescubriendo mi
país a través de sus ojos, revalorando los paisajes que extraño y llevo en el corazón, pero que el ve
con ojos nuevos y en cada vuelta de carretera dice: “extraordinario!” y si, es
verdad.
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