LOS SONIDOS DE MI PUEBLO
El otro día desperté con una canción metida en la cabeza. Ni
siquiera una canción que me hubiera gustado particularmente en algún momento de
la vida, pero me anduvo dando vueltas todo el día. Mi cabeza a veces se parece
a mi bolsa, esta llena de las cosas más esotéricas e insospechadas y
probablemente cuando necesitas algo, lo que sale a la primera (o segunda o
tercera) no es lo que buscabas, si no algo completamente distinto y que
guardaste hace años. Así pues en mi bolsa puedes encontrar tijeras de uñas,
costureritos de hotel, seguritos, hilo dental, pelusas variadas, mentas
prehistóricas, papeles y tarjetas de
presentación varias o pinzas de cejas antes de dar con el celular que está
sonando. De igual forma, mi cabeza retiene la dirección y teléfono de la casa
en la que viví hasta los seis años, el ciclo de los ácidos tricarboxílicos y la
letra de las canciones de Cri-Cri y Mocedades que oí hasta el cansancio durante
mi infancia, pero ni aunque me ahorquen me acuerdo de la contraseña de mi
Facebook, por ejemplo. Horrible historia.
Todo esto iba a que la canción que traía en ciclo sin fin en la
cabeza, como pesadilla de música de elevador era esa de Cri-Cri de un gatito de
barrio que habla de los sonidos que lo rodean, de un camión que echa chispas en
la mañana, unos perros en la tarde, unas campanas que invitan a rezar, y me hizo pensar en como cada lugar tiene sus sonidos
y como nos acostumbramos a ellos.
En México estamos hechísimos al chiflido del camotero, al sonido
de la armónica del afilador de cuchillos, al Ricooos tamales Oaxaqueñooos
Calientitooos y al Refrigeradoooreees, Lavadoooras o algo de fierro viejo que
vendaaaa! Cómo me ponía del peor humor oír a esos señores temprano los fines de
semana. Me parece una falta de respeto terrible que pasen sin tener en cuenta
que a lo mejor hay gente que un domingo a las ocho de la mañana lo único que
quiere es dormir y no quiere saber nada de tamales ni refrigeradores. Mi
familia se reía de que hiciera yo tantos corajes. Me decían, si siempre te
levantas mucho más temprano, para que haces berrinche? Por principio, caray!
Otro ruido muy típico de mi México, que si por mi fuera mandaría erradicar son
los organilleros. ¿Se han fijado como todos los organillos están terriblemente
desafinados? Yo creo que los fabricaron por ahí de la época de Don Porfirio y
que el afinador de dichos chismos murió por ahí de las mismas fechas que el ex
– presidente. Qué necedad de estos señores de seguir dando la tabarra con el
aparatito. Además, mucho uniforme, pero me parece un tanto cínico pedir dinero
entre dos personas por darle vueltas a la manivela de un pichifotito que ni
siquiera funciona correctamente. Hay veces que ni echándole ganas puedes
adivinar qué melodía están tratando de tocar. Los detesto. Mi mal humor musical
se extiende de pasada a los Mariachis a destiempo. ¿Cómo a destiempo? La música
de mariachi me parece preciosa cuando la quieres oír, no cuando estás comiendo
y tratando de platicar y llega un panzón a plantársete al lado y a decirte
¿cuál le tocamos? La que quiera, pero a dos cuadras, de favor. También en las
bodas y graduaciones, de que llega el mariachi, la fiesta se acabó. Y de las
serenatas, mejor ni hablemos. La idea romántica es muy bonita, pero la realidad
es que te despiertan de un trompetazo y te llevan al borde del infarto para
levantarte con la cara papuja, aliento de hiena y pelos de loca para ver a un
montón de panzones con dientes de oro y bigotes de perro (nunca he visto a un
mariachi guapo fuera de las películas) a los que un montón de briagos ni
siquiera dejan cantar en paz, porque obvio el que trajo el mariachi llevó a sus
cuates a buscarlos y ya vienen todos con media estocada colocada. La verdad no
está tan padre, ¿o si?
Luego están los espontáneos que se pasean con la guitarra, el
saxo, la trompeta, por las calles con restaurantes o casas para que les
cooperen. Y si vas a Polanquito, a Coyoacán o a la Condesa y la Roma ya de
plano hay grupos musicales completos que deambulan entre las terrazas de los
restaurantes. Lo que ya me pareció el límite de esto, fue hace como un año que
estaba yo en mi casa y de pronto oí “María bonita” desde la calle, en marimba. Muy
bonito y muy fuerte. Me asomé a la ventana,
desde un sexto piso, y había dos compadres inspiradísimos tocando a
media calle, mientras un tercero gritaba “Va a coperaaaar?” Me dio tanta risa
que claro que cooperé, eso sí, metiendo el dinero en una bolsa para no
descalabrarlos o que fuera a caer a saber donde el dinero y ni pa Dios ni pal
diablo. La marimba no me parece un instrumento fácil de transportar o de tocar
así como que por impulso, necesitas una pareja muy experta, necesitas coche,
necesitas cargar el mueble de un lado a
otro. Se ve que tuvieron éxito porque no fue la única vez. Volvieron.
Siempre oí las campanas de las iglesias los domingos temprano si
ponía atención. Si no, no, igual que el tráfico, el ferrocarril a Cuernavaca
cuando todavía pasaba por las Lomas y los niños del colegio de cerca de casa de
mis papás.
Cada ciudad tiene sus sonidos particulares, así como cada colonia.
Una de mis hermanas vive en Torreón y ahí, varias empresas usan distintos
audios para vender: el Pan Panadero, los helados, las chamoyadas, y muchos más.
Al llegar a Amman, me sorprendí de que también existen este tipo
de cosas. El hombre del Fierro Viejo Que Vendaaaaan! es universal, parece. Acá
lo dice en árabe, pero es la misma historia. Hay otro camión con una grabación
similar que vende verduras y las va voceando. El gas se vende por tanquecitos o
bombonas chicas en unos camioncitos tipo pick-up azules que tienen un altavoz
con una musiquita que tocan a todo volumen. Se pasean a baja velocidad por las
zonas residenciales. Cuando necesitas gas, le tienes que gritar o chiflar para
que se frene cerca de tu casa. La bronca es que entre su acompañamiento musical
y que seguro viene hablando por teléfono- mal universal aquí-, cuesta trabajo que
se entere y hay que corretearlo bastante. En las verdulerías, cuando tienen
mucho de alguna cosa, para que no se les eche a perder, gritan igual que en
México: A medio dinar el kilo de plátano! Nus dinar kilo moz! Vivo cerca de una
iglesia ortodoxa y de varias mezquitas. En las mezquitas se llama a la oración
cinco veces al día. En realidad diez, porque primero se llama como para que la
gente se prepare y vaya, si va a rezar allá y luego ya se dice la oración por
el altavoz. Al principio me despertaba siempre y donde que el primer llamado es
muy temprano. Varía de acuerdo al calendario lunar pero es entre cuatro y cinco
de la mañana. Ya no lo oigo. Los fines de semana también en la iglesia tocan
las campanas. Los viernes, sábados y domingos, o sea que parecen competencias.
Para acabarla a una cuadra también tengo una escuela bastante grande, entonces
también se oyen los niños, las filas, etc. Pero a todo te acostumbras.
La primera vez que oí una armónica por la calle, volada agarré un
par de cuchillos y unas tijeras y me fui hacia la puerta. Alaris, me dijo: “Que
pasó? Quieres pelo de niña?” Yo pensé, ta loco este y me bajé volada. Resulta
que el de la armónica no era un afilador, era un vendedor de algodón de dulce,
que aquí le llaman pelo de niña. Cuando subí con cara de huarache, me preguntó
por el dulce y me dijo que porqué bajé armada y ya le expliqué lo de los
afiladores en México y nos morimos de risa.
Aquí no hay bandas de música típica, como el mariachi, los tríos,
los jarochos o los norteños. Les gusta mucho la música, toda ella muy estilo
árabe en ritmo y , muy distinta a la nuestra y al pop. La música típica de
aquí, que se baila en las bodas se llama dubka y es como un tecno árabe, que se
baila todos agarrados de la mano y haciendo como una especie de pasito tun tún
con brinquitos, según ponga el paso el primero de la fila, que puede cambiar el
número de pasitos o brincos según le llegue la música. Es cotorro y requiere
cierta coordinación para no pisarse con los compañeros de baile. También les
gusta bailar tipo belly-dancing, a las mujeres, con trapos, con palos y lo
saben hacer muy bien. El instrumento típico es el Aud, que es como una guitarra
un poquito más panzona y menos acinturada, pero la gente no la anda tocando por
la calle así sin más. Si quieres oírlo hay que ir a algún lugar donde haya show
o a un concierto. Lo que si ves de
repente son gaiteros de la Legión Árabe
en algunos lugares públicos y a veces los llevan a las fiestas. Si los
mariachis le parten el queso a los convivios, imagínate los gaiteros de la
legión.
Los sonidos de animales también son muy distintos. En México,
donde vivía había muchísimos perros. Mi vecina de piso tiene dos perritos
chicos, muy nerviositos que cada que entraba yo a mi cocina se ponían medio
locos. Me daba un poco de pena, porque
duermo muy mal y me levanto muy temprano, pero pues los perritos no eran míos.
Ni modo de no ir a tomar un café o de no ir al gimnasio por no alterar a los
canes bipolares. Otros vecinos de la cuadra también tenían muchos perros y
siempre había alguno ladrando. Hay muchos árboles, y por lo mismo muchos
pájaros, que al amanecer empiezan a dejarse oír. En Jordania, la gente casi no tiene perros.
El Islam consideraba al perro sucio y potencialmente portador de enfermedades,
por tanto se lo podía tener fuera de casa para trabajar, por ejemplo para
cuidar los rebaños, pero no en casa. Ahora eso ya no se considera haram, pero
yo creo que se les quedó la maña, porque en general la gente no es de tener
perros. Hay muchísimos gatos, pero gatos de la calle. La gente en general tiene
pocas mascotas. Al ser esto muy desértico, también el número de pájaros es
mucho menor. En la ciudad hay palomas, cuando no hace mucho calor. En verano yo
no sé si se esconden o se van porque ni eso ves, del calor que hace. En el
norte del país, que hay más bosque, más cultivos hay más pájaros que si se
dejan oír y mucha gente cría animales, por lo que oyes gallos cantar, de
repente vacas, burros, caballos, camellos y borregos. De insectos, también pocos por el clima
extremoso, salvo los moscos, que son molestísimos. Al ser desierto uno pensaría
que no habría. Pues si hay y versión “tormenta del desierto”, malos de
malolandia. Algo de abejas y chicharras o grillos.
Hay sonidos que en un momento te transportan a un lugar y te hacen
sentir en casa, si bien llega un momento en que ya no lo oyes en forma
consciente, porque se hace parte de tu diario vivir. Los asimilas y los haces
tuyos. Así ya me pasa con las llamadas del muezzín desde los minaretes de las
mezquitas, ya son parte de mi vida, y ya los oigo como algo grato cuando estoy
despierta y si estoy dormida ni me despiertan, siendo que la primera vez que
los oí me parecieron molestos y hasta un poco alarmantes, pero igual echo de
menos los sonidos de mi tierra, que llevo bien metidos en el cuerpo.
Salam!
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