NO SABÍA QUE ESCRIBES!
Últimamente he oído y leído esta frase mucho, en correos,
whatsapps, Facebook, reuniones. Por entresijos del destino, trabajo como
escritora médica y científica desde hace unos quince años, pero el escribir por
diversión solo lo hacía en cartas antes y correos electrónicos ahora y de vez
en cuando cuentos o historias cortas.
Desde muy chica me encantaba leer y creo que una cosa llevó a la
otra. Mi mamá nos leía cuentos a mi y a mis hermanos y luego empezó a leernos
libros más largos. Un pedacito cada noche, para dejarnos “picados” y nos
enganchó de por vida. Se me hizo vicio. Me volví una ávida lectora de lo que
fuera, lo que hubiera para leer en mi casa, novelas, cómics, los libros de amor
de puesto de revista de las muchachas, los libros de mi mamá, los de mis tías.
Me acuerdo que le llamaron del colegio a mi mamá para decirle, ¿se ha dado
cuenta de que su pimpollo de 11 años está leyendo El Corazón de Piedra Verde?
Mi mamá dijo que sí, siendo que el libraco pesa como 4 kilos, estaba difícil no
darse color y dijo que ya se había dado por vencida de tratar de pasar censura
a mis lecturas y que más bien trataba de explicarme si me creaban dudas
existenciales. Me gastaba mi dinero en libros, esos sí, supervisados por mi
mamá y apropiados para mi edad, pero cuando se me acababan pepenaba de su
librero lo que hubiera y tampoco vayan a pensar que su casa estaba llena de
literatura obscura o pornográfica, lo que pasa que tenía yo un par de maestras
medio cortitas de miras a las que ver a una niña leer algo que no fuera
Mujercitas o Corazón, diario de un niño, les parecía escandaloso. En mi colegio
ofrecieron un curso de lectura rápida a quién quisiera tomarlo y fue como darle
maracas al indio alegre, aprendí a leer rapidísimo. Me encantaba leer porque
podía hacerlo en cualquier parte, cuando yo quisiera y mi imaginación daba
forma a los personajes e historias que alguien más había creado, me parecía
mucho mejor que cualquier película y sin querer queriendo, el gusto por la
lectura me fue dando un vocabulario muy amplio, mejoró muchísimo mi dominio del
inglés porque leía mucho en inglés también, una buena ortografía y muchas horas
de entretenimiento, me permitió viajar, conocer culturas distintas, morirme de
miedo, enamorarme de guapos, adivinar misterios….y eso que entonces estábamos
limitados a la palabra impresa y lo que hubiera físicamente. Hoy, con la
literatura digital, las posibilidades son ilimitadas.
Me gusta jugar con las palabras, me hace ilusión inventar frases
tarugas para describir situaciones, cambiarle de nombre a la gente que quiero y
disfruto muchísimo a la gente que platica – o escribe- rico. No sé si tuviste
el gusto de leer a Germán Dehesa.
A mi me choca ver o leer noticias, me pone de mal humor y si algo
importante sucede, alguien se acomide segurito a decírtelo, o sea que no soy de
periódico. Me gustaba tanto la manera de escribir de Germán Dehesa, que era
como sentarse a tomar café con una persona simpatiquísima, que me suscribí al
periódico donde escribía solamente para leer sus artículos porque me hacía reír
en voz alta su manera de ver la vida.
Mi mamá siempre fue muy buena escribiendo cartas. Si se iba de
viaje o nosotros nos íbamos de campamento, mandaba cartas largas, llenas de anécdotas y
cariños. Mi papá era y sigue siendo malísimo. Lo piensa, lo medita, tiene la
carta varios días sobre el buró, ya cuando mi mamá le dice que va a mandar la
carta con o sin su contribución porque si no el retoño en cuestión va a volver
del año fuera, toma la pluma y pone cara
de que se ahoga, posa la pluma por arriba del papel como si escribiera en el
aire, haciendo varios intentos, se lanza y pone….. Besos, Papá.
Yo salí en esto más a mi mamá. Me gustaba escribir cartas largas a
mis primos que estudiaban o vivían fuera, a mis amigas.
Mi maestra de cuarto de primaria llegó un día al colegio que no
podía ni con su alma. Tenía un sobrino muy enfermo y no podía encontrar la
concentración para dar clase porque estaba hecha pedazos. Para entretenernos,
nos dijo que si podíamos escribirle una cartita cada quién a su sobrino o
hacerle un dibujo. Yo tengo corazón de pollo y me pareció una infamia de la
vida que un niño casi de mi edad tuviera una enfermedad terminal. A mis diez
años, no podía yo hacer nada más que escribirle para entretenerlo y me dediqué
a escribirle purititas tarugadas a cada rato, para distraerlo mientras vivió.
Mi maestra y yo, a pesar de los casi 40 años de diferencia de edad, a partir de
eso nos quisimos para siempre y fuimos amiguísimas. Ella ya no está, pero no
hay un día en que no la piense y no agradezca a la vida el haberme dado la
oportunidad de quererla.
Como ya he dicho antes, me encanta viajar, y me gusta platicar de
los viajes con largos correos a mi familia, a mis tías que dicen que les gusta
viajar sin cansarse a través de mis ojos, mis relatos y mis fotos. Con los
amigos que la vida ha ido regando por diferentes rincones del mundo me escribo
de vez en cuando también largas cartas para mantenernos al tanto y mantener la
cercanía aunque sea en espíritu, más allá de un Like en el Facebook.
En la actualidad, con la suerte de que hay tantas maneras de
comunicarse, el régimen epistolar cada día se reduce más. Poca gente escribe
cartas. Más bien whatsapps, snapchats o nos hablamos por alguna modalidad de
skype, facetime, imo o viber. No es como antes que una llamada de larga
distancia de dos minutos te salía en el costo de un órgano vital y entonces si
no era urgente, mejor escribías. A mi me sigue gustando escribir de vez en
cuando, porque puedes dar más detalles, platicar más a fondo y el destinatario
puede leerlo cuando tenga tiempo y ganas, cuando le venga bien. También me
encanta que me escriban y así puedo leer varias veces con gusto las cartas o
correos que disfruto.
Fui maestra en el IPN y en la Anáhuac y cuando recibí trabajos escritos como quién
escribe un whatsapp, casi me da una hemiplegia.
A ver, a ver, a ver. Yo no niego que el escribir con los pulgares a
velocidades vertiginosas en un teléfono no sea una habilidad valiosísima e
indispensable el día de hoy y que las caritas y las abreviaturas evitan los
discursos y ayudan a la comunicación rápida, pero no confundamos la velocidad
con el tocino, que son cosas bien diferentes. No puedes entregar un escrito
serio plagado de k, q, t, faltas de ortografía atroces y un que otro emoticón.
¡Seamos serios! Creo que también es muy valioso el aprender a escribir bien y
redactar con un mínimo de corrección y espero que mis alumnos al final lo hayan
agradecido, si bien renegaron y se quejaron todo lo que pudieron en voz alta y
luego farfullaban por lo bajito que yo estaba ahí para enseñar ciencias, que el
español ya lo habían aprendido (o no, digo yo), y en sus corazoncitos me
deseaban todo tipo de desgracias. A la fecha me escribo con varios.
No busco cuando escribo otra cosa más que entretenerme y
entretener a quién lea lo que escribo. Yo tampoco sabía que escribía.
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