jueves, 1 de marzo de 2018

EL RESPETO AL VIAJERO AJENO
Vacaciones….Que emoción los viajes, pero que pesadilla son los aviones y los aeropuertos. Cada vez cobran más y ofrecen menos: menos espacio, menos derecho a equipaje, menos comodidad. En los aeropuertos cada vez hay que estar más tiempo antes para pasar por los infinitos trámites de “seguridad”, lo que aunado a los retrasos, prisas y el mismo hecho de viajar causan alguito de stress.
Es por este estrés que encarecidamente hago un llamado a hacernos conscientes de respetar los derechos de los demás, de modo que incomodemos lo menos posible a los compañeros de viaje. Yo sé que hay cosas que son inevitables, que hay veces que somos las dueñas del bebé que no para de llorar en todo el vuelo y por más que hagamos no hay manera. Ni modo. Es horrible, y ni como hacerle. No nos queda más que pedir disculpas a todos los viajeros afectados y ni hablar. En un vuelo a Asia me tocó una pareja con un bebé que al subirse, repartieron a su alrededor unas mini-bolsitas con gomitas que decían “Por favor perdónennos si molestamos. Procuraremos hacerlo lo menos posible”. Ante eso, ¿qué dices? Nada, les deseas la mejor de las suertes.  Pero, de eso a la gente que de plano aprovecha el viaje para que sus pequeños calígulas le hagan perrerías a los demás pasajeros hay una enorme diferencia. Tengo unos compadres que acostumbraban irse ellos en business y repartir a sus tres chiquitos solos en la parte de atrás. Porque ellos iban a descansar. Que pantalones, no? Les cuento una anécdota. En un vuelo México – Denver, venía una familia de papá y mamá con tres niños chicos, dos niños como de 5 y 6 años y una niñita como de 3 y los abuelitos. Pues se subieron al avión y el papá pidió el lugar solo más lejos de todos, se acomodó con su laptop y se desentendió. Sentaron a Calígula y Nerón junto al abuelito y a la niña junto a la abuelita y a su servilleta- o sea, yo. Le dije a la mamá que le dejaba mi lugar y me dijo “Para nada”. No, “No, gracias”. Si, vieja, jija. Se fue a sentar sola por allá, con un libro, se plantó los audífonos y procedió a valerle gorro como sus talibanes acababan con los abuelitos y el pasaje. Los niños se dedicaron a pelearse, aventarse cosas, pegar de gritos, hacer rabiar al abuelo que trataba de apaciguarlos. La niñita, que tenía cara de angelito, se acostó sobre las piernas de la abuelita y se estiró por arriba de las mías. Yo le dije a la abuelita que no había problema. Si esto significaba que la huerca iba a ir tranquila las cuatro horas de vuelo, magnífico. Le duró la paz como dos minutos. Luego empezó a patearme, a armarla de tos que quería galletas. El abuelo se paró y sacó unas de una mega bolsa que traía, pues los niños dijeron que esas eran horribles, las tiraron y las pisaron por el pasillo. ¿Y los papás? Bien, gracias.  Le volví a decir a la mamá, “Te cambio el lugar”.  Se sacó el audífono con cara de “ Ah, que bien chi…nas tienes las pestañas” y ya me iba a decir que no, pero le dije que no era pregunta. Que le tocaba aguantar y controlar a sus bestias a ella, no a mí, salvo que quisiera que se los educara yo. Siguieron dando lata todo el vuelo, pero pues por lo menos, se la dieron directamente a su mamá.
En otro avión, cuando se levanta toda la gente para salir y no abren la puerta, quedé en el pasillo con unos niños atrás de mí, de unos 8 o 10 años. De pronto, me pellizca la pompa el que tenía atrás. Pensé que era porque estábamos apretados y fue sin querer. Otra vez. Otra vez. Ya estaba entusiasmado y yo volteaba y la mamá se daba perfecta cuenta pero ponía cara de que le hablaba la Vírgen. La siguiente vez, le pesqué la mano al mocoso y le dije: “Ya estuvo. Ahora me toca a mi. Yo te voy a pellizcar las pompas y a ver si tu mamá sigue con la misma cara de mensa, va?” Uuuuuyy. Casi se les salen los ojos a los papás, pero por lo menos me dejaron en paz las magulladas pompas.
Hace unos días, en un grupo de Facebook, vi varios posts de chavas que buscan cartas cachirules de psiquiatras para que les dejen subir a sus perros grandecitos a la cabina del avión, siendo que sus perros exceden las dimensiones permitidas. Me las imagino perfecto: “Ayyy, es que mi perrito es un amooooor, y pooooobre, ni modo que lo mande por caaargaaaaa”. Uy amiga, pues tienes de dos sopas: o dejas a Fido en la casa, o lo mandas por carga, porque por muy lindo que sea, no creo que tu vecino de asiento sea el más feliz de haber pagado un dineral para traer a tu perro encima todo el vuelo. Si lo pones en el piso no deja libre el espacio que se supone debe estar libre para emergencias, cuando alguien coma algo quién sabe si se vaya a portar bien, donde va a ir al baño, y si el pasajero de al lado tiene pánico a los perros o es alérgico? Hay que pensar un poquito en los demás. Una vez, yendo de Madrid a México en Business, me tocaron atrás dos señoras grandes que traían un perrito tipo pekinés en la cabina. El perrito, cada vez que alguien se movía, pasajero o sobrecargo, ladraba como loco. Las señoras trataron de darle una pastilla para dormir, pero el perrito la escupía. Yo ya las quería ahorcar a ellas y al perrito. No me iba a aventar el viaje larguísimo para el que había pagado el boleto caro para poder descansar oyendo al perrito ladrar.  Les pedí el perrito y la pastilla, de favor y se la di de manera un poco más decidida que las señoras y se acabó el problema, el perrito se durmió y todos en santa paz, pero la verdad, era responsabilidad de las señoras.
Ahora, con la payasada de las aerolíneas de los equipajes que te los cobran casi como boleto aparte, hay gente que ha decidido viajar con puro “equipaje de mano” y es broma la cantidad de cosas que llevan, porque como está permitido una pieza de equipaje de mano tipo maletita y “un artículo personal” que puede ser una bolsa de señora, hay señoras que llevan unas bolsas gigantes que obviamente no caben bajo ningún asiento y acaban en sus piernas y en las tuyas y vas incomodísimo.
Finalmente, ahora como tampoco te dan de comer muchas veces en los aviones, la gente sube lo que mejor le parece para comer, cosa que me parece muy bien, pero también hay que tomar en cuenta y tener consideración para con los vecinos. Piensa cuando compres tu comida en si huele horrible, en que tanto espacio ocupa y si cabe en el micro-lugar que tienes en el avión, donde la vas a tirar, si mancha. Conozco un cuate que dice que no hay nada peor que el pasajero de al lado se zumbe unos Crujitos y una cerveza y luego se quede dormido con la boca abierta, pues el aliento que le queda debe ser el aromatizante del octavo círculo del infierno.
Todo sea por el gusto infinito de viajar. Ya casi voy a ir a México, me muero de ganas, aún cuando tenga que volar como 30 horas, con todas las incomodidades que esto supone. Bien lo vale.

Salam!

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

HELLAS

  Como lo que más me gusta en la vida es viajar, y hay que trabajar para vivir, no vivir para trabajar, mi respuesta a estar feliz es viajar...