EL RESPETO AL VIAJERO AJENO
Vacaciones….Que emoción los viajes, pero que pesadilla son los
aviones y los aeropuertos. Cada vez cobran más y ofrecen menos: menos espacio,
menos derecho a equipaje, menos comodidad. En los aeropuertos cada vez hay que
estar más tiempo antes para pasar por los infinitos trámites de “seguridad”, lo
que aunado a los retrasos, prisas y el mismo hecho de viajar causan alguito de
stress.
Es por este estrés que encarecidamente hago un llamado a hacernos
conscientes de respetar los derechos de los demás, de modo que incomodemos lo
menos posible a los compañeros de viaje. Yo sé que hay cosas que son
inevitables, que hay veces que somos las dueñas del bebé que no para de llorar
en todo el vuelo y por más que hagamos no hay manera. Ni modo. Es horrible, y
ni como hacerle. No nos queda más que pedir disculpas a todos los viajeros
afectados y ni hablar. En un vuelo a Asia me tocó una pareja con un bebé que al
subirse, repartieron a su alrededor unas mini-bolsitas con gomitas que decían
“Por favor perdónennos si molestamos. Procuraremos hacerlo lo menos posible”.
Ante eso, ¿qué dices? Nada, les deseas la mejor de las suertes. Pero, de eso a la gente que de plano aprovecha
el viaje para que sus pequeños calígulas le hagan perrerías a los demás
pasajeros hay una enorme diferencia. Tengo unos compadres que acostumbraban
irse ellos en business y repartir a sus tres chiquitos solos en la parte de
atrás. Porque ellos iban a descansar. Que pantalones, no? Les cuento una
anécdota. En un vuelo México – Denver, venía una familia de papá y mamá con
tres niños chicos, dos niños como de 5 y 6 años y una niñita como de 3 y los
abuelitos. Pues se subieron al avión y el papá pidió el lugar solo más lejos de
todos, se acomodó con su laptop y se desentendió. Sentaron a Calígula y Nerón junto
al abuelito y a la niña junto a la abuelita y a su servilleta- o sea, yo. Le
dije a la mamá que le dejaba mi lugar y me dijo “Para nada”. No, “No, gracias”.
Si, vieja, jija. Se fue a sentar sola por allá, con un libro, se plantó los
audífonos y procedió a valerle gorro como sus talibanes acababan con los
abuelitos y el pasaje. Los niños se dedicaron a pelearse, aventarse cosas,
pegar de gritos, hacer rabiar al abuelo que trataba de apaciguarlos. La niñita,
que tenía cara de angelito, se acostó sobre las piernas de la abuelita y se
estiró por arriba de las mías. Yo le dije a la abuelita que no había problema.
Si esto significaba que la huerca iba a ir tranquila las cuatro horas de vuelo,
magnífico. Le duró la paz como dos minutos. Luego empezó a patearme, a armarla
de tos que quería galletas. El abuelo se paró y sacó unas de una mega bolsa que
traía, pues los niños dijeron que esas eran horribles, las tiraron y las
pisaron por el pasillo. ¿Y los papás? Bien, gracias. Le volví a decir a la mamá, “Te cambio el
lugar”. Se sacó el audífono con cara de
“ Ah, que bien chi…nas tienes las pestañas” y ya me iba a decir que no, pero le
dije que no era pregunta. Que le tocaba aguantar y controlar a sus bestias a
ella, no a mí, salvo que quisiera que se los educara yo. Siguieron dando lata
todo el vuelo, pero pues por lo menos, se la dieron directamente a su mamá.
En otro avión, cuando se levanta toda la gente para salir y no
abren la puerta, quedé en el pasillo con unos niños atrás de mí, de unos 8 o 10
años. De pronto, me pellizca la pompa el que tenía atrás. Pensé que era porque
estábamos apretados y fue sin querer. Otra vez. Otra vez. Ya estaba
entusiasmado y yo volteaba y la mamá se daba perfecta cuenta pero ponía cara de
que le hablaba la Vírgen. La siguiente vez, le pesqué la mano al mocoso y le
dije: “Ya estuvo. Ahora me toca a mi. Yo te voy a pellizcar las pompas y a ver
si tu mamá sigue con la misma cara de mensa, va?” Uuuuuyy. Casi se les salen
los ojos a los papás, pero por lo menos me dejaron en paz las magulladas
pompas.
Hace unos días, en un grupo de Facebook, vi varios posts de chavas
que buscan cartas cachirules de psiquiatras para que les dejen subir a sus
perros grandecitos a la cabina del avión, siendo que sus perros exceden las
dimensiones permitidas. Me las imagino perfecto: “Ayyy, es que mi perrito es un
amooooor, y pooooobre, ni modo que lo mande por caaargaaaaa”. Uy amiga, pues
tienes de dos sopas: o dejas a Fido en la casa, o lo mandas por carga, porque
por muy lindo que sea, no creo que tu vecino de asiento sea el más feliz de
haber pagado un dineral para traer a tu perro encima todo el vuelo. Si lo pones
en el piso no deja libre el espacio que se supone debe estar libre para
emergencias, cuando alguien coma algo quién sabe si se vaya a portar bien,
donde va a ir al baño, y si el pasajero de al lado tiene pánico a los perros o
es alérgico? Hay que pensar un poquito en los demás. Una vez, yendo de Madrid a
México en Business, me tocaron atrás dos señoras grandes que traían un perrito
tipo pekinés en la cabina. El perrito, cada vez que alguien se movía, pasajero
o sobrecargo, ladraba como loco. Las señoras trataron de darle una pastilla
para dormir, pero el perrito la escupía. Yo ya las quería ahorcar a ellas y al
perrito. No me iba a aventar el viaje larguísimo para el que había pagado el
boleto caro para poder descansar oyendo al perrito ladrar. Les pedí el perrito y la pastilla, de favor y
se la di de manera un poco más decidida que las señoras y se acabó el problema,
el perrito se durmió y todos en santa paz, pero la verdad, era responsabilidad
de las señoras.
Ahora, con la payasada de las aerolíneas de los equipajes que te
los cobran casi como boleto aparte, hay gente que ha decidido viajar con puro
“equipaje de mano” y es broma la cantidad de cosas que llevan, porque como está
permitido una pieza de equipaje de mano tipo maletita y “un artículo personal”
que puede ser una bolsa de señora, hay señoras que llevan unas bolsas gigantes
que obviamente no caben bajo ningún asiento y acaban en sus piernas y en las
tuyas y vas incomodísimo.
Finalmente, ahora como tampoco te dan de comer muchas veces en los
aviones, la gente sube lo que mejor le parece para comer, cosa que me parece
muy bien, pero también hay que tomar en cuenta y tener consideración para con
los vecinos. Piensa cuando compres tu comida en si huele horrible, en que tanto
espacio ocupa y si cabe en el micro-lugar que tienes en el avión, donde la vas
a tirar, si mancha. Conozco un cuate que dice que no hay nada peor que el
pasajero de al lado se zumbe unos Crujitos y una cerveza y luego se quede
dormido con la boca abierta, pues el aliento que le queda debe ser el
aromatizante del octavo círculo del infierno.
Todo sea por el gusto infinito de viajar. Ya casi voy a ir a
México, me muero de ganas, aún cuando tenga que volar como 30 horas, con todas
las incomodidades que esto supone. Bien lo vale.
Salam!
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