jueves, 18 de junio de 2020

La Montaña Rusa

            Tres meses. No he escrito nada porque para reflexiones en el espectro de “ya nos cargó la chingada”, el internet está lleno y no está el horno para bollos. La cosa ha estado dificilísima para todos. Unos que si el home office, otras se vuelven locas con las clases online, y la falta de salones de belleza, la gente mayor se deprime por la falta de contacto, y todos en general nos volvemos locos por el encierro. Sumándole a todo eso el columpio emocional del TOC de lavar y desinfectar toooodo por el miedo al contagio, al día siguiente pensar que tal vez sería mejor contagiarse de una buena vez ya que el futuro- si lo hay- está de un color que ya no es negro, si no lo que le sigue, y cada día hay una novedad para echarle más leña al fuego.


            En general, me fue de maravilla. En Jordania la verdad el gobierno se rifó. La cuarentena militarizada estuvo perrísima, el encierro no fue opcional, todos para su casa, so pena de arresto, multa y ley fuga al que se ponga tonto. Mandaron comida y hasta cigarros a las casas para tener a la gente tranquila, ya que aquí el porcentaje de adictos a la nicotina es altísimo. Luego dieron permiso de salir caminando, para que no pudieras ir muy lejos, ciertos días, y solo pocas horas al día, solamente a supermercados, panaderías y farmacias, todas supervisadas por policías y. militares para ver que todo mundo obedeciera las instrucciones de usar tapabocas y guantes, guardar distancia y que no hubiera abusos en precios ni gente que comprara tooodo el papel de baño, por decir un ejemplo.

            De repente había desabasto, colas muy largas, porque avisaban que los fines de semana la gente se iba a guardar por completo, entonces entraba el pánico y las colas en las panaderías eran enormes. No sé porque la gente no compraba su pan el miércoles y lo congelaba. Los jueves había colas de dos cuadras, con los dos metros entre cada persona.  La gente iba con carriolas de bebé para traer las cosas a su casa, se desempolvaron las bicis- que si estaban permitidas y así nos la llevamos un par de meses. Para acabarla, vino el Ramadán. El mes de ayuno de los musulmanes, en el que no se permite comer ni beber desde la hora de la primera oración, hasta la hora de la penúltima oración. Dependiendo de la fecha en la que caiga el evento, que como la Semana Santa, se mueve de un año a otro, dependiendo del calendario lunar, es el número de horas de ayuno. Este año fue de tres y pico de la mañana a casi ocho de la noche. Nada de comida, nada de agua, cigarro ni nada de nada. Como este año no estábamos trabajando, en ese sentido fue mucho más fácil. Podíamos dormir hasta tarde, haciendo más corto- al menos psicológicamente- el ayuno, y quedarnos despiertos hasta muy noche, comiendo fruta y tomando agua. Eso estuvo bien. Otros años, como había que levantarse a las 6, pues había que dormirse a horas decentes, poner el despertador a las 3, comerse algo y tomar agua y tratar de volverse a dormir y luego a lo mejor, aventarnos un tour de 10 horas en Petra, a 40 grados, sin tomar agua. Nada facilito, pero en cambio, teníamos los “desayunos”,  es decir, la hora de romper el ayuno en la noche, siempre en compañía, con amigos, con familia, compartiendo, que es parte del espíritu del Ramadán. Este año, cada quién en su casa guardado. Hacia el final del Ramadán empezaron a dejar salir en coche, unos días placas nones, otros días pares, en una especie de NO CIRCULA medio loco, porque nunca se sabía bien a bien a quién le tocaba, y un amigo nos consiguió un permiso de carretera. Pues nos lanzamos al pueblo, donde la cuarentena les valió muchísimas madres y la vida seguía como si nada.

Yo con bastante resquemor de contagiar a alguien, no quise tocar a nadie y me veían como bicho raro. Ahí diario había visitas en casa de Ummi y Baba, y todo mundo saludándose de beso, como si lo que pasó en el mundo fuera una película. Yo solo les decía, de lejos, de lejos.  Pues nos quedamos ahí para el Eid, el final del Ramadán. Mucho más apagado que otros años, por supuesto. Menos visitas, menos fiesta para los niños, las mezquitas cerradas todavía, pero después del Eid, se suponía que la cuarentena iba a terminar.

Pues bastante atolito con el dedo, porque la fueron levantando de a poquito. Recorrieron la hora del toque de queda, de las 6 pm a las 7, en vez de viernes y sábado de encierro total, solo los viernes, y eventualmente lo recorrieron hasta media noche y finalmente dejaron los fines de semana y abrieron mezquitas e iglesias, restaurantes y todos los negocios salvo escuelas, salones de bodas y sitios con mucha gente. También las fronteras y aeropuertos siguen cerrados y por supuesto, todos los negocios de turismo, por falta de quorum, siguen sin funcionar. Se ven tristísimos los hoteles, apagados, pues no hay gente que vaya y muchos negocios han cerrado por lo mismo, pues no han aguantado. Chicos y grandes. Las agencias de tours más grandes ya no pueden, porque pagando dinerales mensuales de sueldos y sin ingresos, no hay manera.

            Las reglas están rarísimas. Hay que ir con tapabocas y ponerse guantes en los comercios, pero la gente, empezando por los policías, casi siempre los traen de adorno, como casi todos son narizones y/o fuman, pues o bien se les sale la nariz o se ponen el tapabocas en la barba para poderse echar su cigarrito. Pues así debe de servir un chorro. Luego, mucho tapabocas y distancia para pagar, pero, por ejemplo, la gente se arremolina para pedir el pan, o hasta helados, que despacha un compadre con el tapabocas mal puesto, o sea, mejor que ni se ponga, y la cosa es como antes.

            Ahora, yo creo que aquí el COVID pegó antes de que se declarara la pandemia. Por ahí de Diciembre y Enero hubo una serie de neumonías y gripas gravísimas y muy contagiosas. Toda la familia de Alarís estuvieron malísimos. La familia del Beduino volador también, con varios en el hospital. O sea que quién sabe.

            Me pone mal, ver tapabocas y guantes tirados en la calle. ¿Que chihuahuas la gente no ha aprendido nada? ¿En vez de hacer menos basura y menos plástico ahora vamos a hacer más? ¡Me lleva la fregada!

            No debería quejarme porque como quiera tengo casa, no me ha faltado qué comer, y sigo sana, pero la verdad es que esto ha sido como una montaña rusa de emociones pinches. El susto, la incertidumbre. Tuve que cerrar mi oficina, ver sin trabajo a todos mis eventuales, dejar sin chamba a Ibra, mi asistente. He llorado muchísimo. Tengo la esperanza que para como está la cosa, pueda recuperarla en algún momento, porque le dejé los muebles al casero con instrucciones de que si la renta, venda los muebles al nuevo inquilino. Pero yo quisiera ser ese nuevo inquilino cuando la cosa mejore. Inshallah, como dicen por acá.  Le he tenido que regresar dinero a todo mundo y su perro porque teníamos el calendario lleno de viajes. Gente que tenía viajes familiares, lunas de miel- que son los que me dan más tristeza-; el último viaje antes de tener bebé, cada uno una historia, todos pagados y organizados y ZAS!, se nos vino esto encima y he trabajado mucho más que antes, para perder dinero en vez de ganarlo, porque pues no puedo cobrar esas chambas. Encima de volverme loca y no dormir en lo que peleo con líneas aéreas (yo no vendo boletos y la gente compró en sitios de internet recónditos y yo tengo que ahora ver si les ayudo a recuperar su lana), con hoteles que están al borde de la quiebra y no quieren regresar dinero, con tours, y voy devolviendo dinero, muchas veces completando yo de mi propia bolsa y de todas maneras, la gente no está contenta.  Nadie está contento ahorita, yo sé, pero es de lo más frustrante.

            El hecho de no saber cuando puedo ir a ver a mi gente, me aterra. Sé que gracias a Dios mis hijos, mis hermanos, mi familia muégano y mis papás están bien, y que, aunque estuvieran abiertas las fronteras, ahorita es una locura ir. Me arriesgaría yo y los arriesgaría a ellos. Mis papás llevan tres meses encerrados como para que les lleve yo bichos de Medio Oriente, de aeropuerto y demás. Ni hablar del peluquín, pero me duele cañón. Ya la ausencia se hizo bien larga y si bien hablamos por whatsapp y por zoom y demás, se me queman las habas por ir y por otro lado me da pavor ir sin Alarís y quedarme varada por allá o traerle alguna “sorpresita” en forma de un bicho horroroso, pero estando cortos de lana y con tanta bronca y tanto tiempo de ausencia, quedamos en que es mejor que cuando se pueda, vaya yo sola.

            Para acabarla, el banco aquí estuvo cerrado mucho tiempo. Cuando abrieron, lo hicieron con horarios muy restringidos, y la parte de cuentas corporativas de nuestro banco, no tenía banca electrónica, por lo que pasé el dinero de la cuenta de la empresa a mi cuenta personal, para poder devolver los dineros que necesitaba. Mientras fueron devoluciones a cuentas personales, no hubo broncas, pero tuve que hacer una devolución grande a una cuenta corporativa y que se me ponen rejegos. Primero me suspendieron la transferencia nomás así y sin avisar. Luego me dijeron que necesitaban pruebas de mi relación con la gente a la que le estaba mandando el dinero. Pues va foto del depósito original, de la factura del viaje, de los cupones de los hoteles que no devolvieron lana para justificar la diferencia de la cantidad, etc. Ah, ya les quedó claro, pero ahora no les gusta que sea de mi cuenta personal. Tiene que ser de la de la empresa. Mtamadre. Pues va todo de vuelta. Lana a la cuenta de la empresa, de ahí a la empresa del cliente, y ahora si, ¿no quieren que cante también? Estoy pensando en escribir un libro intitulado, “De la banca y la madre que la parió”, porque la cosa no para ahí. En México se cuecen habas y más grandes. Resulta que tengo mi dinerito en México en un banco. Tenía mi cuenta con tarjeta de débito y de crédito. Pues el año pasado me empieza a faltar dinero. Aunque tenía mis tarjetas bloqueadas con la aplicación y no me habían llegado avisos, al meterme a ver, tenía muchísimos cargos chiquititos a mi tarjeta de débito y de poquito en poquito, pues era mucho dinero. Le llaman robo hormiga. Pues cancelé la tarjeta y cuando fui a México me dieron otra. Solo activarla, misma historia. Pues la cancelé y me quedé sin ella. A la fregada, porque me dijeron que “no podían garantizar mi seguridad”. Así nomás. Abrí una cuenta en otro banco, de volada porque ya me iba. Me dijeron que su banca online era chipocludísima y que me iba a funcionar rebién. Menos mal, no pasé todo el dinero y cancelé la otra porque la chipocludísima resulta que tiene una app que no funciona con los nuevos iphones. Así nomás. No funciona con cuentas de iTunes que no son mexicas. Y no funciona con líneas de teléfono extranjeras, porque poseo un Android para mi línea jordana. O sea que ni echándole todas las ganas hay manera de hacer nada. Ni metiéndole la tarjeta sim de mi número mexicano.  AGGHHHHHHHH! Pues con dos cuentas de banco relativamente inútiles, me regreso a mi pueblo.

En Abril, me cancela el banco uno mi tarjeta de crédito, que vencía hasta el 2024. Por sus pistolas. Así nomás. Que me pase por la sucursal para que me den una nueva. Les dije, híjole, pues está medio difícil oiga. Cuando vaya a México vemos. Acto seguido en Mayo, me cancelan los accesos a la banca online. Ahora no puedo ni ver mi estado de cuenta, ni hacer una transferencia, ni nada de nada, y que solamente yendo en persona a sucursal me lo pueden arreglar. Que es un error de sistema y que “comprenden la molestia que me ocasionan” pero hasta que vaya, no lo pueden arreglar. Increíble la incompetencia de Banco Santander.  Ya les eché pleito, con abogado y todo, ya me quejé con la CONDUSEF, ya mandé una carta poder, ya les rogué, lloré y supliqué, ya pedí ayuda por todos lados y una amiga que se va a ir al cielo con todo y tennis me echó la mano y a lo mejor se va a destrabar la cosa.  Pero es una shulada, porque no es que yo necesite comprar pulseritas, tengo que pagar impuestos cada mes, y administración de edificio, teléfono celular, etc.  Mis hijos, mi hermano me han ayudado y pobres, no es su bronca.

            Entre todas estas maromas, me dio un dolor de cabeza que me empezó un día y no se me quitó en 10, y sigue sin quitárseme. A los 5 días, después de inyecciones, vómitos y demás, Alarís me llevó al hospital de plano. Un neurólogo me vio y después de una resonancia y no se que tanta revisión decidió que es tensional. Que tengo los músculos de la cabeza hechos nudo, y eso me está dando dolor de cabeza. Me mandó unas drogas que yo creo que son ilegales en varios países porque estoy pachequísima, y lo peor es que a ratos siento el dolor de cabeza, pero como que me vale muchísimas madres, o sea no me duele, nomás lo siento, como cuando estás anestesiada con un bloqueo, que sientes que te hacen cosas, pero no te duele; pero a ratos si me duele mucho de todos modos y nomás ando caminando como La Patita, que se va meneando y siento que no me puedo despertar y que estoy como leeeenta y atarugada. No sé en qué va a parar la cosa.

            Alarís se ha rifado. También está agobiado por la situación, pero lo lleva bastante mejor que yo y todavía se da el lujo de consentirme y apapacharme. Me vio un día llorando como la muñeca fea en un rincón y me dijo: ¿Qué haces? Le dije, perdón, es que se me juntaron las penas. Ahorita me compongo. Me dijo, “Ya sabes que odio verte llorar, pero si te hace falta, hazlo acá” y se tocó un hombro. No bueno, pues al pobre le cayeron las Cataratas del Niágara con todo y explicaciones que solo oyeron los perros.  

            Con todo y que se hace el que “No pasa nada”, como el bebé de Mati, está en los huesos y no canta todo el día. El canta siempre porque está contento. Ahora a lo mejor pasan días y no canta y ahí se le nota que se lo está llevando la fregada también, aunque a mi me dice que todo va a estar bien.

            Lo que tiene de bueno tocar fondo es que solo hay para arriba. Poco a poco el mundo se está reabriendo, parece que ya hay mejor comprensión del méndigo bicho y hay mejores tratamientos…. Estamos bien lejos de estar como antes de que se nos quitara el tapete de debajo de los pies, pero como que ya que estamos completamente desarmados, nos podemos empezar a reconstruir y ver que sale.

            Que sea lo mejor para todos.

            Salam!

 

 

 

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HELLAS

  Como lo que más me gusta en la vida es viajar, y hay que trabajar para vivir, no vivir para trabajar, mi respuesta a estar feliz es viajar...