jueves, 1 de marzo de 2018

MUSULMANIA

Es impresionante como la vida que un día imaginamos, puede resultar de pronto completamente distinta, ya sea porque así lo hayamos buscado o porque así se nos hayan presentado las cosas. Hago esta observación, que a algunos les pudiera parecer profunda y a otros sosa, porque a mi me pasó. Si alguien me hubiera dicho hace unos años que iba a estar viviendo en un país Musulmán en medio oriente, precisamente cuando en el mundo se ha satanizado más a esta región y a la gente que vive aquí y que profesa la ideología del Islam, me hubiera reído a carcajadas.
Pues así las cosas. Soy mexicana, por nacimiento, por amor y por convicción, pero desde hace unos meses vivo en Jordania.
Vine aquí sin saber mucho, solo había oído hablar de Petra, ese lugar maravilloso que creo que es lo que más o menos se oye hablar de este país en el resto del planeta. Vine con bastante resquemor, pues desde niña me daban miedo los “árabes. Pienso que todos los seres humanos tenemos más cosas que nos hacen iguales, que cosas que nos hacen distintos y que hacemos mal en fijarnos en las diferencias, pero había visto las estereotípicas películas de las mujeres robadas, leído  algunos libros sobre mujeres oprimidas en países árabes, leído y visto lo mismo que todo el mundo sobre el régimen Talibán, Al-Qaeda, 9-11 y obviamente visto las noticias en las que no precisamente se les hace un retrato halagador a los musulmanes.  Tengo espíritu de trotamundos, dirían por allí. Yo más bien digo que soy como los perritos que viven en las azoteas en México, que en cuanto les abren la puerta, salen corriendo sin pensar bien a dónde. A mi se me dan los viajes así. No bien me dicen, “¿Quieres ir a…?” Y ya dije que sí, sin saber ni cuándo, ni como.  Así pues, había estado antes en Marruecos, Túnez, Qatar e India, donde tuve distintos queveres con personas de la persuasión musulmana, además de los típicos vendedores de Hot Dogs y Kebabs en Nueva York, y en general, con sus excepciones, no habían hecho que me cayeran mejor los árabes. Pensaba, no como  dicen en las noticias, que todos son terroristas, fundamentalistas y en el mejor de los casos fanáticos, pero si, los tenía por misóginos y groseros.
Vine pues, con algo de susto, con una vestimenta bastante rara, de huipiles y fustanes mexicanos, todos ellos largos y nada pegados al cuerpo, para no ofender a nadie con ropa entallada o provocativa, pero siendo que igual no iba a pasar desapercibida, ni tampoco me iba a prestar a ponerme una burqa (que luego me enteré que no es típica de aquí), que se me notara a leguas lo mexica.
Me sorprendí para bien. Tan es así que volví varias veces y al final me quedé. No sé cuánto tiempo, pero de momento, aquí vivo y vivo feliz.  La gente aquí es muy, muy amable. La palabra que más oyes decir es “Ahlan” , que significa “bienvenido”, y te lo dicen de corazón, abriéndote sus casas, compartiéndote su comida, su ropa, sus fiestas y su país. La mayoría de la gente es Musulmana Sunni, muy religiosos, pero no fanáticos, no latosos, no agresivos. Al revés, tienen una manera muy linda de llevar lo suyo. Rezan 5 veces al día o tratan de hacerlo, no siempre en la mezquita, ni a la hora que llaman para la oración, sino cuando pueden o se acuerdan, de manera que mantengan un contacto con su espiritualidad todos los días. Entonces de pronto llegas a un hotel y no ves al guardia de la entrada, y te fijas y está detrás de la caseta en el piso rezando, y termina y sin ceremonia sigue en lo suyo. Lo mismo en una reunión o en un hospital, en el cuarto de un enfermo. La gente no se calla, no deja de hacer lo que está haciendo si Mohammed o Fátima de pronto se ponen a lo suyo y rezan en un rincón. Cuando terminan, se reintegran a la conversación como si nada y tan tán y a lo mejor otra visita hace el relevo con la alfombrita, o no.
Me han pasado cosas muy chistosas, pues las diferencias culturales son muchas y muy grandes. Algunas otras cosas no son tan chistosas, más bien son desesperantes y cuesta trabajo acostumbrarse, pero ha sido toda una experiencia.
El primer choque cultural que tuve fue mi nombre. Si. Eso. Me llamo Ana. En México es un nombre muy común. De hecho, entre familias Españolas e Italianas, muy, muy común. Tanto así, que yo estaba hasta la madre de mi nombre, porque siempre tenía que andar especificando que Ana, pues me encontraba tocayas por todos lados, y no de una en una. Siempre habíamos varias.  Pues resulta que en árabe, Ana significa Yo, Me y A mí. Entonces, a todos lados a donde fuera oía Ana, Ana , Ana y pensaba que en serio ahora sí me estaba volviendo loca, hasta que alguien me lo explicó. La siguiente bronca fue cuando me preguntaron en árabe, ¿Cómo te llamas?  Si respondes: Me llamo Ana, dices  “Ana ismi Ana”, lo que te hace parecer tartamuda o de plano ñoña, porque te vuelven a preguntar, pensando, esta seguro no entendió.
Vivo en Amman, que es la capital. Como ciudad grande, aquí hay de todo. Hay muchos extranjeros, hay un porcentaje de población cristiana (católicos y principalmente Ortodoxos) y por lo tanto, están acostumbrados a ver mujeres vestidas de manera occidental, sobre todo en las colonias “buenas”.  También hay muchos refugiados sirios y gente de los países del golfo y algunos beduinos del desierto, o sea que lo mismo es común ver mujeres con burqa, ese disfraz que las hace parecer sombrillas, en el que a veces ni los ojos enseñan. La vestimenta típica de las mujeres aquí es falda o pantalón, no muy entallado, camisa de manga larga, usualmente con otra cosa por encima, un suéter o saco o chamarra de mezclilla- aunque en verano la temperatura promedio en la tarde es de más de 40 grados!-, zapatos cerrados o calcetines para no enseñar los tobillos o los pies, y el hijab, que consiste en una balerina para detener el pelo, cubierta por una pañoleta alrededor de la cabeza que solo deja ver la cara. Generalmente la pañoleta es de colores y se la saben poner muy bonito. Yo no le acabo de agarrar el modo ni el gusto. Alguna vez me lo pusieron mis amigas para una fiesta y me sentía rarísima, sentía que no oía nada y me sentía muy acalorada, pero cada quien lo suyo. En los lugares turísticos, obviamente hay de todo y te puedes vestir como quieras, pero en los pueblos más chicos y en los lugares más remotos, es muy poco común ver mujeres con vestimenta occidental y si llamas mucho la atención. Una vez, yendo al desierto hacia Iraq a ver unos castillos, que por cierto, son muy bonitos, me paró un retén. Y venga a preguntar cosas, a asomarse, le llamaron a otro soldado y más y más preguntas. Yo ya me estaba preocupando, cuando el guía que venía conmigo, me dijo, la verdad, es que nunca han visto una mujer sin burqa y se están haciendo mensos para verte. Me quedé de a cuatro.  Y es verdad. En un pueblito, caminando por la calle, me jalaron a una casa, me sentaron y me ofrecieron té, limonada, galletas y helado nada más porque me querían preguntar cosas por verme diferente. Yo tomé el secuestro amistoso a risa y estuve un rato, ya luego me disculpé y me fui, aunque no querían.
Los mexicanos somos apapachadores por naturaleza, nos tocamos mucho al hablar, nos saludamos de beso, nos abrazamos por nada y andamos por la calle de la mano del novio o el marido sin más. Aquí la gente se saluda de beso en un cachete y tres besos en el otro mientras se dan la mano, con gente de su mismo sexo solamente o con gente de su familia inmediata, solo hermanos y papás e hijos.  Tocar en público a una persona del sexo opuesto no se hace, ni de broma. Y saludar o despedirse de beso de tus amigos o tus cuñados, ni de broma, o sea que hay que tener cuidado que no se te vaya el chivo al cerro. Me ha pasado en alguna fiesta que me distraigo, me empiezo a despedir de beso de todas las señoras y de repente veo a un cuate que me ve venir con cara de terror, de no porfaaaaaa! Son costumbres de toda la vida, que si no las piensas, te salen naturales y aquí es algo que nada más no se hace. Lo mismo sonreírle a la gente del sexo opuesto en las tiendas o saludar en la calle. Pésimo. Horrible. Creen que les estás tirando los chones, cuando solo estás siendo educada. Aquí tienes que andar con cara de huarache y hablar lo estrictamente indispensable, de preferencia sin voltear a ver a los señores de las tiendas, para que no vaya a haber un malentendido. Y lo mismo hacen ellos. Lo que yo antes había visto como grosería por parte de los pocos árabes que había conocido, es de hecho, para ellos una forma de respeto. No voltear a ver al cuerpo o a la cara directamente a una mujer que no es de su familia es considerado una forma de respeto, de guardar una distancia apropiada, y no una majadería.
Poco a poco les voy agarrando el modo y la gente es muy linda, como saben que soy extranjera, me tienen paciencia, siempre me quieren ayudar y enseñar como son las cosas.
Así pues, una amiga me dijo, ahora sí, se te volteó del todo la cubeta. Y si. Al menos en lo externo, mi vida parece muy, muy diferente. Pero al final, toda la gente es igual, todos queremos paz, queremos seguridad para nuestras familias, amor y bienestar, ser felices y si entendemos eso, vemos que por dentro, somos más parecidos de lo que pensábamos y lo demás es lo de menos.
Salam.

Ana M. Fuentes


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HELLAS

  Como lo que más me gusta en la vida es viajar, y hay que trabajar para vivir, no vivir para trabajar, mi respuesta a estar feliz es viajar...