MUSULMANIA
Es impresionante como la vida que un día imaginamos, puede resultar de pronto completamente distinta, ya sea porque así lo hayamos buscado o porque así se nos hayan presentado las cosas. Hago esta observación, que a algunos les pudiera parecer profunda y a otros sosa, porque a mi me pasó. Si alguien me hubiera dicho hace unos años que iba a estar viviendo en un país Musulmán en medio oriente, precisamente cuando en el mundo se ha satanizado más a esta región y a la gente que vive aquí y que profesa la ideología del Islam, me hubiera reído a carcajadas.
Es impresionante como la vida que un día imaginamos, puede resultar de pronto completamente distinta, ya sea porque así lo hayamos buscado o porque así se nos hayan presentado las cosas. Hago esta observación, que a algunos les pudiera parecer profunda y a otros sosa, porque a mi me pasó. Si alguien me hubiera dicho hace unos años que iba a estar viviendo en un país Musulmán en medio oriente, precisamente cuando en el mundo se ha satanizado más a esta región y a la gente que vive aquí y que profesa la ideología del Islam, me hubiera reído a carcajadas.
Pues así las cosas. Soy mexicana, por nacimiento, por amor y por
convicción, pero desde hace unos meses vivo en Jordania.
Vine aquí sin saber mucho, solo había oído hablar de Petra, ese
lugar maravilloso que creo que es lo que más o menos se oye hablar de este país
en el resto del planeta. Vine con bastante resquemor, pues desde niña me daban
miedo los “árabes. Pienso que todos los seres humanos tenemos más cosas que nos
hacen iguales, que cosas que nos hacen distintos y que hacemos mal en fijarnos
en las diferencias, pero había visto las estereotípicas películas de las
mujeres robadas, leído algunos libros sobre
mujeres oprimidas en países árabes, leído y visto lo mismo que todo el mundo
sobre el régimen Talibán, Al-Qaeda, 9-11 y obviamente visto las noticias en las
que no precisamente se les hace un retrato halagador a los musulmanes. Tengo espíritu de trotamundos, dirían por
allí. Yo más bien digo que soy como los perritos que viven en las azoteas en
México, que en cuanto les abren la puerta, salen corriendo sin pensar bien a dónde.
A mi se me dan los viajes así. No bien me dicen, “¿Quieres ir a…?” Y ya dije
que sí, sin saber ni cuándo, ni como.
Así pues, había estado antes en Marruecos, Túnez, Qatar e India, donde
tuve distintos queveres con personas de la persuasión musulmana, además de los
típicos vendedores de Hot Dogs y Kebabs en Nueva York, y en general, con sus
excepciones, no habían hecho que me cayeran mejor los árabes. Pensaba, no como dicen en las noticias, que todos son
terroristas, fundamentalistas y en el mejor de los casos fanáticos, pero si,
los tenía por misóginos y groseros.
Vine pues, con algo de susto, con una vestimenta bastante rara, de
huipiles y fustanes mexicanos, todos ellos largos y nada pegados al cuerpo,
para no ofender a nadie con ropa entallada o provocativa, pero siendo que igual
no iba a pasar desapercibida, ni tampoco me iba a prestar a ponerme una burqa
(que luego me enteré que no es típica de aquí), que se me notara a leguas lo
mexica.
Me sorprendí para bien. Tan es así que volví varias veces y al
final me quedé. No sé cuánto tiempo, pero de momento, aquí vivo y vivo feliz. La gente aquí es muy, muy amable. La palabra
que más oyes decir es “Ahlan” , que significa “bienvenido”, y te lo dicen de
corazón, abriéndote sus casas, compartiéndote su comida, su ropa, sus fiestas y
su país. La mayoría de la gente es Musulmana Sunni, muy religiosos, pero no
fanáticos, no latosos, no agresivos. Al revés, tienen una manera muy linda de llevar
lo suyo. Rezan 5 veces al día o tratan de hacerlo, no siempre en la mezquita,
ni a la hora que llaman para la oración, sino cuando pueden o se acuerdan, de
manera que mantengan un contacto con su espiritualidad todos los días. Entonces
de pronto llegas a un hotel y no ves al guardia de la entrada, y te fijas y
está detrás de la caseta en el piso rezando, y termina y sin ceremonia sigue en
lo suyo. Lo mismo en una reunión o en un hospital, en el cuarto de un enfermo.
La gente no se calla, no deja de hacer lo que está haciendo si Mohammed o
Fátima de pronto se ponen a lo suyo y rezan en un rincón. Cuando terminan, se
reintegran a la conversación como si nada y tan tán y a lo mejor otra visita
hace el relevo con la alfombrita, o no.
Me han pasado cosas muy chistosas, pues las diferencias culturales
son muchas y muy grandes. Algunas otras cosas no son tan chistosas, más bien
son desesperantes y cuesta trabajo acostumbrarse, pero ha sido toda una
experiencia.
El primer choque cultural que tuve fue mi nombre. Si. Eso. Me
llamo Ana. En México es un nombre muy común. De hecho, entre familias Españolas
e Italianas, muy, muy común. Tanto así, que yo estaba hasta la madre de mi
nombre, porque siempre tenía que andar especificando que Ana, pues me encontraba
tocayas por todos lados, y no de una en una. Siempre habíamos varias. Pues resulta que en árabe, Ana significa Yo,
Me y A mí. Entonces, a todos lados a donde fuera oía Ana, Ana , Ana y pensaba
que en serio ahora sí me estaba volviendo loca, hasta que alguien me lo
explicó. La siguiente bronca fue cuando me preguntaron en árabe, ¿Cómo te
llamas? Si respondes: Me llamo Ana,
dices “Ana ismi Ana”, lo que te hace
parecer tartamuda o de plano ñoña, porque te vuelven a preguntar, pensando,
esta seguro no entendió.
Vivo en Amman, que es la capital. Como ciudad grande, aquí hay de
todo. Hay muchos extranjeros, hay un porcentaje de población cristiana
(católicos y principalmente Ortodoxos) y por lo tanto, están acostumbrados a
ver mujeres vestidas de manera occidental, sobre todo en las colonias
“buenas”. También hay muchos refugiados
sirios y gente de los países del golfo y algunos beduinos del desierto, o sea
que lo mismo es común ver mujeres con burqa, ese disfraz que las hace parecer
sombrillas, en el que a veces ni los ojos enseñan. La vestimenta típica de las
mujeres aquí es falda o pantalón, no muy entallado, camisa de manga larga,
usualmente con otra cosa por encima, un suéter o saco o chamarra de mezclilla-
aunque en verano la temperatura promedio en la tarde es de más de 40 grados!-,
zapatos cerrados o calcetines para no enseñar los tobillos o los pies, y el
hijab, que consiste en una balerina para detener el pelo, cubierta por una
pañoleta alrededor de la cabeza que solo deja ver la cara. Generalmente la pañoleta
es de colores y se la saben poner muy bonito. Yo no le acabo de agarrar el modo
ni el gusto. Alguna vez me lo pusieron mis amigas para una fiesta y me sentía
rarísima, sentía que no oía nada y me sentía muy acalorada, pero cada quien lo
suyo. En los lugares turísticos, obviamente hay de todo y te puedes vestir como
quieras, pero en los pueblos más chicos y en los lugares más remotos, es muy
poco común ver mujeres con vestimenta occidental y si llamas mucho la atención.
Una vez, yendo al desierto hacia Iraq a ver unos castillos, que por cierto, son
muy bonitos, me paró un retén. Y venga a preguntar cosas, a asomarse, le
llamaron a otro soldado y más y más preguntas. Yo ya me estaba preocupando,
cuando el guía que venía conmigo, me dijo, la verdad, es que nunca han visto
una mujer sin burqa y se están haciendo mensos para verte. Me quedé de a
cuatro. Y es verdad. En un pueblito,
caminando por la calle, me jalaron a una casa, me sentaron y me ofrecieron té,
limonada, galletas y helado nada más porque me querían preguntar cosas por
verme diferente. Yo tomé el secuestro amistoso a risa y estuve un rato, ya
luego me disculpé y me fui, aunque no querían.
Los mexicanos somos apapachadores por naturaleza, nos tocamos
mucho al hablar, nos saludamos de beso, nos abrazamos por nada y andamos por la
calle de la mano del novio o el marido sin más. Aquí la gente se saluda de beso
en un cachete y tres besos en el otro mientras se dan la mano, con gente de su
mismo sexo solamente o con gente de su familia inmediata, solo hermanos y papás
e hijos. Tocar en público a una persona
del sexo opuesto no se hace, ni de broma. Y saludar o despedirse de beso de tus
amigos o tus cuñados, ni de broma, o sea que hay que tener cuidado que no se te
vaya el chivo al cerro. Me ha pasado en alguna fiesta que me distraigo, me
empiezo a despedir de beso de todas las señoras y de repente veo a un cuate que
me ve venir con cara de terror, de no porfaaaaaa! Son costumbres de toda la
vida, que si no las piensas, te salen naturales y aquí es algo que nada más no
se hace. Lo mismo sonreírle a la gente del sexo opuesto en las tiendas o
saludar en la calle. Pésimo. Horrible. Creen que les estás tirando los chones,
cuando solo estás siendo educada. Aquí tienes que andar con cara de huarache y
hablar lo estrictamente indispensable, de preferencia sin voltear a ver a los
señores de las tiendas, para que no vaya a haber un malentendido. Y lo mismo
hacen ellos. Lo que yo antes había visto como grosería por parte de los pocos
árabes que había conocido, es de hecho, para ellos una forma de respeto. No
voltear a ver al cuerpo o a la cara directamente a una mujer que no es de su
familia es considerado una forma de respeto, de guardar una distancia
apropiada, y no una majadería.
Poco a poco les voy agarrando el modo y la gente es muy linda,
como saben que soy extranjera, me tienen paciencia, siempre me quieren ayudar y
enseñar como son las cosas.
Así pues, una amiga me dijo, ahora sí, se te volteó del todo la
cubeta. Y si. Al menos en lo externo, mi vida parece muy, muy diferente. Pero
al final, toda la gente es igual, todos queremos paz, queremos seguridad para
nuestras familias, amor y bienestar, ser felices y si entendemos eso, vemos que
por dentro, somos más parecidos de lo que pensábamos y lo demás es lo de menos.
Salam.
Ana M. Fuentes
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