miércoles, 28 de octubre de 2020

De pruebas y tribulaciones

 Por fin se me hizo ir a mi México. Se suponía que iba a ir después de Semana Santa y nos cayó el chahuistle al mundo entero y no se pudo. La cuarentena tremenda en Jordania, el tener que cerrar mi oficina, el estar lejos de mi gente, el estar preocupadísima por mil tonterías chicas y grandes me tenían como pollo apaleado en aguacero y en cuanto tuve oportunidad y abrieron los aeropuertos, con bastante resquemor de que me los fueran a cerrar, salí corriendo a abrazar a los míos y a resolver asuntos que tenía pendientes desde hacía tiempo. 



Resulta que la oportunidad de salir coincidía con el vencimiento y plazo de renovación de mi permiso de residencia Jordano. Empecé a hacer el trámite antes de irme. Cada año cambian la jugada. Y ahora con las novedades del COVID la burocracia andaba más ajigolotonada que de costumbre. Me hicieron dar veinte mil vueltas y me dijeron que me fuera tranquila. Que dejara mi Iqama o tarjeta de residente y que me iba a llegar en forma electrónico la nueva para que pudiera volver a entrar. Si? Pues no exactamente. Lo que me llegó fue una aprobación para sacar la nueva, un así como constancia de que todo estaba en orden o alguna necedad parecida y por tanto, volví con mi residencia vencida, por lo que tuve que entrar con visa de turista. Muy mal, pero no nos adelantemos porque lo que quiero platicar es como tuve que hacer un viaje tan largo en tiempos de corona y despejar algunos mitos como que la gente no viaja ahora (mentira podrida, todos los aviones venían optudimóder y los aeropuertos llenos) y que los vuelos están baratos (ajá).

Como los mexicanos somos apestados en el mundo por la fama de la magnífica labor del H. Gob. que tenemos, no se nos permite entrar a muchos países, por el simple hecho de ser mexicanos, entonces mi vuelo tenía que ser vía Asia o Estados Unidos. Lo que conseguí fue Amman- Estambul-Chicago-Guadalajara-CDMX. Así sencillito. De terror. Todo ello con tapabocas y máscara que después de un rato hasta las orejas me dolían. Y ya sabrás los consejos de todo mundo: no vayas al baño, no te quites NUNCA el tapabocas, no comas ni bebas nada….. si, sensato, pero cuando el viaje toma 40 horas no es factible. En la medida de lo posible no me quité las coberturas, procuré comer y beber lo menos posible y no al mismo tiempo que la gente que estaba relativamente cerca para no estar destapados a la vez y lavé y desinfecté mis alrededores y a mi misma tantas veces que llegué con las manos ajadas. 

En Estambul, para abordar para Chicago, veían el pasaporte mexicano y se preguntaban todos, se veían y se llevaban el pasaporte, veían los sellos de que no venía de México ni había estado en México en 11 meses y se alivianaban. No fue nada bonito. 

Valió la pena. Fue un viaje rarísimo. Mi papá tardó como 20 días en hacerme confianza. Me guardaba los estrictos 2 metros de distancia, me tenía una silla plegable para sentarme a ver la tele para no contaminar sus cosas y en general me tenían en una semi-cuarentena muy extraña porque mi mamá era más alivianada y duermen juntos, go you to know. Valió mil veces la pena porque me dio paz verlos, me tenían bien preocupada, abrazar a mi niño vale eso y más, ver a mis hermanos y la sorpresa de convivir con Mati y mis sobrinos fue increíble. Pude arreglar las broncas que tenía con Santander que por cierto ahí les va el guayabazo: son la peor institución bancaria del mundo mundial. Me tenían congelada mi cuenta de banco desde Mayo porque me quejé de ellos ante la condusef por repetidos fraudes hormiga a mi cuenta y que no me iban a liberar mi dinero hasta que me presentara en persona. Dicen por ahí que al que obra mal se le pudre el tamal. No quiero pensar lo que les va a pasar a esos señores. Conocí a un honorable inquilino de persuasión asiática que tengo en mi departamento y que ya se andaba preguntando si era yo un invento de una amiga que tengo la suerte de tener, que para acabarla es una corredora inmobiliaria de lo más chipocludo. Arreglados esos asuntos no hice más que estar en cuarentena en casa de mis papás, darme vuelo con los apapachos familiares en petit comité y ver a poquititas amigas con Susana Distancia: Muy sangrón plan pero es lo que toca, hay que ser responsables. 

El regreso: Jesú de Veracrú. Sin la ilusión del viaje ya, con el nervio de si me van a dejar entrar al país o no, y que me cambian un vuelo, el último y me descotufan toda la jugada. Total, que me quedaron los vuelos con 9 horas en Chicago y 9 horas en Estambul. Esta vez ya sin Guadalajara, pero igual una shulada. 

Como es mi costumbre, iba híper cargada de productos mexicanos medianamente ilegales de importar sin declarar en mi país, pero siempre me rifo y hasta ahora no me ha fallado mi corte celestial. Esta vez tanto peor porque ahora traía muestras comerciales para importar unas cosas y no me quería meter en trámites con aduanas.  Pues empaqué todo con cuidado y con veinte bendiciones y rituales de la suerte, hice todos los trámites ad hoc: prueba de PCR de COVID justo antes de salir, llenar un formulario para un código QR con la prueba para que te dejen entrar a Jordania, o sea abordar el último vuelo prometiendo que te vas a encerrar y hacer otra prueba en el aeropuerto y otra después del encierro so pena de una multa de un dineral o cárcel etc. etc…….

Mis papás me llevaron al aeropuerto y…… estaba cerrado por bruma. No había vuelos. Lo bueno es que mi conexión no estaba nada apretada o sea que yo tranquilaza. Eventualmente salí para Chicago. Como era diferente línea aérea y hasta reservación, a recoger las maletas y rechecar.  Pues había un perrito hermoso revisando las maletas con una mujer policía gigante que le estaba enseñando las maromas del oficio a otra mujer policía hindú. Le encontraron un sándwich a un paisano mexica y yo pasando aceite por las doce bolsas de café en mi equipaje entre otras muchas cositas: vainilla, miel, pulpa de tamarindo, chiles, salsas, chamoy, veneno de cucaracha. Es neta, lo juro. Mis maletas salieron cuando el perrito andaba del otro lado de la banda, yo me fui hacia la salida por atrás de las bandas y le saqué la vuelta al can. Todo bien. Al oficial de aduanas que había que darle el papelito, la doña que venía delante de mí le dio desconfianza porque le preguntó específicamente si traía alimentos, tamarindo??  Ay, Dios. Pues a mi me dijo buenas tardes y listo. Como no me preguntó nada yo no le dije nada. Me tuve que esperar un ratito a que abrieran el mostrador de Turkish y me deshice de las maletas. 

En Estambul estuve un ratotote nada más haciéndome mensa. El nuevo aeropuerto está espectacular pero mi única queja es el internet (el de CDMX ni internet, ni techos, ni paredes, ni salas decentes, da vergüenza pero esa es otra historia). Es una grosería que un aeropuerto así no tenga internet gratis. Tiene una hora por pasajero con un sistema extrañísimo en el que tienes que pasar tu pasaporte por una maquinita que te da una contraseña para usarlo. A mi me andaba correteando un intenso que estaba atrás de mi y no puse bien la contraseña y me quedé sin mi internet porque ya estaba “quemado mi cartucho” del pasaporte y me da miedo poner mi número de tarjeta en esas cosas de aeropuerto porque son los típicos lugares donde te las clonan porque saben que te vas a subir a un avión después. En lo que te bajas ya te metieron mil goles. Al final, a esperar hoooras hasta que pusieran la sala del vuelo a Amman. La pusieron y comenzó el folklor. 

Viajar con Jordanos a cualquier parte es un horror. El sistema de seguridad en el aeropuerto de Estambul de por sí está extraño y complicado. Si juntas esas dos cosas en tiempos de COVID tienes un camote de proporciones épicas. Primero, el aeropuerto es el más grande del mundo, ah pues no ponen los vuelos en salas consecutivas. Había un vuelo saliendo a Azerbajan en una sala y en la de al ladito un vuelo a Amman. Los arabitos son famosos por no atender las instrucciones y correr a formarse y apelotonarse donde hay colas. Pues la mitad por supuesto estaban apiñados en la fila del vuelo a Azerbajan nomás porque había fila, y la sana distancia a la fregada. 

Los quiero mucho pero en ese sentido me dan ganas de ahorcarlos. 

De pronto unos monitos que parecían chiclosos con el saco todo untado se paran en un podio y gritan Amman, Amman. Sin micrófono ni nada. Era para “checar documentos”. Querían ver que tuvieras el código QR, la prueba de covid y todos los requisitos que pide Jordania hoy para dejarte subir al avión (que ya te habían checado antes de darte el pase de abordar, pero…..). Me puse buza y fui de las primeras. Claro que empezó a llegar gente con cara de sin en cambio a apelotonarse y me dio por sacar la “voz de maestra” y decirles: “acá está la fila y con distancia de favor”.  Pues me checaron pronto y entonces pasé con el próximo trajeado en la fila que me dijo que pasara a seguridad a que me checaran la compu, los zapatos, las manos para residuo explosivo y ya me subí al avión. Limpié mi lugar con 18 toallitas de alcohol y me acomodé a ver un episodio de The Big Bang Theory en lo que mis paisanos hicieron su típico numerito de no encontrar sus lugares, dar vueltas por todo el avión, gritar que de ninguna manera su familia se iba a sentar separada (carajo, si querían sentarse juntos hubieran pagado para elegir sus lugares o los hubieran pedido cuando pidieron el pase de abordar y no es como que es un viaje transatlántico de varios días en barco y van en camarotes distintos, son DOS PINCHES HORAS DE AVIÓN a la 1.20 de la mañana, siéntense donde sea), pasa la azafata cuando ya está aparentemente todo en calma y le dice a varios que el tapabocas les tiene que cubrir la nariz y la boca todo el tiempo y todavía contestan “Nafso el ishi”, o sea, es lo mismo. NO LE ESTÁN PREGUNTANDO SEÑORA….. Ya mi paciencia se había quedado en chicago y estaba yo a dos de tomarme la poción de Ásterix y repartir (si nunca leíste los comics de Ásterix y Óbelix, es una gran pérdida pero Ásterix era un chaparrín que cuando la cosa se ponía canija le daba un trago a una poción que lo hacía fuertísimo y repartía fregadazos, por Tutatis!). 

Total, llegamos.

Al llegar, me bajo de volada, queriendo sacarle la vuelta a toda la gente, ahí muy bien. Llegando a la terminal hay una fila de cubículos a un lado y otro donde te toman el pasaporte y por una ventanilla, un tipo disfrazado como Dustin Hoffman en Outbreak saca un Q tip y te hace una prueba de COVID de volón, te pega una estampa en el pasaporte y te desea buen día. Un segundo. 

A migración y volvemos con las danzas. Voy a pasaportes, me dicen que vaya a pagar la visa. No que mire, que en el ministerio me dijeron que mi residencia….. Que vaya y pague la visa. Voy. Todavía sin colas. Pero el cuatito de ahí me dice: Usted tiene sellos de residente. Le digo: Exactamente, Joven, pero acá son muy necios. Mire, llevo 40 horas de viaje, estoy hasta el copete, cóbreme la visa y luego averiguamos. Me dice, no, vaya a la oficina de allá. Arrghhhh. Pues voy. Pues me mandan a la oficina dos. Agarran mi pasaporte. Sacan el eterno celular. Conferencian con no se que tanta gente. Me tienen ahí 10 minutos. Sale el tipo y me dice, a pagar su visa. Carajo, pues de ahí vengo, nomás que ahora si hay cola. Nomás encogió los hombros. Pues a hacer la cola, pagar 60 dólares que me dieron un coraje tremendo, ir a que me sellen el pasaporte y el mono me dice: pero si usted es residente. Sabe que? Cállese. 

Recogí las maletas, que la del café salió hasta el final y ya me estaba preocupando. Cola para los rayos equis con los de aduana, respira. En la cola, un enchalecado me dice: Usted, pásele. O sea me dispensó los rayos equis porque me vio con poca cosa comparada con mis paisanos que viajan siempre con el perico y más. Si supiera que en mi maleta y media había puro contrabando, jajaja. Pero me ahorré la discusión o las técnicas “distractoras” para que ni vean que traigo. 

El pobre de Alarís llevaba un buen rato ahí afuera esperándome y como está prohibido ahorita andar en la calle en Ammán entre 11 pm y 6 am, se había rifado para ir por mí y con suerte de que no lo pararan. Me puse lysol en zapatos, maletas, bolsa, alcohol en las manos por sepetentaba vez y me subí al coche para irme a mi casa a encerrar 7 días. 

En la necedad del código QR decía que si vienes de un país rojo como México, te tienes que encerrar 14 días, hacerte una prueba al día 7 y una prueba al día 14. Peeero, cuenta como país de origen en donde abordaste el último avión, yo supongo porque ya traía de México una prueba negativa, entonces si tuviera corona, sería de adquisición en tránsito. No sé si les estoy dando mucho crédito de lógica. 

La verdad es que nadie me pidió comprobar en verdad de donde venía. 

Me dieron el resultado negativo de la prueba del aeropuerto a las pocas horas por correo. 

Pregunté luego dónde me tenía que hacer la otra prueba y me dieron el nombre de 3 laboratorios y dije que a quién le tenía que dar los resultados o quién me daba el alta para salir y me dijeron: nomás guárdela por si alguien se la pide. Y solo necesita la del día 7.  O sea que en teoría todo bien, pero no hay mucho seguimiento a la hora de los cates. 

Pues hoy muy ordenadita fui a la prueba de los 7 días. Inocente de mi, fui caminando a un laboratorio que hay a dos cuadras de mi casa en una esquina que es ombligo del universo y futuro puerto del mar: está ahí mi banco, un súper, un laboratorio, estaba mi oficina (sniiiiifffff), la dulcería, la pescadería, la rosticería, los hotdogs y hasta el Sephora de petatiux de acá. Llego, pido mi prueba de corona y me ven como apestada y me dicen, “Aquí no, en el círculo 5”.  Mta. El círculo 5 es como la zona del Centro Médico, hay varios hospitales, torres de consultorios, laboratorios, farmacias y por consiguiente, estacionarse es un trámite. Todavía hasta pensé en irme en Careem (el Uber de acá) pero menos mal algo me iluminó y fui a mi casa por mi pasaporte y mi coche. 

Voy. 

No-man-ches. 

Me enfilé al estacionamiento público donde iba cuando iba al neurólogo que me curó las migrañas y al entrar me dice el changuito que estaba en la pluma que si voy a Biolab a la prueba de Corona, le dije que si, me dice, dese la vuelta allá y fórmese, a la derecha si es persona física, a la izquierda si viene de una compañía. Achís.  Ya voy viendo que en medio del estacionamiento había una gran carpa blanca y que había dos colas de coches que iban para allá. Pues en la cola pasaba otro changuito con una tarjeta con un código QR que escaneabas en whatsapp y te salía ahí que pusieras tu nombre como en el pasaporte. Lo ponías y supuestamente te salía un código de barras. Como mi nombre se les atora aquí porque creen que es un error, no me salió ni maíz, o sea que seguí avanzando. Dentro de la carpa había estaciones como de gasolinera con mesitas donde un cuatito disfrazado de “Epidemia” escaneaba tu código de barras, te cobraba y te metía el Qtip por la nariz desde la comodidad de tu coche, te daba tu ticket, uno para el estacionamiento y buenas tardes. Yo les tuve que dar el pasaporte para que se entendieran con el nombre y tal, pero en un pispás estaba lista. Si lo pagas tu, cuesta 35 dinares (como 1000 pesos), pero el gobierno se pone guapo con la mayoría de la gente, no sé porqué en México es tan caro, como todo.  Muy organizadito, con poca probabilidad de andarse contagiando, muy veloz y coqueto.  Me dijeron que en unas horas me va a llegar el resultado por whatsapp.

Tengo una amiga que trabaja para una agencia de tours grande acá y me estaba preguntando como funcionaba todo el show porque tiene un cliente intenso que quiere venir de viaje aprovechando que no hay gente, pero no quiere hacer la cuarentena, se la quiere brincar. Le conté como está la cosa. Entre las cosas que te piden para subirte al avión es que tengas una aplicación del gobierno que te hace tracking para ver donde andas, para que no te estés paseando y yo supongo que en los sitios turísticos te la han de pedir. Si andas como Juan de las Pitayas en el súper ni quién se entere. Yo estos 7 días estuve en mi casa sin asomar ni la nariz, por responsable pero la verdad si hubiera salido, mientras no hubiera ido a oficinas gubernamentales con mi celular nadie se entera. La bronca es que vivo con Alarís, que no me tiene castigada como Harry Potter en la puertita y el sí ha salido a todos lados o sea que si yo estuviera toda COVIDOSA pues esto ya valió. El aislamiento debiera de ser total, como lo hacían antes que te refundían en un hotel 14 días. 

Si quisieras puedes dobletear teléfonos y hacerte el loco y está difícil que te cachen. Si te cachan te metes en una súper bronca. La multa es enooorme, la agencia es responsable y les va como en feria, y es una mega irresponsabilidad, pero ahí está la naturaleza humana. La gente no entiende que las cosas hay que hacerlas porque es lo que se debe hacer, porque es lo responsable por el bien de todos, todo mundo cree que puede ser más listo y brincarse la regla porque para MI no aplica, porque YO no tengo, porque a MI no me va a pasar, porque YO soy especial. 


Ma salame!


HELLAS

  Como lo que más me gusta en la vida es viajar, y hay que trabajar para vivir, no vivir para trabajar, mi respuesta a estar feliz es viajar...