sábado, 4 de abril de 2020

El viaje "coronado"

Ya que medio me volvió el alma al cuerpo (a lo mejor justo a tiempo para su próxima salida, para como está la cosa), te voy a platicar la odisea del viaje, que con muy poco criterio hicimos tu charra y Alarís en tiempos de coronavirus.


Hete aquí que volvimos del viaje de trabajo a Qatar vía Kuwait el 4 de Marzo. Ya el aeropuerto de Kuwait parecía algo de un libro de Robin Cook (si no sabes de que hablo, no es momento, que no está el horno para bollos, pero es el autor de Contagio). Volamos por supuesto, por la línea de bajo costo de Kuwait, Jazeera, que tiene su propia terminal macuarra, la que usan por supuesto todos los trabajadores migrantes en los países ricotes. Entonces la terminal estaba optudimóder de hindús, bangladeshís, pakistanís, egipcios y cualquier cantidad de orientales y arabitos con tapabocas, en general casi todos mal colocados- en la barba, con la nariz de fuera….- con guantes, pero todos apachurrados juntos. Del terror. Alarís, Ibra y yo, nos buscamos un rincón para sentarnos más menos lejitos de la gente y esperamos nuestra conexión. Cuando llegó la hora de abordar el avión, vi que por supuesto nos iban a subir a un camioncito. Otra vez, a apachurrar a toda la gente como sardinas. Le dije a mi banda que porque no nos esperábamos y en efecto el primer camioncito se llenó y nos fuimos en el segundo, con espacio y nos subimos al avión sin apretujones.
            Llegamos pues a Ammán. Alarís y yo teníamos un viaje en la madrugada del día 6, planeado desde hacía tiempo, parte de chamba y parte por gusto nadamás, a España, y originalmente, de regreso íbamos a volar a Venecia, ir en tren a Roma y volar de Roma a Ammán. Cuando la epidemia se desató en Italia, cambié el vuelo a Venecia por un vuelo a Praga y empecé a tratar de razonar con Air France, esto fue desde Febrero. Quién me manda a comprar un boleto de AF. Los aborrezco. Son la peor línea aérea del mundo. En efecto, se hicieron los sordos y nunca me dieron oportunidad de cancelar mi regreso de Roma, o de cambiarlo por otra cosa, dejarlo abierto, o algo. Todavía un día antes de mi regreso, me avisan que obviamente está cancelado, que me ofrecen una ruta alternativa Roma- Amsterdam- Amman. Aggggghhh!!! Los odio con todas mis fuerzas.
            Lo comentamos Alarís y yo, que si sería prudente o no ir, que se estaba poniendo fea la cosa, que tal vez no era solo un catarro, que qué hacíamos. Como la cosa era inminente y muy nueva, íbamos a perder todo el dinero del viaje, la oportunidad de viajar y para Alarís no es fácil por cuestiones de visado, tenía la visa para ir a Europa ESOS días, no era cuestión de, ah bueno, si no voy el mes que viene. Pues total, que muy imprudentemente, decidimos lanzarnos.


            Salimos en la noche del 5, ya madrugada del 6, haciendo escala en París de volada y llegamos a Madrid. Fuimos de volada a recorrer la parte del centro, de la puerta del Sol, el casco antiguo, a comer rico, a babosear y nos quedamos en un hotel al ladito de la estación de Atocha porque teníamos boletos de tren bien temprano al día siguiente para irnos a Sevilla.
            Alarís nunca había viajado en tren y le pareció algo muy lindo. A mí también me lo parece. Esto de no tener la monserga de los aeropuertos de estar horas antes, de tener que pesar el equipaje y todas esas incomodidades te las ahorras, te puedes pasear por el tren, ir a tomar un cafecito y ver algo del paisaje, pues la verdad que está de lujo, y con los trenes rápidos de Europa, entre las esperas de antes y del equipaje y tal, haces el mismo tiempo en tren. Pues llegamos a Sevilla.
            Yo tenía desde hace años muchísimas ganas de conocer y no había encontrado quién me hiciera segunda. Que si hace un calor infernal, que si en otra ocasión, que luego, que a Chuchita la bolsearon. Alarís es súper jalador y todo le pareció muy bien. También tenía ilusión por conocer Andalucía y pues allá vamos. Dejamos las maletas en unos lockers en la estación de Santa Justa en Sevilla, tomamos un autobús para el centro y fuimos a conocer. No me desilusionó. Me enamoré del olor a flores de naranjo, de las fachadas antiguas, de la Giralda que es la gemela del minarete de la Kitoubia en Marrakesh, pero acá quedó como campanario de la Catedral, de la misma Catedral a la que solo entramos por un lado, porque la entrada principal tenía unas colas de terror y algo de prudencia si nos quedaba en no querernos apachurrar con mucha gente. Nos tomamos un café en una terraza, fuimos al mercado central, paseamos un rato y volvimos en autobús a la estación, donde teníamos reservado un cochecito para recorrer el sur de España.
Resulta que el cochecito que pedimos, “no estaba disponible” y por el mismo precio nos dieron uno un poquito más grande. De todos modos no importaba mucho. Habíamos pedido el chiquitito porque igual solo éramos nosotros dos y llevábamos poquito equipaje, dónde que las aerolíneas son pesadísimas, íbamos con la maleta hecha como Mary Kondo y cada quién llevaba solo un carry-on.  Pues salimos hacia Granada, porque tuve que comprar un boleto para la Alhambra con un tour de la mañana. Me parece terrible eso que hacen en la Alhambra. Está muy bien que limiten el número de boletos y los escalonen para que no se llene muchisísimo y sea un desorden, pero por lo mismo, los boletos para entrar solo, como hijo de vecino, que valen 14.5 € son pocos y con todo y que los compré un par de meses antes, al ser fín de semana, ya no había. Tuve que comprar uno con tour grupal que me costó un dineral. Qué poca madre! Ni hablar. Pues por el camino, le digo a Alarís, ¿oye, y si vamos a Málaga? ¡Vamos! Y fuimos.  ¡Qué belleza! Yo había estado en Málaga de pasada muchísimas veces, para ir a Marbella, pero nunca tuve chance de ver Málaga. Me encantó. El castillo, la catedral, la zona de playas, el centro, las ruinas romanas. Cenamos en el centro, que estaba engalanado por el festival de Cine, una chulada. Ya tarde nos fuimos a Granada. El hotel, muy bien localizado, pero no me gustó. Tourist trap, las fotos de internet nada que ver con lo que era y un lío para estacionar el cochecito, pero Alarís fue y encontró un lugar y yo crucé los dedos porque a la mañana siguiente no encontráramos el coche con un cepo y una multa. Pues lo hizo muy bien.


            Salimos a la mañana siguiente bien temprano para la Alhambra, a encontrar al dichoso guía del tour. Mientras lo esperábamos nos tomamos un café y un cuernito y luego ya nos repartieron unos audífonos y salimos en un grupo en el que juntaron a gente que hablaba Alemán e Inglés con un guía que hablaba las dos cosas. ¡Que lindísima es la Alhambra! La conocí hace unos diez años, un día que logré llevar a mi familia desde Marbella, a puro renegar porque hacía un calor de cállate los ojos. Mi hijo metía la cabeza a las acequias para tratar de refrescarse y no me mentó la madre porque estaba chico. Ahora el clima estaba mucho más sereno y además, con todo lo que he aprendido del arte y la historia Árabe, lo disfruté muchísimo más. Al final lo del guía estuvo padre, si bien lo agarramos en varias maromas, dijo unas barbaridades sobre el Islam y sobre unas inscripciones en Árabe en los muros, que Alarís y yo sabemos leer. Alarís fue y en un aparte, le explicó que Mahoma no es dios para el Islam, que es profeta, y le dijo qué decían las letras. No lo evidenció, ni lo echó de cabeza, pero si pasó a educarlo un poco, jajaja.
Como a medio día, por la Medina, el guía empezó a meter a los gringos a unas tienditas y empezaron a babosear y nosotros de plano le devolvimos los audífonos y nos seguimos por nuestra cuenta a terminar de ver el Generalife y los jardines.  Nos fascinó. Nos fuimos después al barrio de Albaecín, la parte antigua de granada, a caminar las callecitas, ver la artesanía y comimos en un restaurante marroquí. Riquísimo. Me sentí como en casa, en España, pero también oyendo a mucha gente hablar Árabe, que ya es también para mi, sonido de casa.
            Dejamos el coche en un estacionamiento público, que costó casi lo que el hotel hasta el día siguiente, y luego fuimos a caminar por el centro, a ver la catedral, nos tocó ver gente bailar flamenco en la plaza, hubo marcha del 9M, no crean que México tuvo la exclusiva, y desgraciadamente vimos varias pintas moradas. Vimos hasta una procesión, sacaron a dar la vuelta a un Cristo de la iglesia. Alarís nomás pelaba ojos, le pareció rarísimo. Caminamos junto al río, disfrutando el olor a naranjo . Pasamos a un supercito a comprar varias cosas para cenar: Pan, jamón, queso, unos jitomates, algo de fruta, y una botellota de agua y nos fuimos al hotel.
            En la mañana, en lo que Alarís recogía sus cosas, se rasuraba y quién sabe que hacía, yo dije, me lanzo a por el coche al estacionamiento, y nos vemos acá abajo. Cuando llegué al estacionamiento subterráneo, que me acuerdo que el coche era de velocidades, jajaja. Mis papás, cuando aprendí a manejar, de púber, me hicieron aprender en stándard, que por si acaso, pero la verdad es que desde los 16 años, he manejado stándard creo que 4 veces como mucho. Pues ahí fue la quinta. Haciendo changuitos, porque además había que salir de subidita a la avenida, y lo hice muy dignamente. El cochecito se portó, sin hacer aspavientos. La última “emergencia” de este tipo, la tuve cuando tuve que llevar a unas señoras que andaban de tour conmigo, de volada a una reserva de spa en el Mar Muerto, mientras el chofer, armado de senda tanga azul-no es cotorreo- chapoteaba en unas cascadas y andaba desaparecido. Ese día no lo hice tan bien, y otro día te cuento la aventura, que ahora me da risa, pero en el momento, cero. Llegué por Alarís, subimos las maletitas, la de él ya estaba a dos de reventar porque había ido comprando cosas como hormiguita por todos lados, jajaja.  De salida de Granada, después de pasar por un cafecito, nos tocó un poquito de tráfico junto los clásicos naranjos andaluces y que me bajo del coche y corto dos naranjas, faltaba más. Vi porqué nadie las corta. Son bonitas y el olor es espectacular, pero no están buenas. Ácidas, amargas, nada ricas.
            Salimos hacia Valencia. Acabábamos de agarrar carretera, cuando le habla a Alarís Ibra  de la oficina, con los chones hechos nudo, porque resulta que teníamos a unos mexicanos que vinieron de Israel a Jordania de fín de semana, y pretendían cruzar la frontera para Jerusalén ese día. Normal. Pues resulta que Israel cerró la frontera ese día. Pues a ver que si la frontera norte, parece que sí, que siempre no. Yo avisándoles a los turistas, ellos nerviosísimos. Les digo que la única opción es volarlos y que si quieren que los vuele a México de una vez. Me dicen que “dejaron sus petacas en Jerusalén” (literal) y que quieren ir para allá. Pues bueno, les conseguí un vuelo a Tel Aviv desde Ammán que es el vuelo de 45 minutos más caro del mundo, mandé al chofer que los iba a esperar en Allenby a Ben Gurión y al final todo se solucionó. En vez de disfrutar la carretera, casi nos da diabetes a los dos, hicimos doscientas mil llamadas llenas de stress, pero sacamos el buey de la barranca.
            A todo esto en el radio oí que en Madrid ya estaban cerrando escuelas y comercios por el Coronavirus, veníamos corriendo de la méndiga enfermedad.
            Llegamos a Valencia, hicimos check-in en el hotel, que estaba ahora sí muy mono y muy bien situado cerca de la parte nueva con el acuario, el palacio de música, el museo de ciencias. Precioso. Tomamos un camión para ir al centro a ver el casco antiguo, el mercado, comimos espectacular en un sitio frente al mercado. Alarís que es bien malo para comer, comió una milanesa y un frito malagueño que eso sí le gustó y yo por supuesto que me comí una paella. Deliciosa. Se nos sentó al lado una pareja, un gringo y una filipina. De estos que platican con todo mundo. Nos platicaron, nos preguntaron de todo y al final hasta la mano nos dieron, yo con la pena, luego luego me puse gel de alcohol. Caras vemos. Las fallas de valencia estaban a nada de empezar, las calles ya estaban engalanadas y nos tocaron unos poquitos cohetes en la noche. Luego supe que las cancelaron por el coronavirus.
Al día siguiente nos fuimos hacia Barcelona. De camino pasamos a Tarragona a ver las ruinas romanas, la rambla vieja, el mercado. En el mercado compramos un pan delicioso, jitomates, quesos, de snack para el camino, antes de llegar a Barcelona.
            Barcelona como siempre, una belleza. Estuvimos poquísimo, pero que bonito es. Habiendo estado por tanto sitio, no quise ni llamarle a nadie, porque no los quise exponer a contagiaderos, pero pues paseamos rico, comimos rico, fuimos por supuesto un poco de tiendas. A la mañana siguiente fuimos a la zona del Port Olimpic y al puerto viejo, que Alarís no conocía, caminamos por ahí un rato. Nuestro vuelo a medio día hacia Praga, bien, todo el orden. Llegando a Praga tomamos el Metro para ir al pueblo antiguo y alcanzar a recorrer algo de Praga, pues llegamos como a las 6 pm, y al día siguiente salíamos a las 11, teníamos solo la noche.  De volada dejamos las cosas en el hotel, que estaba en el mero centro y nos fuimos a ver la plaza, el reloj astronómico, el río, el puente de Carlos, la judería. Cenamos delicioso, típica comida Checa, y Alarís me tuvo que disculpar que me comí un jamón espectacular.  No daba crédito de todas las tiendas que venden mota en todas sus versiones por todos lados. También fuimos después de cenar a la plaza de Wenceslas, aprovechamos bien el tiempo.




En la mañana, bien temprano salimos para ir a ver el castillo y la pared de Lennon, del otro lado del río. Alarís ahora sí venía carajeando porque decidí que nos trajéramos las maletas y tomar el metro ya desde aquel lado. Como era la parte antigua de Praga, el piso no es liso, todas las calles están empedraditas y las maletas venían haciendo una escandalera. No estaba tan contento el míster. Te dije, mejor las hubiéramos dejado y vuelto por ellas, ñiñiñi….. Pos yo pensé que no iba a dar tiempo…. Total, se le pasó la muina cuando vió lo que íbamos a ver, que le gustó y ya tomamos el metro ahí mismo para el aeropuerto. Resulta que no había vuelo directo a Ammán, solamente vía Bucharest y pues, dije, sirve que no conozco. Me hubiera encantado tener tiempo de ir a Bran, a ver el castillo de Drácula en Transilvania, pero está bastante lejos, mejor otra vez, está más cerca de Bulgaria, de hecho, que tampoco conozco y tengo en la lista. O sea que para la próxima.
En el aeropuerto tuve un ajigolotón porque resulta que quise pagar un café con mi tarjeta mexicana y el redrojo que me cobró puso “débito” en la máquina, siendo que la tarjeta es de crédito. Me pidió mi PIN. Le dije, oye, es que es de crédito, no que ponga el Pin. Pos lo pongo. Pues le sale que el cargo está denegado y que me tiene que quitar la tarjeta y le llama a su gerente. Y que me le pongo como loquita. Le dije que de ninguna manera me iba a quitar la tarjeta por su incompetencia, que aquí estaba mi pasaporte, con el mismo nombre, la tarjeta ERA MíA y su empleado se equivocó. Me dijo, pues voy a tener que hablar al banco. Le dije, pues ya vas, Tomás. Mira, aquí atrás de la tarjeta está el número. Llégale. Habló y cuando le contestaron 25 grabadoras, se dio por vencido y me devolvió mi tarjeta. Pensé que ya me la había dejado inutilizada y llegando al hotel en Bucharest, previo autobús, para el que creo que compré el boleto incorrecto, pero llegamos bien, le dije al de recepción que me cobrara ahí el impuesto de turista para ver si jalaba, y si jaló. O sea que bien. El Rumano es el único idioma de Europa del Este que es de la familia de los idiomas latinos, no eslavos. Hablado no les entiendo nada, pero escrito se entiende a todo dar. Nos quedamos en un hotel en el casco viejo y nos dio tiempo de ver muchas cosas: iglesias ortodoxas, mosaicos, edificios antiguos medio góticos, el horror comunista gigantesco que se hizo Ceaceascu como palacio de Gobierno, el jardín botánico. Muchos bares contables en el pueblo viejo, hace feo, no se si las teiboleras sean locales o fuereñas. Mucha gente viejititita, quien sabe como les esté yendo caray. Pues al día siguiente nos dio tiempo de pasear un poco más, fuimos a buscar la vieja sinagoga y ya empezaba a estar todo cerrado, ya se declaraba la pandemia. Los amigos nos llamaban de Ammán ,que si iban a cerrar el aeropuerto, que nos iban a acuartelar, que…. Yo le decía a Alarís, ya ni les contestes. Lo que tenga que ser, será y ni hablar.
Salimos de Bucharest, hicimos escala en Estambul, que dicho sea de paso, qué maravilla de aeropuerto, como hubiéramos querido el nuevo en México. Enorme, eficiente, bonito, con todas las compritas que se te puedan ocurrir desde chácharas hasta de súper lujo, internet, salas para descansar, una maravilla. Pues nos tomaron a todos la temperatura, tanto a la llegada como a la salida y allá vamos para Ammán. Muy nerviosos ya. Llegando a Ammán, tomada de temperatura, llenamos un formulario de dónde habíamos estado, al poli nomás se le iban abriendo los ojos: Qatar, Kuwait, París, España, Chequia, Rumania y Turquía. ¡Madre del amor hermoso! El amigo que iba a ir por nosotros, yo creo que le dio meyo y no fue, mejor fue otro, el de la bruja desinflada (busca el escrito para que te sepas el chisme si no lo sabes). No lo tocamos, el traía tapabocas, gel y alcohol en su coche. Un tipazo en ir por nosotros, además a unas horas de horror.
En la madrugada del día 14 llegamos a la casa. Nos encerramos los 14 días voluntariamente. Yo juré que seguro estábamos enfernos. El onceavo día vinieron un doctor y una enfermera, mandados por el gobierno, disfrazados completamente y nos hicieron la prueba de coronavirus. Negativa. 
El mismo día 14, los vuelos que llegaron a Ammán, fueron llevados a un hotel en el Mar Muerto donde se tuvo a la gente en cuarentena vigilada y al día siguiente Jordania cerró sus aeropuertos hasta nuevo aviso.
A los cuatro días se declaró la cuarentena general. Militarizada. Al que salga sin permiso se le da un año de cárcel y el coche al corralón. El gobierno condonó préstamos e impuestos, dio apoyos, repartió víveres e hizo todo lo posible para que la gente se quede en su casa. Las carreteras están cerradas. A los 5 días, empezó a haber permisos para salir a comprar. Hay que pedirlos por whatsapp o internet para salir en coche, o puedes salir caminando entre 10 am y 6 pm. No más de 5 personas en cada tienda. 2 m de distancia entre la gente. Guantes y tapabocas. A las 6 suena la sirena y el que esté afuera, a la cárcel. Suena rudo, pero la verdad es que ha funcionado bastante bien. Va bien la cosa, pocos casos, y está bastante controlado.
            Llevamos muchos días de encierro. Con cualquier otra gente, ya nos hubiéramos matado, pero la verdad, no puedo buscar mejor compañero de aventuras buenas y malas que Alarís. Ahí la llevamos.
            Fue una locura y una insensatez espectacular, pero ¿quién nos quita lo bailado?
            Esperemos que pronto acabe esto y que podamos volver a abrazarnos y a viajar.
            Besos con tapabocas. Salam!

HELLAS

  Como lo que más me gusta en la vida es viajar, y hay que trabajar para vivir, no vivir para trabajar, mi respuesta a estar feliz es viajar...