Cuando era chica,
en casa de mi mamá trabajaba una mujer que yo creo que se educó con Torquemada.
Sus remedios caseros eran terroríficos. Te curabas porque te curabas, aunque
fuera por el miedo a repetir la dosis. Que tienes tos, un jitomate asado bien
caliente en el pecho, cubierto con un “pañal” de franela. Que se te infectaron
las orejas por los aretes, un tomate asado también bien caliente, que queme. No
importa la quemadura de tercer grado, pero a que ya se te quitó la infección.
Que tienes una perrilla, un chile verde ardiendo directo al ojo. No estoy
cotorreando. Obviamente esta señora, que por cierto se llamaba Ángeles, y
considerando que Lucifer fue un ángel, le sentaba el nombrecito como anillo al
dedo, decía que a los pericos había que darles mucho chile para soltarles la
lengua.
Bueno, pues no se
si fue el habanero que le fascina a Alarís, pero finalmente parece que ya, mi
cerebro y mi lengua han decidido dejarse ir con el árabe y ya hablo con
fluidez, si bien con un acento sospechosísimo. Quiero pensar que no voy a ser
como el padre Welch y en cuarenta años seguir hablando raro, pero por lo menos:
ya soy perico verde, aquí también. Y ya se me está desocupando el disco duro
para volver a chapurrear italiano y francés que hablaba un poco, pero estuve
bastante ajigolotonada y mientras que nunca dejé de entenderlos bien, hablarlos
me costaba mucho trabajo, me venían a la mente las palabras en árabe.
Las idas a la
escuela por supuesto en algo habrán ayudado, pero no sentí que realmente
progresara mucho, las aplicaciones en el celular, las lecturas, el ver Iftahya
Simsim (Plaza Sésamo en árabe) mientras hago el quehacer, todo ayudó. Lo que
más me sirvió en realidad fue jugar con los niños de mis cuñadas y mis amigas
que me hablan hasta que me salen ampollas en las orejas e insisten hasta que
entienda. La familia de Alarís que son encantadores, pero casi ninguno habla nada
más que árabe también me han ayudado muchísimo. Sobre todo cuando voy de visita
sin mi intérprete de cabecera. Cuando voy sin Alarís no me queda de otra más
que tratar de hacerme entender y Ummi es lo más platicador del mundo y una
nimiedad como el hecho de que no hablemos un idioma común, no la detiene. Me
platica de todo y me lo repite hasta que entienda o crea que entendí. En Amman
la gente es tan amable que me trata de hablar siempre en inglés, y luego con
esta cara, pues no me ayuda. Debería de conseguirme una burqa. También me han
ayudado mucho los nuevos “elementos” que tenemos en el negocio. Tuve que quitar
a un chofer por apestoso. Le pedí por favor que lavara su ropa y se lavara los
dientes y me dijo, así sin más que no. Entonces pues le tuve que decir que no
podía trabajar con nosotros, por más que maneja muy bien y habla bien inglés.
En temporada alta, estamos muy necesitados de gente y la gente que habla inglés
ya tiene chamba. Total que contraté a un chavito joven, muy bueno para manejar,
con muy buena actitud de servicio y presentación, que hizo un curso de español
con buenas calificaciones, pero la verdad es que a la hora de la verdad no lo
habla ni lo entiende, de corrido. Por tanto, cuando viajo con el, me tengo que
entender con él en árabe si o si. O sea que mis viajes se han convertido en
cursos intensivos y él, según el cliente que traigamos, está aprendiendo
español e inglés a marchas forzadas, porque le ha tocado trabajar con
americanos, ingleses y mexicanos. Otros dos choferes con el que trabajo a veces
solo habla árabe, o sea que también me tocan lecciones. Se agradecen.
En el Centro-Sur
de Jordania hay un pueblito que se llama Dana. Está en el borde de un valle,
del mismo nombre, que es una reserva ecológica. El pueblito es una cosa
monísima. Una antigua aldea otomana de edificitos de adobe en medio de unos
huertos de frutales regados por un manantial en medio desierto y bajo la sombra
de unos prismas basálticos, restos de una erupción volcánica hace millones de
años. El valle, tiene unas diferencias de altitud importantes
que hacen que el ecosistema cambie mucho y entonces la flora y la fauna son
diferentes a medida que bajas. Pasas de bosque templado a un ambiente
semi-árido con hienas, íbex y algunos pájaros, y al final el ambiente es
completamente desértico con solo algunos roedores, reptiles y una que otra ave
rapaz. Hay muchos caminos para hacer senderismo e incluso se puede llegar hasta
Petra desde ahí, con burros para llevar el equipaje y con guías locales que
llevan tiendas y cuerdas para bajar a rappel en ciertos lugares. Una cosa
espectacular para los aventureros atrabancados. Divago, como siempre. A lo que
iba, es que ahí en Dana hay un hotelito bastante cuco, con vista al valle en el
que trabaja Alí, el mejor intérprete que conozco. La cosa está en que Alí no
habla ningún idioma. Es sordomudo. Es la
viva prueba de que el que es perico donde quiera es verde y que querer es
poder.
Cuando abrieron el hotel, que pertenece a la Royal Society for the
Conservation of Nature, una oficina del gobierno que se encarga de los parques
nacionales, se apersonó a pedir trabajo. Me lo mandaron por las bibsis (las
cocas, acá así les dicen, porque la Pepsi entró primero al país y la P y la E
no existen en árabe), con el cuento de que como iban a darle empleo a un
sordomudo. Porque Ali no quería ser camarero, el quería interactuar con la
gente.
Pues el no se
dejó amilanar. Todos los días se apersonaba en el hotel bien temprano, muy
lavadito y peinadito y se ofrecía a ayudar en lo que fuera. Pronto la gente del
hotel se dio cuenta de que es un elementazo. No solo por lo entrón y servicial,
sino porque al no poder hablar como todos, se da a entender impresionantemente
bien, y no importa la nacionalidad de la gente, ni su idioma de origen. Ali se
comunica perfecto a base de gestos caras y ciertos sonidos guturales, risas y
“ojitos”. Es un encanto y te puede tener una hora partido de risa.
En una ocasión
llevé a unos mexicanos, uno de ellos cazador y gran fan de los animales. Traía
una cámara de visión nocturna y la quería poner en la barranca para ver la
fauna en la noche. Ali le dijo que el lo llevaba a ponerla. Salió el cazador.
Pues, Ali lo mandó de regreso a por unos zapatos decentes, que porque se iba a
desbarrancar con los flip-flops que traía. Total, fueron. Cuando regresaron, se
acercó con la esposa del cazador y le dijo que estuviera abusada, que su señor
había puesto la cámara hacia las regaderas del hotel (que todas son con pared
de cristal para que te bañes viendo hacia el valle) para ver a las señoras
encueradas. Nos moríamos de risa.
En otro viaje, me quedé en otro hotel
mucho más sencillito en el pueblo. La gente de Dana es encantadora y es lindo
convivir. Pues había una turista japonesa, que muy animada se había lanzado
sola y su alma a Jordania sin hablar ni media palabra de otra cosa que no fuera
japonés. No sabemos como llegó a Dana ni quien la trajo y quería hacer algo al
día siguiente que nadie entendía. Le dije al dueño del hotel que me diera dos
minutos y se alistara para dar una propina. Fui corriendo a por Ali y claro que
se solucionó el lío. Vino y discurrió con la japonesa y todos entendimos que la
señora quería caminar al día siguiente un par de horas, ir al Castillo de
Shobak y luego ir a Petra. Y todo se organizó.
Hace unos pocos días, venía de Petra con
una pareja de mexicanos y atravesamos el pueblo de Nueva Dana, la parte moderna
que está sobre la carretera. Al pasar por el pueblito de pronto vi a un señor
con cara conocida que venía de comprar pan. Como venía distraída, platicándole
a mi gente, pensé que tendría el míster una cara muy común porque no conozco a
nadie ahí. A los dos minutos me cayó el veinte que era Ali. Le quise llamar la
atención para saludarlo, pero ya lo habíamos pasado y aunque le toque el claxon,
pues no me iba a oír, ni de broma.
Igual me dio gusto verlo. Me recordó que si el puede, yo tengo que poder. !El que es perico donde quiera es verde!
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